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La lealtad no tiene precio

Aunque la aprobación del Decreto-Ley de bienestar animal constituyó un verdadero hito, cientos de animales aún vagabundean en nuestras calles, entre el abandono y la indiferencia.Se requiere una cultura compasiva y de respeto a estas criaturas y gestiones institucionales para darles el tratamiento que necesitan

 

Autor:

Marianela Martín González

Perros y gatos nos sorprenden muchas veces en las calles cubanas  con el hambre y la sed dibujadas en el rostro. Incluso, animales que hasta días recientes parecen haber tenido el mejor de los cuidados, ahora muestran ademanes de desesperación. Forma parte de un escenario que, de la manera en que lo enfrentemos o no, dice mucho de la sensibilidad de  nosotros como seres humanos. Una somera observación de este panorama induce a concluir que el abandono se ha incrementado en los últimos meses.  

La pandemia de la COVID-19, la crisis económica y el fenómeno de la emigración han sido caldo de cultivo para que esto ocurra. Las redes sociales están repletas de historias de criaturas que deambulan y la comunidad animalista procura hacer conciencia para que los ayuden, a la par que reclama ayuda institucional. La escasez de alimentos y de medicinas veterinarias imposibilitan también que quienes tienen animales bajo su responsabilidad, asuman otros.

S.O.S

«Urgente o muere. ¿Quién puede darle entrada, por favor? Estoy en medio de la calle con ella, que logré ponerle un arreo. Necesito llevarla a algún lugar ahora mismo, porque a mi casa no puedo entrarla. No tengo cómo aislarla y mi pitbull está rebelde. Ayuda para este ángel, por favor».

Esta publicación de la abogada Suany Fernández Valdés, una de las mujeres que día a día alimenta decenas de animales recogidos de la calle, fue realizada hace apenas unas horas, pero tristemente en su muro con frecuencia se observan llamados a darle abrigo a mascotas desatendidas.

Otra de esas mujeres que diariamente da batallas en la redes para salvar animales abandonados y ha convertido su casa en santuario, es la periodista y protectora Elsie Carbó. Ella estima que ha habido avances en los últimos tiempos en relación con el Bienestar Animal. El Decreto Ley aprobado en el año 2021 ha contribuido a que así sea, según señala.

Lo mismo no opina la bailarina y animalista Gretel Montes de Oca, quien considera que mientras que no se hagan más campañas gratuitas para esterilizar y se avance en la construcción de refugios para amparar a animales lanzados a su suerte a la calle, no podrá hablarse de que el Decreto-Ley se ha tomado con la integralidad que amerita. «Entre mi madre y yo atendemos cerca de 40 animales recogidos de la calle o lanzados en frente de nuestra casa. Todos hijos de la despreocupación y el desamor», acota.

Carbó considera que aunque no hay estadísticas que permitan comparar cómo era el trato con los animales antes de esta norma y ahora, se han dado pasos que los amparan a casi todos. Se pueden poner multas a los maltratadores, violadores y abusadores, a partir de que esta entrara en vigor.

No obstante, sostiene que hay aspectos en lo legislado que deberían reforzarse, como son medidas de mayor rigor para quienes cometen actos de zoofilia o sadismo, tendencias que no han logrado frenarse ni siquiera con el Decreto Ley existente.

Estima que cuando alguien emigra, muchas veces la comunidad animalista asume el cuidado de las mascotas abandonadas, al tiempo que se pregunta qué se puede hacer para ayudar a quienes sin expectativa de lucro —casi todas mujeres jubiladas— le dan abrigo a los animales desamparados. Y se pregunta más: ¿Por qué no habilitan consultorios en los barrios a donde se puedan llevar los animales, sin tener que pagar excesivos precios en clínicas y a veterinarios privados?

Reconoce que la participación de la UJC en campañas de adopciones dio una señal de esperanza en la concientización de la protección a los animales. Logró una excelente labor divulgativa en nuestros medios, pero insta a que no se pierdan esas iniciativas como parte de la labor educativa con las nuevas generaciones de manera integral.

Responsabilidad que nace en la cuna

La doctora María Gloria Vidal Rivalta, especialista del Centro Nacional de Sanidad Animal del Ministerio de la Agricultura y presidenta del Comité Nacional de Bienestar Animal, asegura que sin educación pública y sin tenencia responsable no se puede aspirar a que las personas no cometan la crueldad de abandonar a los animales en la vía o lugares públicos.

«Cuando nos remitimos a las reglas de la Organización Mundial de Sanidad Animal, la cual tiene una norma relativa a este asunto, lo primero que dicen los expertos que tratan el tema de control de poblaciones callejeras, es que se necesita de pedagogía y educación», sostiene.

El ignorar que hay una sola salud, en la cual están estrechamente relacionados personas y animales, es para la especialista otra de las razones que inciden en el mal tratamiento que reciben algunos animales; y se tengan en la calle sin considerar las enfermedades que pueden portar y transmitirles al ser humano y a otros de su misma especie.

Al ser inquirida sobre la edificación de refugios para acoger a los callejeros hace una relatoría de las necesidades del país. El bloqueo, los desastres naturales y siniestros que han flagelado a la Isla en los últimos años, según ella, son las causas fundamentales para no concretar la construcción de al menos uno en cada provincia, como se había concebido.

La mejor cara de la moneda

La Presidenta del Comité Nacional de Bienestar Animal aunque no refiere estadísticas, alega que muchos de los que se han marchado de manera definitiva del país han llevado consigo a sus animales. Que quienes de verdad aman a sus mascotas no las dejan desprotegidas.

Reconoce a las distintas asociaciones protectoras que promocionan las adopciones, y se encargan de esterilizar para controlar la natalidad como es debido, así como ofrecer cobija a muchos de los animales dejados a su suerte.

Una de esas buenas almas anónimas que adopta y protege animales abandonados, es la joven Yenisei Pineda, tendera de Cuatro Caminos. Allí, mientras remodelaban el centro comercial, una pareja de perros encontró amparo y acompañaba a los custodios cada noche en la vigilancia del lugar.

«Cuando se reinauguró la tienda un grupo de trabajadores reunimos dinero y esterilizamos a la hembra. Luego ella murió, pero antes había dejado cachorros que nos repartimos. Yo traje una hembrita para mi casa que es la madre de esta que estás viendo», cuenta con satisfacción.

Con ella y su hijo me tropecé en la calle cuando regresaban de la escuela del menor, acompañados del cachorro. «Es parte de nuestra familia. Hay quienes solo tienen animales para que hagan tareas que el ser humano no puede hacer. Eso es deslealtad», comenta la madre del niño.

Su reflexión conduce a estos días en que la gratitud a los animales que rescatan víctimas de los terremotos ocurridos en Türkiye y Siria ha tenido en las redes una repercusión trascendental, la cual deberíamos aprovechar para reforzar el amor y respeto hacia quienes nos salvan de circunstancias difíciles a cambio de nada.

Si en todo momento recordáramos que los animales alivian la soledad, y hasta se consideran terapéuticos para ciertas enfermedades, seríamos menos antropocéntricos. Tener en cuenta que los gatos controlan vectores que pudieran provocar enfermedades mortales para el ser humano, también derribaría mitos y aversiones en su contra. Si al pensar en el bienestar de los animales sacáramos las cuentas sin egoísmo, entonces aceptaríamos que es mucho mayor la deuda que tenemos con ellos que el coste de las inversiones para hacer digno su paso por este mundo.

 

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