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Cuando la esperanza llega a cada rincón

Hace hoy 60 años que Cuba mostró al mundo la valía de su pueblo, haciendo valedera la máxima martiana de que Patria es Humanidad. Han sido más de 605 000 los profesionales de la salud cubanos que han llevado altruismo y solidaridad a países de todos los continentes. Cada uno de ellos tiene tantas historias que contar…

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Estoy seguro de que no faltarán voluntarios… Hoy podemos enviar solo 50, pero dentro de ocho o diez años, quién sabe cuántos, y estaremos ayudando a nuestros hermanos (…) porque la Revolución tiene el derecho de recoger los frutos que ha sembrado…». Así les habló Fidel a los estudiantes de medicina en 1962 cuando anunciaba la decisión del Gobierno cubano de brindar ayuda en el campo de la salud.

El 23 de mayo de 1963 partió entonces hacia la República Argelina Democrática y Popular la primera delegación de ayuda médica internacionalista cubana, integrada por 29 médicos, cuatro estomatólogos, 14 enfermeros y siete técnicos de la salud, enarbolando los principios que siempre han caracterizado a la Revolución Cubana.

El 19 de septiembre de 2005 se creó el Contingente Especial de Médicos Especializados en el Enfrentamiento a Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, y han sido también muchas las páginas de heroísmo escritas por nuestros profesionales en diversas latitudes, cuando las circunstancias han sido extremadamente arriesgadas.

No importa que no les haya sido otorgado el premio Nobel de la Paz. Ya el premio más grande ha sido recibido en cada gesto de respeto y muestra de cariño en cada rincón del planeta.

Han sido más de 605 000 los profesionales de la salud cubanos que han llevado altruismo y solidaridad a 165 países de todos los continentes. Cada uno de ellos tiene tantas historias que contar…

Solidaridad entre bombas

El país más bombardeado del mundo es Laos. Estados Unidos lanzó entre 1964 y 1973 bombas cada ocho minutos en tierra laosiana, durante la guerra con Vietnam, y que todavía hoy el suelo de esa nación está minado. Cada paso es un riesgo.

A esa realidad se enfrentó la brigada médica cubana que en 1973 arribó a Laos para brindar asistencia médica. El jefe de ese grupo de profesionales de la Salud es el nonagenario Julio López Benítez, especialista de II Grado en Pediatría, quien no puede olvidar las experiencias vividas allí.

El doctor Julio López Benítez atesora recuerdos de todas sus misiones internacionalistas, pero las vivencias en Laos son incomparables. Foto: Cortesía de los entrevistados

Perú, Nicaragua, Belice y Sudáfrica, y de cada nación puede publicar un libro, pues son muchas las anécdotas que aún perviven en su memoria. Sin embargo, de Laos asombra demasiado cada historia que comparte.

«En Laos vivimos en cuevas. El 70 por ciento del territorio de ese país era montañoso, y era víctima de bombardeos cada ocho minutos. Ese sonido era impresionante, ensordecedor. Llegamos y el hospital estaba en cuevas, como las viviendas, las escuelas… la vida toda así. Había que sobrevivir.

«Las ciudades estaban destruidas, pululaban los escombros. Era un panorama muy desolador, triste. Había huellas de carreteras, pero las bombas lo destrozaron todo. Ese fue el paisaje que nos encontramos».

Rememora López Benítez que la acogida por los laosianos fue muy calurosa, «nos trataron con mucho respeto y familiaridad, y durante toda nuestra estancia fue así». Y en la actualidad, el agradecimiento es eterno, y la hermandad construida.

Un cirujano, un clínico, un obstetra, un técnico de anestesia, una enfermera, y otros especialistas, además del doctor López Benítez, brindaron asistencia médica en esas circunstancias, y fueron parte de un pueblo necesitado.

«Guardo muchas anécdotas. Fue tanto tiempo sin tomar agua fría y cuando comíamos pato y huevo era día de fiesta, porque era difícil mantener cultivos para la alimentación; el ñame era lo único resistente. Recuerdo el trato totalmente respetuoso y galante del Príncipe cuando reconoció nuestra atención. Allí enfermé de dengue, atendí a recién nacidos en situación de precariedad…

«Uno de los momentos inolvidables se relaciona con el componente cultural que, como es lógico, cuando uno llega a un país debe aprender poco a poco. Asistir  un parto conllevaba que el médico comiera la placenta, asumido como un manjar allí. Sin embargo, para nosotros eso era inconcebible, y en todo caso, el médico debía decidir quién podía comerla. Uno aprende tanto en cada país que visita».

López Benítez ha publicado varios libros, en los que relata sus vivencias en las misiones internacionalistas en las que participó. Laos es, realmente, un punto importante».

Amor y compromiso social

Juatuba es la ciudad brasileña en la que el pinareño Carlos Yohan Cruz Martínez y Gleiny Vázquez Hernández dejaron buena parte de sus vivencias como pareja. Se casaron antes de viajar a Brasil como parte del Programa Más Médicos para ese país, y ambos trabajaron en consultorios de esa localidad a más de diez kilómetros del pueblo, en sentidos opuestos.

Los dos, especialistas en Medicina General Integral. Él, además, especialista en Oftalmología, y ella en Cardiología, tienen como premisa de vida tender la mano donde sea necesario. Es uno de los principios de vida que le enseñan a su hija, para que aprenda que ser internacionalista es ser martiano, porque el Apóstol bien dijo que Patria es Humanidad.

«Nunca voy a olvidar toda la sensibilidad humana que se despierta en lugares pobres y apartados de las ciudades. Por eso aprendí que no basta con tener el conocimiento médico, pues las personas necesitan también otras atenciones dadas en el buen trato, el cariño, el respeto, el afecto… Eso diferencia a los médicos cubanos donde quiera que estemos», confesó Cruz Martínez, quien había participado en la Misión Milagro en Venezuela durante siete años. Su esposa también tuvo esa experiencia durante un año en la nación bolivariana.

Defienden el compromiso social de una profesión, cuya esencia es servir a otros. Pero también son consecuentes con el compromiso social de un país que comparte lo que tiene.

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