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Ser veterinario es mucho más que curar animales

La salud de todas las especies, incluida la nuestra, entra por la boca, aseguran nuestros entrevistados, quienes en sus avales atesoran experiencias
que sustentan esta valiosa tesis

 

Autor:

Marianela Martín González

Ramón Lesmes Fernández Gómez es una voz autorizada para hablar de la ganadería en Cuba, y si alguien le pregunta qué es lo que la tiene estancada, sin titubeos dice que «la mayor responsabilidad recae en la falta de alimentos, porque no se trabaja lo suficiente para garantizarlos».

A este reconocido médico veterinario le indigna que el programa de siembra de plantas proteicas, impulsado por Fidel, se apagara; y asegura que hasta que no haya comida suficiente para los animales seguiremos escuchando justificaciones y la masa ganadera no crecerá.

Quien fuera conocido en el mundo profesional como Mongo Balacera, por su frontalidad para combatir la chapucería y el desgano, participó en la organización y producción del plan del millón de litros de leche diarios, en la antigua provincia de La Habana (actualmente Artemisa y Mayabeque). Meta lograda en ese territorio durante varios años de la década de los 80.

Ramón Lesmes Fernández Gómez. Fotos: Cortesía de los entrevistados

«Hoy los teóricos dicen que fue una proeza debido a la cantidad  de recursos que existían, algo que hasta cierto punto es verdad, pero se necesitaba cerebro para organizar el sistema productivo que hizo posible ese logro. También había que visitar los sistemas de ordeño en plena madrugada y garantizar el alimento de los animales todos los días», señala.

Antes de graduarse como médico veterinario, Mongo integró la Brigada Conrado Benítez y alfabetizó a jóvenes de su edad y a otros que se la duplicaban. En 1969, cuando egresó como médico de la Facultad de Veterinaria tenía 22 años. Era alto y delgado como lo es ahora. Su vista era envidiable, no como en la actualidad; y en su interior encontrabas tremendas ganas de «comerse» el mundo, las cuales prevalecen aún con sus 78 años encima.

A este granmense lo ubicaron recién graduado en el Centro Genético Bijirita, en el municipio de Boyeros, donde se encargaban de obtener la raza Siboney de Cuba y la masa ganadera que allí se atendía era la F1, Holstein cebú. Por lo que significaba en la producción lechera, el centro era visitado frecuentemente por Fidel, quien indicó construir vaquerías y casas para los trabajadores con asesoría de constructores profesionales, pero con el esfuerzo de hombres como Mongo.

Al preguntarle cuál es la misión de un buen veterinario da una disertación que nos deja perplejos, pero recalca que nunca un veterinario debe estar ajeno a la comida de los animales. Tiene que vigilar la calidad de los pastos.

«Hay que ser veterinario zootecnista que domine la tecnología de la crianza de los animales. Hasta los que trabajan en consultorios para animales afectivos deben dominar cómo se crían y alimentan estos», puntualiza.

Por aquellos tiempos en Bijirita, asegura este científico —que es miembro de honor de la filial habanera de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria—, se disponía de todos los recursos para diagnosticar enfermedades del ganado. Él se apoyaba en el laboratorio de Arroyo Arena donde se confirmaban los diagnósticos.

Mongo también dirigió los servicios veterinarios de la Empresa Ganadera XX Aniversario del Granma. Luego asumió como director de la Empresa Pecuaria de Isla de la Juventud.
Más tarde se desempeñó como especialista principal y subdirector en la otrora provincia de La Habana, la cual tenía 19 municipios.

«La salud de todas las especies, incluida la nuestra, entra por la boca. Tanto es así que en 1978 tuve la experiencia de ser oficial médico veterinario del Estado Mayor de la Misión Militar Cubana en Etiopía. Garantizaba la salud de los combatientes al supervisar la calidad de los alimentos que consumían. Me otorgaron por eso la Medalla de Internacionalista de Primer grado», comenta orgulloso.

Por una salud

Cuando hace casi 30 años la doctora Irais Atencio Millán llegó como técnico medio en veterinaria al Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri (IPK), las doctoras Omayda Pérez y Gladys Ramos, jefas inmediatas de ella, le advirtieron que no querían mediocres trabajando en el biotario. 

«Omayda, quien ya murió, me hizo un gran favor al decirme que me daba de plazo un mes para que me preparara e hiciera las pruebas de ingreso para entrar a la Universidad y graduarme como médico veterinario. Gladys ha seguido conmigo como una madre con su hija, ayudándome para que continuamente me supere, como he hecho siempre», asegura.

Por muchas razones Irais considera al IPK como su casa y sus compañeros son parte de su familia. Menciona con
especial simpatía a la doctora Lázara Rojas Rivero, quien fue subdirectora de la entidad en el momento en que ella ingresó a la institución, y ahora es asesora científica suya en el área de investigación, donde ambas se desempeñan.

Irais Atencio Millán. Fotos: Cortesía de los entrevistados

Igualmente manifiesta satisfacción por trabajar con una directora tan prestigiosa como la doctora Guadalupe Guzmán, reconocida figura en el campo de la virología médica; y haber conocido directamente al doctor Carlos Miguel Finlay, nieto del célebre científico Carlos J. Finlay.

Al ser inquirida sobre el rigor de las labores en el laboratorio de referencia nacional sobre parasitismo intestinal donde trabaja, asegura sentirse siempre segura y complacida con los diagnósticos que realiza. Entre sus mayores orgullos considera el haber criado a su hijo con muchos sacrificios y limitaciones, pero con todo lo requerido para que hoy sea técnico medio y un hombre de bien.

El IPK cuenta con un órgano de base perteneciente a la filial de La Habana de la Asociación Cubana de Medicina Veterinaria, el cual ella lidera, y aprovecha para participar junto a sus compañeros en eventos científicos donde se intercambian experiencias y fijan compromisos, entre ellos trabajar por una salud.

Eso significa garantizar la salud de los animales para evitar las zoonosis (enfermedades que los animales transmiten a los seres humanos). Su andar en ese propósito data desde 2010 cuando se hizo máster en Parasitología e investigó sobre Toxoplasma.

«Lo hice en carne de cerdo para el consumo humano. Esa tesis demostró que la seroprevalencia en carne de consumo humano proveniente de animales de traspatio era más baja que en los criados con pienso. Reafirmó que es necesario la cocción de las carnes a altas temperaturas, porque si el pienso es invadido por roedores y otras especies, el cerdo se contagia y luego este contagia al ser humano», asevera, e indica que nunca consumamos carne de vuelta y vuelta por apurado que estemos o por la creencia de que semicruda nos alimenta más.

*El 24 de marzo de 1961 el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz firmó la Resolución número 254 del Instituto Nacional de la Reforma Agraria con la cual se funda la Sección de Sanidad Pecuaria que unificó los servicios veterinarios de la nación. Es por esa razón que la fecha ha quedado instituida como el Día del Trabajador de la Medicina Veterinaria en Cuba.

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