Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Hacer siempre algo útil para los demás

Antonio Guerrero, Héroe de la República de Cuba, conversó con integrantes de la vanguardia artística juvenil de Camagüey

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— Escribir y pintar fueron necesarios para sobrevivir el encierro. Yo no dejaba de pintar y de escribir, ni cuando encadenado por las muñecas, por la cintura y por los pies, nos sacaban al patiecito de la cárcel.

Así les contó Antonio Guerrero, Héroe de la República de Cuba, a integrantes de la vanguardia artística juvenil de Camagüey.

«Para no dejar de escribir, me las ingenié para ponerme dos medias y esconderme, entre ellas, el lápiz y el pedacito de papel, cuando nos sacaban encadenados al patiecito. A veces, al revisarme descubrían ese tesoro, pero no siempre me lo quitaban... Es que, para los Cinco, era importante crear», reveló.

Antonio aconsejó a los artistas levantarse todos los días pensando en hacer algo positivo, bonito y útil, y no solo para ellos mismos, sino para los demás.

«La capacidad del ser humano es infinita, y esa capacidad te asombra al demostrarte cuánto más podemos hacer y serle útil a la vida. Ese es uno de mis aprendizajes en los años difíciles de encierro: el arte, la cultura, la poesía y la pintura fueron vías para sentirme libre».

El Héroe cantó la letra de El Mayor, de la autoría de Silvio Rodríguez, como también escuchó, en su honor, la voz de la joven Lolixaidys Díaz, quien interpretó Su nombre es pueblo (A los héroes), de Sara González.

Narró cómo conoció a un afroamericano que compartió con él su cartulina y lápiz. «Me invitó de manera categórica a pintar. Desde ese momento el intercambio a través de la pintura creció entre nosotros, hasta que nos convertimos en compañeros de celda.

«Nunca antes había pintado, aunque mi profesión me acostumbró a realizar constantemente trazos sobre cuadrículas. Esa rutina me ayudó a pintar cuadros a través de esa técnica, la que perfeccioné con el tiempo».

Develó que el primer retrato que dibujó fue el de su madre, y luego al Che. «Poco a poco me fui convirtiendo en un dibujante, que “competía” con un indio nativo, que lo hacía para vender.

«La diferencia entre él y yo era que en mi caso lo hacía para ser libre. Por eso le dije: “No te preocupes que aquí el pintor eres tú, yo solo lo hago por sentirme mejor y más libre.

«Luego aparecieron los lápices a colores y le puse color a mis pinturas. Después llegaron las acuarelas, detrás los pasteles, y así llegué al óleo, que me transformó en un hombre mucho más libre, más ocupado y con mucha más suerte que otros en el penal, a pesar de mi sentencia.

«Recuerdo, narró, que hubo un encierro de casi un año. ¡Imaginen a un hombre en un cuartico muy pequeño con solo un rollo de papel higiénico...! Convertirme en un pintor fue la mejor de las suertes durante ese largo aislamiento. Así nacieron los cuadros de las mariposas, luego los de las flores autóctonas y el de Fidel, que formó parte de mi vida desde ese momento en aquella prisión.

Puntualizó que hizo los cuadros de Silvio en sus conciertos por los barrios, porque el cantautor le hizo llegar varios retratos de estas giras y los fue combinando, a petición suya. «Se multiplicaron a tal punto que, de la noche a la mañana, los dos cuartos se llenaron de obras, y así nació la primera exposición».

Al igual que la pintura, le resultó agradable inventarse un poema, que de la misma manera lo hizo sentir una gran sensación de libertad.

Ese instante era «como si cogiera el pincel, la brocha, y le pusiera pintura a mis cuadros a través de la poesía».

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