Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La décima fue mi primer amor

Yunet López Ricardo, una muchacha de prosa y verso, comparte su pasión entre la música guajira, el periodismo y la enseñanza del arte en decasílabos a las nuevas generaciones

Autor:

Hugo García

En esta profesión uno se enamora de las personas en general por la exclusividad de lo que hacen, por la personalidad que trasciende su ámbito o por sus modos de decir... Un poco de todo eso me sucedió con esta madruguera. Me pasó inadvertida la primera vez que la divisé andando por las décimas, mas no tardó en estremecerme al volver a oír su voz juvenil haciendo y deshaciendo entre tonadas.

La escuché con curiosidad, tratando de desentrañar el misterio con el que hilvanaba melodía y estrofas con prontitud, seguridad escénica y dominio del lenguaje. Rodeada de colegas (como lo había hecho en otros espacios, pero con el encanto de la inmediatez ante mí) desafió varios pies forzados —hasta cuatro en la misma décima— y luego volvió desde el verso diez al uno, algo que me pareció como acariciar el récord de Javier Sotomayor con la misma facilidad con la que se camina por las calles.

Desde ese día quise entrevistarla, aunque parezca raro que un periodista interrogue a otro. Pero supuse que se entendería esta conversación como algo más que un diálogo del gremio. La idea era conversar con la artista improvisadora, aunque el talento para hacer periodismo viene del mismo lugar del que se componen décimas.

Yunet López Ricardo es una joven periodista de Juventud Rebelde que hasta hace muy poco era la corresponsal de este diario en Mayabeque, su provincia natal. Allí imparte clases (luego de haberse graduado como alumna de esas enseñanzas) en el taller de repentismo infantil Rigoberto Rizo, nombre inspirado en su bisabuelo, destacado improvisador conocido como El Saltarín de Madruga, uno de los de la llamada generación de oro del género en Cuba durante los años 40 del pasado siglo, a quien esta joven profesa una devoción inmensa y conmovedora.

Para hacer honor a esa admiración, crea magia con los pequeños que se acercan al arte de improvisar. Tal vez ayude en ese empeño su carácter encantador, su alegría infantil y su bondad a prueba de todo. Pero para conocer una historia, lo mejor siempre es empezar por el principio.

Un laúd la esperaba

«En mi familia dicen que cuando nací ya había un laúd esperándome», cuenta Yunet para ilustrar algo de sus comienzos. «La mía es una casa de punto guajiro, poetas, músicos, y con eso he convivido siempre. Recuerdo verme, tal vez con cuatro años, corriendo por el pasillo de la Casa de Cultura de Madruga hasta el escenario, donde ensayaba una orquesta para dar inicio al guateque.

«Aprendí a hacer los primeros versos a los seis años. Me enseñó mi abuela paterna, Graciela Rizo, quien también es poetisa. Sucede algo curioso y es que todos en mi familia hacemos décimas menos mi papá. Dicen que a él le gusta tanto el punto guajiro que todo me lo dio a mí. Luego, en el taller de repentismo, aprendí cómo hacer la décima y descubrí que podía improvisarla», precisa.

El campo es el escenario natural de la improvisación, de las costumbres guajiras. Así lo defiende Yunet. «El repentismo es un fenómeno con raíces en el campo. Puede verse en las ciudades, pero prefiero el guateque en el portal de un guajiro, con el olor del monte unido a su espontaneidad y nobleza, aunque no por ello en las urbes dejan de existir buenos improvisadores.

«No comparto el criterio de que ya la décima dejó el bohío y fabricó su casa en el asfalto. Es imposible obviar los orígenes. Sería como decir que el rock, porque también encuentra simpatizantes en el campo, es un fenómeno rural. Si hablamos del repentismo actual, en el campo viven y se desarrollan sus grandes exponentes (poetas, músicos y promotores naturales). Por tanto, allí tiene más fuerza», respalda con orgullo de muchacha natural.

Quizá una parte de ese orgullo es el que la ha hecho andar por el mundo de la poesía oral, que pareciera destinado solo a hombres.

«Hay pocas mujeres improvisadoras en Cuba. Habría que realizar un estudio sobre esa situación y sus causas. Tonadistas sí existen muchas. Estas son quienes cantan la décima con diversas melodías, pero no la improvisan. En mi caso, ser mujer me beneficia por la exclusividad: con los dedos de las manos cuento las muchachas improvisadoras que conozco. Pero es un anhelo mío recorrer la Isla, porque me muevo solo en el occidente del país. Tal vez existan muchas más con talento, pero olvidadas por los medios de comunicación y por tanto desconocidas para mí», confiesa con las ganas de andar más y ayudar a mostrar lo que no se ve, en esa pasión mezclada de periodista y poetisa.

En varias ocasiones Yunet López ha ido por el mundo improvisando viajes y metáforas en décimas. Varios son los festivales interesados en promocionar el repentismo que se hace en cada rincón del planeta. Y en esos empeños, la joven poetisa anduvo por Europa y nos cuenta.

«El año pasado tuve la posibilidad de participar en una gira por seis ciudades de Italia, y estar también en Barcelona. Allí, además de tradicionales vertientes del repentismo, como la controversia o el pie forzado, hicimos espectáculos que mezclaron improvisación y teatro. Cada día se llenaron las sillas de los auditorios; el público nos disfrutó mucho», rememora.

De su reciente travesía por San Sebastián, País Vasco, y su participación en un Festival Internacional de Improvisadores, Yunet ilustra que la idea era dar a conocer las diferentes expresiones culturales de la improvisación en cada sitio. Por allá estuvo junto a los repentistas Yoslay García, Irán Caballero y la investigadora Patricia Tápanes. «Controversia, tonadas, pies forzados, piropos y otras modalidades les mostramos a personas que quizá nunca habían escuchado a un improvisador cubano», resume.

¿Se apaga la tradición?

«Si de calidad se trata seguimos amaneciendo, pues son impresionantes las estrofas que en segundos logran nuestros improvisadores, con altísimo vuelo poético y conceptos claros. Por esa línea está el repentismo actual, capaz de sorprender a los oyentes. En las canturías encuentro a muchísimos jóvenes. Quienes afirmen que a los más nuevos no les gusta el punto guajiro, los invito a ir y observar al público», respalda convencida.

«Los ocasos a veces los tenemos en los medios de comunicación, que siguen teniendo a la tradición campesina bajo una mirada lastimosa. Me gustaría ver a los improvisadores no solo en Palmas y Cañas; ese espacio se ha convertido en el único donde pueden actuar los representantes del género. Deberíamos explotar mucho más las posibilidades de la décima improvisada, que no es una melodía aprendida, sino que tiene la facilidad de hablar de todo», razona con conocimiento de causa.

Y considera que existen oscuridades teóricas. «Este es un campo casi virgen si de investigación se trata. Alexis Díaz-Pimienta sobresale con su Teoría de la Improvisación, que es el estudio más exhaustivo que se ha hecho del tema, pero hay mucho mar por explorar todavía. Las instituciones involucradas pueden hacer más en cuanto a promoción, reconocimiento de las personalidades o motivación a quienes enaltecen el género», recomienda.

«Uno de los mayores problemas que tiene el repentismo es que la obra buena se difunde muy poco, se queda en los discos de mano en mano», reprocha Yunet. «Quiero que en Oriente sepan que en Matanzas está Luis Quintana, Irán Caballero, Yoslay García y tantos otros improvisando décimas que son como para quitarse el sombrero», expresa con la fortaleza de quien sostiene en sus hombros una historia y un sentir que no eclipsan.

Por esa tradición se ha desvelado esta poetisa, primero como alumna y hoy como profesora de esa hermosa iniciativa que es el taller de repentismo infantil Rigoberto Rizo, en el que niños de todas las edades dan sus primeros pasos hacia los versos decasílabos y el sentimiento guajiro.

«Regresé al lugar donde me crecieron las alas de la improvisación. Hoy tengo 15 niños en el taller, desde cuatro a 14 años de edad, y aprendo cada día de esos duendes traviesos. Muchos padres y abuelos se han incorporado y ya escriben e improvisan la décima. No pretendo que todos sean improvisadores», confirma.

Y como la vida siempre se empeña en ponernos ante elecciones, no resisto la tentación de situar a Yunet en una encrucijada de la que ella sabe salir. «Siempre llevaré el periodismo y la poesía de la mano.

«Nací poetisa. Desde los seis años escribo redondillas y ya a los 11 hacía cuatro pies forzados en una décima y luego la cantaba del verso diez al uno sin que olvidara ningún verso o perdiera la lógica; ese es mi primer amor. Pero también me gusta escribir, descubrir las historias de la gente; disfruto mucho la crónica y quiero crecer en el periodismo», sentencia como pronóstico del futuro.

Para no despedirnos sin versos ante esta muchacha que combina estrofas y prosa, le pido que nos regale la décima que atesora con mayor cariño.

«Recuerdo con gran afecto una de las primeras que improvisé cuando estaba en el taller de repentismo, hace más de diez años. Me pusieron como pie forzado Y mirando lo que soy. Entonces canté: «Abuelo, querido abuelo,/ tu herencia ha quedado en mí/ con el rojo del rubí/ que encendiste con desvelo./ Quieres que yo toque el cielo/ por eso mi alma te doy,/ y si es que en tu pecho estoy/ no paso ni un día triste,/ recordando lo que fuiste/ y mirando lo que soy».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.