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Malpaso: tres son amigos, tres los culpables

De las autorías de Ray Fernández y Carlos Lage, salió a la luz a finales de 2020 el fonograma Malpaso, disponible desde entonces en plataformas digitales

Autor:

Aracelys Bedevia

Darle continuidad a los proyectos iniciados poco antes de la pandemia y generar otros igual de valiosos es prioridad para la mayoría de los músicos cubanos, quienes contra viento y marea se mantienen trabajando, a pesar de las limitaciones que impone la presencia de la COVID-19 en el país.

Ray Fernández y Carlos Lage son dos de ellos. Recientemente ambos trovadores involucraron en sus «malos pasos» al poeta chileno Ángel Domper y a la casa discográfica más antigua de Cuba (Egrem), y les salió bien. De esa complicidad vio la luz, a finales de 2020, el fonograma Malpaso, disponible desde entonces en las plataformas digitales.

Inspirado inicialmente en la poesía de Ángel, Malpaso es un disco de amores y desamores, como lo califica Ray Fernández, y de confesiones detrás de una copa, según Carlos Lage. Pone al descubierto vivencias personales relacionadas con sus autores: tres amigos un poco «locos» o demasiado cuerdos porque bien saben lo que hacen.

Ya lo expresó Carlitos: «Como canicas rodando entre el azar y el acierto, llegan estas canciones hasta la ruleta marcada sobre la tierra blanda de las emociones. Tres son amigos, tres los culpables y tres los amoríos que se juntan bajo un mismo sentimiento».

Malpaso canta al amor, a La Habana, a los hijos, a la pareja, a los amigos. Hay en este álbum, nacido como resultado de un ejercicio de creatividad conjunta, seis poesías cancionadas de Ángel Domper, así como tres temas inéditos de Ray Fernández e igual número de Carlitos Lage. Si bien no faltan el flamenco, el son, el chachachá, el pop y hasta el country, en este buen paso, el bolero y la canción son los grandes protagonistas.

El octosílabo de Ray y el apego al género bolerístico de Lage marcan para bien la placa. Se difuminan en ella los límites entre la música y la poesía, como resultado de un proyecto en el que sus principales artífices asumieron, igualmente, la producción y dirección artística.

Bárbara Zamora, de la agrupación Anacaonas, el trovador Kelvis Ochoa y la compositora e intérprete Mane Ferret acompañan a Ray y Carlitos en este viaje musical. Cuentan que, en principio, Ray iba a cantar solo, pero no le pareció justo porque, en su opinión, estaría muy signado. «Tremenda puntería la selección de las voces», afirmó el conocido trovador luego de tener en sus manos el resultado final.

Con su verso pícaro y décimas redondas, Ray Fernández transita por diferentes géneros mientras los otros intérpretes se mantienen por lo general en la canción. Imposible no detenerse en las interpretaciones de Hermano mío (Ray Fernández y Carlos Lage) y de piezas como Habana en mí, Caminos, Mar, Vamos (Bárbara Zamora) y Látigo de sal (Mane Ferret).

Entre los participantes sobresalen músicos como Rey Ugarte y Yibran Rivero (guitarras); Gastón Joya (contrabajo), Miguel Ángel Valdés (bajo eléctrico), Cucurucho Valdés (piano). También están David Suini (percusión cubana y misceláneas), Rodney Barreto (batería) y Christopher Simpson (violines).

La lista de invitados incluye, además, a Miguel Valdés, Roylan Carballoso, Yenisel Seva, Alejandro Delgado y Armando Ozuna. La grabación, mezcla y masterización corresponden a José Raúl Varona. La fotografía es de Alessandro López y Richard Hernández, y el diseño gráfico de Juan Carlos Viera.

Quien ve la portada, y hago mías aquí las palabras de Ángel Domper, «podría pensar que es un disco de tristezas y dolores, efectivamente. Pero es un disco alegre porque todo pasa, entonces al final hay canciones de todos, letras de todos, todas más o menos tienen una misma corriente. Es un disco que se hizo con muchísima alegría, tremenda alegría, y hoy en día escucharlo nos da tremenda felicidad».

Malpaso, destacó la musicóloga Heydi González, coproductora, requirió mucha sapiencia y estudio. También adaptarse a circunstancias extremas, pero «definitivamente es un disco de obligada escucha en estos tiempos tan convulsos musicalmente. Creo que su factura, su acabado final, invitan a la escucha y, por supuesto, lo que encontramos dentro no nos defrauda».

Es un paso más en firme en la carrera de sus autores. Un fonograma intenso y disfrutable en el que, con absoluto desenfado, se defiende —por encima de todo— un género musical romántico, cadencioso, suave y conmovedor.

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