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Gape en un campo de batallas

Con su disco Oda al Plagio, Yunier Pérez, Gape, conquistó el premio Cubadisco 2021 a Nuevo Cantautor. Tras la propuesta, asoma un joven artista que sobrepone su obra a las contrariedades del panorama musical moderno

Autor:

Iris Celia Mujica Castellón

Supe de Gape, el trovador, cuando los azares del oficio me llevaron hasta Ópera de la Calle en su aniversario. Quería conocer algunos de los artistas y ahí me presentaron a este joven, del que confieso haber escuchado entonces algún que otro tema. Días después de un intercambio sobre la experiencia en la compañía, el seudónimo artístico ligado al nombre de Yunier Pérez, comenzó a aparecer en titulares de espacios informativos, sitios culturales, redes sociales. Los medios voceaban los ganadores del Premio Cubadisco 2021 y entre ellos, en la categoría Nuevo Cantautor, reconocí el sello de Gape con su más reciente producción, Oda al plagio.

«Una profunda y sutil melancolía a casi icónicos parajes de sarcasmo», apunta Tony Ávila en las notas de esta propuesta discográfica. «Como pateándole el trasero a los tiempos modernos —agrega el popular creador— emerge de canción en canción un trovador que propone, que viene arañando la tierra desde el anonimato».

No tardé en llamarlo porque sabía que en la primicia había tela para cortar y que detrás de los anuncios se nos podía escurrir alguna historia interesante. Respondió al instante, y con una alegría contagiosa nos pusimos a escribir esta entrevista, a cuatro manos, en un envío y reenvío de preguntas y respuestas. Eso sí, «comentadísimos» en una idea: si quieres conocer al artista, entonces déjalo ser.

«Gape es un anciano de unos 13 o 14 años atrapado en el cuerpo de un joven de 37, que sueña con llegar a ser un niño de goma. Como todo niño, correctamente nos irrespeta. Es un perro sarnoso y un martillo, un gusano y una pelusa del diente de león que gusta de los días grises y las noches rojas. Gape, con algo de Beatleano y Quevedino, y mucho de Nitzscheano, es también un montón de Yunieres, es un campo de batalla», se describe.

No puede huir de la poesía. Es su medio natural, su modo de ser, de hablar, de transmitir. Él es su propia letra y también un chico como otro cualquiera, que un día descubrió una pasión irrefrenable por la música y la composición. «Cuando me licencié en Historia del Arte, entré a cumplir mi servicio social en el otrora Centro Provincial de la Música Popular. Cuando terminé esta fase, me dediqué a realizar pequeños trabajos particulares y a estudiar canto hasta que llegó la oportunidad de la audición en la compañía», cuenta.

«Ya había escuchado hablar sobre Opera...y un día un amigo me avisó. Lo siguiente fue presentarme a las pruebas, que, dicho sea de paso, incluían canto, baile y actuación, y con mucha suerte las pasé».

—¿Qué representa en la trayectoria profesional de Gape entrar a esta agrupación?

—En la Ópera, como solemos llamarla los que llevamos su misma sangre, aprendí que existen hermanos mellizos de padres dispares (…). Aprendí el arte de ser artista; lo capté en las tablas del Arenal (antiguo cine convertido en sede de la compañía). Aprendí que se pueden vivir todas las vidas en una sola.

—¿Entonces comenzó la carrera profesional?

—Hay quien opina que la carrera comienza con el salario, y quien asegura que con la academia. Cuando Dios despertó, mi vocación para el arte todavía estaba allí... aunque para este que soy, sin embargo, faltaban todavía eones.

—¿Que define la música de Gape?

—No sé qué la define, sé qué quisiera que la definiera: la voluntad de no ser nunca la misma; la voluntad, como le escuché a Sabina, de permanentemente traicionar al público.

—¿Por qué la canción de autor?

—Porque aunque no creo en ella, incluso así, placebo, prefiero la libertad.

—¿Qué otros géneros seducen a Yunier Pérez?

—A veces se me monta un vocalista cover, y canto Los Commodores, y Sting, y Little Richard y Bruno Mars, y Lawton se alegra. Otras veces soy abakuá y operático y me vanvaneo la garganta con songo y guaguancó, y el esqueleto se me pone rumbero y me aplauden el esfuerzo… y soy feliz.

—¿Influencias?

—Fidias, Buarque, Duchamp, Serrat, Cuní, Derrida, Nuréyev, Lam, Hopkins Jacques Brel, Bernini, Elis, Louis Armstrong, Poe, Formell, Michael Jackson, Guillén, Nietzsche, Dalí, Silvio, Pablo, John Lennon, Paul, Martí, Archimboldo, Moré, Charlot, Casal, Dylan, Gades, Giotto, Sartre, Pascoal, Bola de Nieve, De Saint-Exupéry, Fidelio, Debussy, Allen, Pávlova, Scoffier, Donatello, Gal, Cervantes, Houdini, mis hermanos de la trova. Estos y otros gigantes. El arte es uno cuando es arte antes.

—¿Qué es lo más complicado para un joven cantautor en estos tiempos?

—Lo más complicado es, y siempre ha sido, tocar las estrellas haciendo arte, sin mendigar aplausos ni dar la espalda a uno mismo. Hay que cuidarse de dar la espalda al mercado, puede ser peligroso.

Lo cree en serio. «No nos vemos porque no nos ponen, pero no nos ponen porque no vendemos», canta este verso en Rock para hacerte invisible por tus propios medios, uno de los 11 temas que componen la sagaz propuesta de Oda al plagio. Son letras y acordes para una realidad feroz que devora los sueños de muchos creadores.

«Este disco es hijo de un sueño, sobrino del esfuerzo y primo hermano de la suerte. Nació como resultado de haber ganado, en 2018, la beca de creación musical Ignacio Villa a la que convoca la Asociación Hermanos Saíz. Así surgió la oportunidad de grabarlo bajo el sello Egrem.

«No hubiera sido posible sin el equipo que me permitió confiado, reposar, dándome sombra como un árbol inclinado hacia mí. Entonces, mi justo y placentero agradecimiento a Pepe Gavilondo, a Yasel Muñoz, a Kike y Katia, a Tony Ávila, a Gretel Garlobo, a Giraldo García, a Maygred Bourricaudy, a Marcos Morales, a Degnis Bofill, a César Ochoa, a Carolina Rodríguez, a Ernesto Herrera, a Raúl Fernández, a Alejandro (Coqui) Calzadilla y a Mario Salvador.

«Oda al plagio ofrece lo que soy, supongo que no es poco darse por completo en los tiempos que corren».

—¿Qué es lo más especial de este disco?

—Las 11 canciones que rescribirán las cócleas y los tímpanos de quienes se acerquen con sensibilidad mayor a él. Lo más especial son los mil universos que le faltó por explicar. La colección de nostalgias y de olvidos, el terciopelo por bluetooth de los sonidos. El holograma pixelado del amor. El cromatismo de cromas. La tempestad dicha en broma. El color. Todo el color. Siempre el color.

—¿Qué oportunidades abre para Gape el premio a Nuevo Cantautor del Cubadisco 2020-2021?

—Ya veremos.

—En estos tiempos atípicos ¿cómo el público puede acceder a la música de Gape, escucharlo, seguirlo?

Oda al plagio está, por lo menos, en Spotify, en Youtube, en iTunes y en Deezer. Debido a la COVID-19, ha sido imposible sacarlo en físico. Una vez que la situación se normalice volveré a las peñas en las que habitualmente me presento: Tres Tazas, en el Pabellón Cuba, y Trovándote, en el Patio de la Egrem, de Centro Habana. Volveré a mis conciertos periódicos en La Fábrica de Trova y los distintos festivales del país.

—Planes entre manos…

—Estoy conformando el equipo de trabajo para la realización de mi primer videoclip. Sueño con grabar pronto mi segundo álbum de estudio. Tal como me propuse desde un principio, recreará atmósferas diferentes a Oda al plagio, con canciones que ubicarán al escucha, lo mismo en La Habana de los años 50, gansteril y americanizada, que lo pondrán frente a frente con el asesino en serie más grande en la historia de EE. UU., pasando por una visita «expreso» al paraíso. También tengo proyectada la conformación de mi banda y la creación de mi primera peña. Fuera de esto, mi proyecto vital sigue siendo el mismo: existir auténticamente.

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