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Zaida del Río: siempre estaré en búsqueda

Una de las figuras clave del arte cubano contemporáneo, más que pintora, dibujante, escultora, grabadora o artista, es un ser humano noble, sensible e inmenso

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Imaginamos que una pieza de la música clásica aderezaba nuestro diálogo. «Hoy he tenido un día intenso y a mí siempre me gusta escuchar música, sobre todo cuando trabajo, pero ahora necesito relajar la mente y el cuerpo», me dijo. Se acomodó en el sofá y aligeró su cabello. Un rato después empezó a llover y ofrecer una copa de vino blanco fue un gesto tan bello de quien, recién nombrada Premio Nacional de Artes Plásticas 2023, merecía ser atendida aun en su propia casa.

Zaida del Río es auténticamente sencilla. «Si tengo mucho, vivo con mucho, y si tengo poco, puedo adaptarme perfectamente a vivir con eso. Tiene que ver con mis orígenes, nací sin nada y he logrado tener todo lo que he deseado. He sido afortunada pero también me lo he ganado».

—Cómo ha sucedido con la distinción otorgada…

—Pienso que sí. Ya me tocaba hacía tiempo y eso no quiere decir que no reconozca la obra de mis colegas a quienes se lo entregaron antes. Realmente he estado muy contenta con sus reconocimientos, pero también considero que mi obra ya lo merecía. Lo que sucede es que, siendo mujer, a nosotras todo nos cuesta más.

«Si bien hemos tenido la libertad de hacer lo mismo que los hombres en este país, tenemos una carga superior, extra, y nos ha tocado esforzarnos el doble para demostrar nuestra valía. Eso sí, que me consideren a la par de mis colegas, de otros artistas…».

—Ha producido una obra vasta y diversa. ¿Cuánto cree que ha hecho usted por la cultura cubana?

—He hecho bastante por la cultura de este país, eso creo. Me he quedado aquí, he trabajado mucho, he estudiado para abordar puntos interesantes de la creación. He participado de la vida cultural y he estado pendiente de la danza, del cine, de la música. A nivel internacional llevo el nombre de Cuba bien alto, y mis obras derrochan cubanía por todas partes. De hecho,
prefiero mostrar mi trabajo aquí primero.

—¿Cuánto el mercado ha condicionado su quehacer? ¿Vive del arte?

—Sí, vivo de mi arte. El mercado no me ha condicionado nunca porque he tenido la suerte de que mi obra siempre ha sido muy bien recibida. No he tenido que hacer concesiones para vender. Lo que sí ha sucedido desde hace un tiempo es que ha sido necesario variar ciertas cuestiones. Una tiene que estudiar los consumos que hacen los demás. Por ejemplo, desde hace unos años las personas no compran tanto obras en papel o en cartulina, por cuestiones relativas a la conservación posterior.

«Prefieren comprar tela, que no requiere marcos ni cristales, pues bastan dos palos para colgarlas, y para trasladar las obras basta enrollarlas. Tampoco las personas tienen paredes tan grandes para colocar piezas como las que me gusta hacer a mí, de grandes dimensiones. Una tiene que seguir creando, pero adecuándose a la impronta de los tiempos».

—Pienso que no solo se compra su obra, Zaida. Compran todo lo que representa un pedacito de usted, a quien además le rodea mucho misticismo…

—Hay mística a mi alrededor, es cierto. Cuando alguien quiere una obra mía, se está llevando parte de mis lindos sentimientos por la vida, de mi energía positiva, y algo de eso se compartirá una vez que la pieza se coloque en algún lugar. Recuerda que en mi caso, además, todo ese misticismo es real. Soy una persona de mucha fe, me gusta incursionar en otros mundos, investigo para eso. Me propongo retos y los supero.

—¿Retos? Como el de cantar, recordando a su padre, en aquel disco…

De mi padre lo aprendí es un disco que sirvió para complacerme a mí misma. Son diez canciones que adoro, y siempre tuve el deseo de cantar. Fue lo que quise hacer antes de iniciar mis estudios en las Artes Plásticas.

«Entonces, en ese álbum están temas de Manuel Corona, como Longina y Santa Cecilia; Amorosa guajira, de Nené Allué; Una rosa de Francia, de Rodrigo Prats, y El amor de mi bohío, de Julio Brito. No tengo estudios académicos de canto pero disfruté mucho ese fonograma, en el que además aporté imágenes de mi obra y mi hijo Cristhian le puso un toque especial con sus fotografías».

—¿Tiene algún encargo o algún interés personal para próximas obras?

—Cuando viaje a Italia próximamente, haré algunos muranos, y tengo piezas en bronce en el taller en Estados Unidos que debo traer. Estoy haciendo unos collages con fotos intervenidas de bailarines de Acosta Danza, obras en cartulina. La danza me ha inspirado mucho. Yo la estudié con 40 años y estuve una década en eso.

«No quise ser bailarina profesional, pero bailé y los videos dan fe de ello. Estuve en la década del 90 en la obra Terriblemente inocente, de Alídice Núñez, y fue un gusto inmenso que pude darme. El Premio me exige hacer una exposición, eso es inviolable, así que tengo que trabajar para terminarla».

—¿Desea experimentar en otra manifestación artística?

—Yo tengo que pintar mucho. Sin embargo, no te niego que me gusta la idea de experimentar en el teatro y en el cine. Es una sensación nueva, importante, que me gustaría probar, pero todo eso lleva mucho trabajo en ensayos, montajes y las propias presentaciones. Yo estoy acostumbrada a otra dinámica. Tengo disciplina porque al menos dos veces a la semana pinto porque lo necesito, sin contar los encargos, porque, afortunadamente, siempre me llegan peticiones».

—¿Cómo ve a los jóvenes artistas? ¿Qué opina de sus propuestas?

—Estoy enterada de todo lo que hacen los jóvenes artistas. Es diferente la manera de crear, de proponer, pero es válida. Mi propio hijo, por ejemplo, tiene su estilo tan diferente al mío. Juntos hicimos la
exposición Aliento, mostrada en la galería Collage Habana, y la llevamos a Santa Clara. Si surge algún otro proyecto con él lo haría porque es mi hijo, la verdad es que no pienso en hacerlo con alguien más. Prefiero hacer cosas sola, con mi estética.

«A él mismo, a Cristhian, lo respeto mucho, como él a mí. Ni opino tanto sobre su trabajo ni lo critico. Es mejor que otra gente lo haga. Él podía haber elegido otra profesión, pero desde pequeño me ha visto pintando. Sin embargo, trabajamos en sentidos distintos. No hace lo mismo que yo, y eso es mejor. Él trabaja más las manchas, los estarcidos, y la figuración no tiene nada que ver con la mía. Tiene otro estilo.

«Se demoró en desarrollar su talento porque (y lo entiendo) no es fácil ser el hijo de… Noté su talento, pero no lo incité, preferí que lo decidiera solo, porque la presión es fuerte. Ser el hijo de Fulano o Fulana es una etiqueta que no te abandona. Yo no la tuve porque soy hija de guajiros, pero comprendo que eso sucede».

—Se muestra usted siempre inagotable…

La mujer pájaro surgió el día que lo pensé. Me parece que las aves, tan cercanas al cielo, y con ese símbolo de libertad perenne, son ideales. Tuve caballos, gatos, mariposas… Yo procuro siempre mostrar algo nuevo y por eso la gente va a mis exposiciones. Algunos artistas se repiten demasiado. Yo no cambio tanto la figuración, pero cambio de tema y no hago exposiciones si no hay algo nuevo. Siempre estaré en búsqueda.

«Tengo murales en diferentes lugares y me encanta ese trabajo. Ciertamente, demanda un esfuerzo físico y mental enorme, pero me gusta trabajar a lo grande. Hay uno en el Banco Financiero Internacional de Quinta Avenida que demoré cuatro meses en hacerlo, pero fue un resultado maravilloso. Hay que dominar el espacio, sentirlo, calcular bien. Al final, es muy gratificante».

—¿Qué le preocupa en esta etapa de su vida?

—No tengo preocupaciones. Estoy en un buen momento creativo. Tengo salud, mi familia y mis amigos más queridos también. Estoy bien. Yo soy de una generación que se acomodaba en un rincón a producir, a crear, a no pensar en técnicas o estilos de moda o en lo que otro artista hace. Me formé con otra escuela, y aunque ahora las posibilidades pueden aumentar con la tecnología, por mucho que avancen, siempre quedará la obra que hace un artista con sus manos.

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