Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La mujer cubana: inmensa en el deporte

En la historia de nuestro movimiento deportivo, la mujer ha tenido un rol primordial, no solo en el ámbito competitivo, sino también en el desempeño de las tareas encomendadas por el INDER

Autor:

José Luis López

Reza un viejo adagio que «las casualidades no están escritas». Mas, cuán grata resulta esta eventualidad un día como hoy, cuando toda la Isla festeja el aniversario 48 de la Federación de Mujeres Cubanas, y en Beijing, nuestras féminas no dan ni piden tregua en pos de una actuación que frisa los límites de la excelencia.

En la rica y triunfal historia del movimiento deportivo cubano, la mujer ha tenido un rol primordial, no solo en la balanza del exigente rasero competitivo, sino también en el desempeño y la interpretación de las tareas a ellas encomendadas por la dirección del INDER.

En este momento de celebraciones me permito recordar el aplomo de la jabalinista guantanamera María Caridad Colón, quien con un potente disparo de 68,40 metros en su intento inicial, se agenció en los Juegos de Moscú 80 el primer título olímpico de una mujer del área latinoamericana.

Pequeña y sin un somatotipo que «metiera miedo» a sus rivales, puso fuerza y corazón en ese envío, que la premió con la gloria olímpica.

También viene a mi memoria el historial de la corredora Ana Fidelia Quirot, ejemplo de tesón, entrega y talento competitivo en la prueba de 800 metros.

Quirot sufrió un accidente doméstico que la alejó casi por completo del deporte y todos los medios de difusión masiva del mundo, por el respeto y la admiración que sentían por la atleta santiaguera, se hicieron eco de esta contingencia. Los médicos, muchos de ellos especialistas en Medicina deportiva, trabajaron con ahínco hasta lograr su recuperación. Y cuando nadie imaginó un retorno suyo a la pista, esta valiente mujer calzó nuevamente sus zapatillas y volvió a triunfar en los escenarios más rigurosos. Sin lugar a dudas, una muestra elocuente de abnegación.

La ocasión es propicia igualmente para recordar la sonada medalla de plata conseguida en la cita olímpica de México 68 por la posta cubana de 4x100 metros, integrada por Marlene Elejalde, Fulgencia Romay, Violeta Quesada y la saeta Miguelina Cobián.

Ni siquiera aparecían en los pronósticos con posibilidades de escalar el podio de premiaciones, pues «debían caer» ante el empuje de otras postas de calibre mundial, como las de la URSS, Holanda y Australia, favoritas precompetencia, con corredoras a quienes la «madre natura» supuestamente había dotado de mejores atributos físicos para practicar este deporte: mejores talla y peso corporal.

Esta presea quedó en los anales de la historia como la primera lograda por el sexo femenino cubano en estas lides multideportivas.

De sensacional podríamos catalogar también la atracción que existe mundialmente por las judocas cubanas, quienes, guiadas por su avezado entrenador Ronaldo Veitía, han levantado el graderío de cuanta instalación les ha sido propicia para exhibir sus letales ippones.

Apartándonos un poco de la esfera propiamente competitiva, vale citar lo trascendental que ha sido el trabajo de nuestras mujeres en los Círculos de Abuelos. Ellas hacen realidad diariamente nuestro lema de «Deporte se Salud».

Las féminas de la Isla también han brindado su colaboración deportiva a países del área centroamericana, caribeña y sudamericana, los cuales han mejorado ostensiblemente su nivel cualitativo. Y muchas de las medallas que han alcanzado los deportistas de esas naciones en disímiles eventos internacionales, llevan la impronta del magisterio tributado por ellas.

Beijing entre féminas

Cuando mañana culminen oficialmente los Juegos Olímpicos Beijing 2008, las mujeres de la delegación cubana habrán dejado huellas indelebles de su accionar, ora con las medallas que han aportado en sus respectivos deportes, ora con su trabajo médico o psicológico.

Destaque especial merecen las competidoras en deportes de combate y en atletismo.

En el judo, donde al igual que las nuestras sus rivales se prepararon bien durante cuatro años, es cierto que el título les fue esquivo, pero no siempre por la superioridad técnica del contrincante.

Sí, porque hubo despojos como el que sufrieron las holguineras Yurisleydis Lupetey y Yalennis Castillo, esta última en busca del metal de oro en la división de 78 kilogramos, cuando los encargados de hacer justicia sobre el tatami decidieron favorecer a su rival china con una decisión arbitral distante de lo que realmente ocurrió sobre el colchón.

Castillo, que venía de la división anterior, supo encarar con acierto y dignidad el reto en ese nuevo peso.

También fueron chicas de armas tomar las cienfuegueras Yanet Bermoy y Anaisis Hernández, así como la pinareña Idalis Ortiz, cuyos agarres y proyecciones fueron aplaudidos por los espectadores chinos, muy conocedores del judo.

Cómo no detener nuestra mirada en las lágrimas de Bermoy, triste y al mismo tiempo inconforme consigo misma, por no haber podido alcanzar el oro olímpico.

Pues esa es otra de las virtudes que caracterizan a la mujer cubana: el empeño por alcanzar la «perfección» en su trabajo. Ella no podía estar contenta cuando cualquier otra chica del mundo hubiera saltado de alegría con ese segundo escaño.

El taekwondo exhibió otra página de gloria, con la medalla de bronce obtenida por Daynellis Montejo.

Mientras, la martillista camagüeyana Yipsi Moreno subió nuevamente al podio de premiaciones en una cita estival. Le «gritó» al implemento después de lanzarlo con esa potencia que tan genuinamente ella sabe imprimirle, y el martillo voló hasta caer a una distancia solo superada por un envío de récord olímpico de su rival bielorrusa.

Y quisiera cerrar este capítulo de «mujeres olímpicas», con la espectacular ciclista villaclareña Yoanka González, quien supo cumplir con su compañero de la vida, Pedro Pablo Pérez, lesionado tras un accidente de tránsito, y con los vaticinios precompetencia, que la ubicaban como una de las favoritas para alcanzar medalla.

Mientras otras estelares ciclistas tenían apoyo de alguna coequipera, ella siempre estuvo sola, sin compañía cubana en la pista. Pero Yoanka es ejemplo de mujer cubana, que se impone ante las vicisitudes, y con su potente y rítmico pedaleo, dio la cara y emergió triunfante.

Aún quedan muchas hazañas por contar. En torno a las cubanas, y en especial a las que transitan por la esfera del deporte, podríamos editar una obra de varios tomos. Tema tan extenso es el resultado de una progresión de hechos y acciones trascendentales de nuestras mujeres, derivados no solo de saber aprovechar sus potencialidades, sino de ese carácter indomable para afrontar cada reto.

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