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La Lupe de Moa, sin kumi ni estrangulaciones

La estelar judoca holguinera dijo adiós el pasado jueves al deporte activo. Está embarazada, pero ya piensa en seguir enrolada con el deporte que la vio empinarse a lo más alto del podio

Autor:

José Luis López

HOLGUÍN.— A ningún atleta le gusta que llegue la hora del retiro, después de tantos años de intenso bregar. Capitana de un sinnúmero de jerarcas en las filas del poderoso equipo nacional de judo, el ippón del dios Cronos la sacó oficialmente del tatami el pasado jueves. Pero a la estelar Yurisleydis Lupetey, ídolo del municipio holguinero de Moa, nada ni nadie le puede «quitar lo baila´o», porque en esa danza competitiva, se incluyen, entre otros resultados, el título mundial de Múnich 2001 y la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.

La sala Fernando de Dios Buñuel, de esta ciudad, fue escenario de la despedida a la bien llamada «Lupe de Moa», pero que paseó sus técnicas de cadera, piernas y hombros por colchones de tantas latitudes geográficas, que sería un pecado mencionarlos por temor a olvidar algunos. Entre tantas frases de elogio y felicidades, Lupetey se abrió un espacio para conversar con Juventud Rebelde.

—Festejo a sala repleta por el retiro de una holguinera de pura cepa…

—Realmente, yo siempre soñé que mi despedida del deporte fuese algo bonito. Pero no esperaba una cosa así. Me siento muy satisfecha por esta bella actividad y por todo lo que ha organizado la Unión de Jóvenes Comunistas del territorio. Así crece mi orgullo eterno por ser de esta provincia, a cuyo pueblo tanto le debo, porque siempre me apoyó en cada combate, tanto aquí como en eventos internacionales, en los momentos buenos y tristes.

—¿Respeto o reconocimiento en ese mandato de capitana por tantos años?

—Durante mucho tiempo, las que capitaneaban el equipo de judo fueron holguineras y yo no podía dejar caer esa tradición. Fue una experiencia muy hermosa, sobre todo porque coincidí en esa misión con varias generaciones de judocas estelares. En los primeros tiempos, tuve gran ayuda de atletas del nivel de mis coterráneas Odalis Revé y Legna Verdecia. Yo era la bebé del grupo y todas ellas me apoyaron mucho. Luego, fui madurando y estuve al frente de chicas muy capacitadas. Te aseguro que dirigir a mujeres es una tarea bien complicada, pero la acepté y mis compañeras de equipo siempre me respondieron.

—Te veo bastante bien físicamente…

—Estoy desentrenando desde que finalicé mi vida activa tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Pero en estos momentos, me tomo un merecido descanso porque tengo nueve semanas de embarazo.

—Pero he escuchado que estuviste en un gimnasio en un barrio de La Habana, donde querías entrenar a un grupo de jóvenes, ¿es cierto?

—Yo estuve en ese gimnasio dispuesta a aportar mis conocimientos de tantos años en este deporte. Pero por el momento, no tienen una plaza oficial para mí. Entonces, les pedí a los directivos que, si les interesaba mi aporte, me llamaran cuando eso se concretara.

—En tu carrera deportiva, ¿cuál fue la rival más complicada?

—Todas las rivales son difíciles. Pero a pesar de salir siempre victoriosa ante ella, la española Isabel Fernández me exigía mucho esfuerzo físico y astucia. Recuerdo que en la gira por Europa del año 1998, mi profesor Ronaldo Veitía le decía a ella que se enfrentara conmigo en topes de fogueo. Pero de eso nada: se negaba cada vez. Ya en el año 2001, le gané en el torneo Villa de París y en el Campeonato Mundial de Múnich, Alemania, en el cual alcancé el título. Y luego volví a superarla en la cita olímpica de Atenas 2004, en la cual obtuve el bronce.

«Yo tenía una estatura ideal para mi división de 57 kilogramos y se me hacían muy difíciles las judocas altas. Ellas cogen el kumi (agarre) por la espalda de sus rivales y me obligaban a trabajar con las piernas».

—Y ya que te refieres a las técnicas, ¿cuál era tu favorita?

—Yo era una judoca que destacaba por mi fuerza física y me gustaba mucho emplear el oguchi-gari (técnica de pierna), para combinarla con las de hombros. Sin embargo, me encantaba el uchi-mata, así como trabajar en newaza (suelo), en busca de una de mis especialidades: la estrangulación. La que cayera en el tatami, no se volvía a parar.

—A lo largo de tu carrera, fuiste muy «atacada» por las lesiones…

—Eran muy continuas mis lesiones, especialmente de codo y rodilla, con lo cual se hace muy difícil entrenar y competir con buen rendimiento. Recuerdo que en el Hospital Frank País, la última vez que me lastimé, el grupo de trabajo del doctor Rodrigo Álvarez Cambras me preguntó que hasta cuándo iba a ser eso, que ya me había convertido en una «clienta» habitual. Ellos quedaban impresionados con mis retornos al tatami. Pero por suerte, ya me quité el kimono.

—¿Injusticias arbitrales que recuerdes?

—Inolvidable aquel segundo combate contra la tunecina Nesria Jelassi, en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Le apliqué un claro uchi-mata y su entrenador protestó la validez que le había dado el árbitro. Entonces, el español Juan Carlos Barco, jefe de reglas y arbitraje de IJF, lo anuló. Y ahí mismo se me fue el triunfo.

—¿La figura del profesor Ronaldo Veitía?

—Ese es mi segundo padre. Con su total preocupación por todas nosotras y sabios consejos, nos hizo mejores judocas y personas.

—¿Qué opinión te amerita la actual selección femenina cubana?

—Hay mucha juventud en ese equipo, son chicas muy talentosas a las que se les debe indicar que todo depende de sus mentes y de emplear bien sobre el tatami los conocimientos que reciben en los entrenamientos. En el deporte no solo se gana con el nivel técnico; a eso hay que añadirle disciplina, amor y deseo.

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