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Razón y corazón

Este domingo, franceses y croatas buscarán dejar su marca en la historia

Autor:

Enio Echezábal Acosta

La Copa del Mundo agoniza. Sesenta partidos después, ya muchos empiezan a pensar en que tal vez ha sido demasiado fútbol para un mes. La sobredosis en momentos como este suele llevarnos a pensar así, aunque el sentimiento tiende a invertirse nada más escuchar el último pitazo de la final. Ahí es cuando nos damos cuenta de que pasarán cuatro largos años antes de que volvamos a ser víctimas voluntarias de la adicción que viene con la copa.

El domingo se juega el que será posiblemente el partido más importante en la vida de sus protagonistas. Cada cual, desde su perspectiva, tiene su dosis de ventaja para el duelo definitivo.

Si me tocara obedecer a la parte racional de mi cerebro, me quedaría con Francia. La inevitabilidad de su favoritismo radica en el enorme potencial para combinar sobre la cancha cuatro aristas que se traducen en un éxito (casi) seguro. Calidad individual, frescura de ideas, recorrido profesional y capacidad de asociación son los valores fundamentales de una plantilla que Didier Deschamps ha ido moldeando y endureciendo durante los últimos años. Finalistas en la Euro de 2016, aquella derrota en casa sigue escociendo hoy, y constituye la causa principal de sus ansias de redención.

Ahora, si tuviera que seguir el ritmo de los irregulares latidos de mi órgano cardiaco, haría igual que aquella canción de la Oreja de Van Gogh, y como el mosquito más tonto de la manada, escogería a Croacia. Los balcánicos se han convertido en el preferido sentimental de medio mundo, luego de derrochar fútbol y entrega a lo largo de los siete partidos que han disputado. Sí, siete digo, porque si contamos los tres alargues que han disputado, la suma de minutos es equivalente a un choque extra completo.

Esta vez se invierten los papeles de aquel duelo que hace 20 años acogiera la parisina cancha de Saint Denis. Los franceses tendrán mañana el rol que correspondía entonces a los colosos brasileros. Mientras, el cuadro balcánico partirá con la misma etiqueta soñadora que tenían entonces Zidane y sus muchachos.

¿Les Bleus, o los Vatreni? Cualquier apuesta es igual de arriesgada. Recuerde que de buenos pronósticos está empedrado el camino al Mundial.

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