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Crecimiento

Continuamos nuestro recorrido por la historia de los Juegos Panamericanos

Autor:

Yurisander Guevara

Los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987 anclaron en esa urbe de «milagro», pues la ciudad estadounidense no era la designada para acogerlos. Santiago de Chile había sido escogida por la Organización Deportiva Panamericana para la justa, y tal y como sucedió en 1975, perdió su condición de sede ante las excusas de la dictadura de Augusto Pinochet.

Correspondía entonces a Ecuador la sede, como suplente, pero tampoco pudo organizar los Juegos, que recayeron en Indianápolis, favorecida por encima de Cuba, también una fuerte aspirante y que acabaría por organizar la justa en 1991.

En Indianápolis, la Mayor de las Antillas volvió a mostrar su poderío latinoamericano al concluir segunda con 75 medallas de oro, 52 de plata y 48 de bronce, títulos que fueron un augurio de lo que vendría un cuatrienio después.

Allí destacaron la saltadora de longitud Jackie Joyner-Kersee, quien se estiró hasta los 7.45 metros e igualó entonces el récord mundial, mientras que Carl Lewis, «El hijo del viento», estampaba 8.75 metros en esa misma especialidad, un brinco descomunal.

Por Cuba en lo individual sobresaldría Ana Fidelia Quirot, doble campeona en 400 y 800 metros planos, títulos que repetiría en La Habana cuatro años más tarde. Y un bisoño Javier Sotomayor se estiró hasta lo más alto del podio por vez primera, entre otras muchas actuaciones brillantes.

Pero las mejores páginas escritas por nuestro país en la historia de estos Juegos llegaron en 1991. Por vez primera, Cuba, como local, se impuso en el cuadro de medallas con 140 títulos dorados, diez más que sus perseguidores de Estados Unidos. Era la consolidación de un movimiento deportivo en perfecta armonía desde la base, hecho que permitió, por ejemplo, el también histórico quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Barcelona un año después.

Ana Fidelia repitió sus títulos con sendos récords panamericanos, y lo mismo hizo Sotomayor, quien fuera también el encargado del encendido del pebetero en el Estadio Panamericano.

En La Habana, por vez primera, los cubanos vencieron en polo acuático a los estadounidenses, y en atletismo lograron 18 títulos, hecho inédito para la Isla. Entre las hazañas criollas se inscriben las 11 preseas doradas, de 12 posibles, del equipo de boxeo, así como las 29 de 30 de los pesistas. ¿Cómo olvidar el oro de Mario González en los 200 metros del estilo pecho? «Los mejores juegos de la historia», afirmaría luego el mexicano Mario Vázquez Raña, y para cualquier cubano que los haya vivido, así fueron.

Al llegar la justa panamericana por segunda ocasión a Argentina, en Mar del Plata 1995, Cuba volvió a obtener el segundo lugar por naciones detrás de Estados Unidos, y fue también la segunda ocasión, y última, en que sobrepasó las cien medallas de oro.

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