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La hipocresía de la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos

Esa instancia estadounidense, que persigue y castiga a quienes desafían el bloqueo, no descansa cuando se trata de asfixiar a la economía cubana, con el rastreo meticuloso de los negocios que hacen algunas empresas extranjeras con Cuba

Autor:

Jorge L. Rodríguez González

Una fiera en medio de la selva, siempre al tanto del más mínimo movimiento para saciar su irremediable hambruna. La definición le viene como anillo al dedo a la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), una instancia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que no descansa cuando se trata de asfixiar a la economía cubana, con el rastreo meticuloso y hasta ridículo de los negocios que hacen algunas empresas extranjeras con Cuba.

Importa un comino si la compañía que le vende a la Isla, o realiza transacciones financieras relacionadas con ella, es o no estadounidense. Si tan solo uno de los componentes de la mercancía es made in USA o la empresa que lo produjo tiene alguna sucursal en EE.UU., puede ser castigada con severas multas, la congelación y el bloqueo de activos, y sus directivos hasta corren el riesgo de ir a la cárcel. Lo mismo sucede si sus subsidiarias en terceros países incurren en la violación de las absurdas leyes del bloqueo, lo que demuestra el alcance extraterritorial que ha cobrado esa política después de la aprobación de las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996).

Nacida para castigar

La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), fue creada en diciembre de 1950, cuando el presidente Harry S. Truman declaró el estado de emergencia nacional y bloqueó todos los activos chinos y norcoreanos «sujetos a la jurisdicción» norteamericana.

Según reconoce la propia OFAC y se lee en su página web, su misión es «administrar y aplicar sanciones económicas y comerciales, basadas en los objetivos de la política exterior y la seguridad nacional de los EE.UU. contra países extranjeros, terroristas, traficantes de narcóticos, y aquellos implicados en actividades relacionadas con la proliferación de armas de destrucción masiva».

Pero, para sus programas de lucha contra el terrorismo, la oficina parecería tener trabajando a «cuatro gatos». Sin embargo, la tropa de «mininos» es mucho más numerosa cuando se trata de hostigar a las compañías que tienen algún vínculo comercial con Cuba, o a cualquier organización no gubernamental que envíe donativos a la Mayor de las Antillas.

Y es que la OFAC prioriza la tarea de investigar a ciudadanos norteamericanos que visitan Cuba, para luego multarlos por violar una ley que les prohíbe ese derecho constitucional. Así, por ejemplo, los que muchos denominan «perros de caza» han multado a los participantes de la Caravana Pastores por la Paz y la Brigada Venceremos, porque vienen a Cuba a mostrar su solidaridad sin la correspondiente licencia de Departamento del Tesoro. Claro: ellos han desafiado la obtusa y criminal política anticubana.

Una prueba de esa «miopía» de la OFAC es que entre 1990 y 2003, sus agentes solo emprendieron 93 investigaciones relacionadas con el terrorismo, y reunieron entre 1994 y 2003 la ínfima cantidad de 9 425 dólares en multas relacionadas con esa práctica. Mientras, en ese mismo período, realizaron casi 10 700 investigaciones relacionadas con Cuba, y recolectaron más de ocho millones de dólares en sanciones.

En noviembre de 2007, un reporte de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno (GAO) daba cuenta de que entre 2000 y 2006, el 61 por ciento del total de casos de la OFAC estaban relacionados con la Isla, y que en similar período (2000-2005), las multas por las violaciones al bloqueo representaban más del 70 por ciento de los castigos impuestos por esa dependencia del Departamento del Tesoro.

Los paranoicos de la OFAC han llegado al extremo de inspeccionar los vuelos directos y los pasajeros con destino a Cuba, así como los que regresan de la Isla. También han confiscado a los viajeros, productos tales como tabacos y bebidas alcohólicas compradas en la Mayor de las Antillas, y suspendido licencias para viajes humanitarios y religiosos a varias organizaciones. Para cumplir sus objetivos coercitivos, la OFAC ha preparado incluso a sus inspectores aduanales, quienes se encargan de detectar a los pasajeros «ilegales», no solo en los aeropuertos de Estados Unidos, sino en varios puntos de control establecidos en Bahamas, Bermudas y Aruba.

No se puede esperar menos cuando, entre quienes se han encargado de presionar a las administraciones norteamericanas —principalmente a la de W. Bush— para convertir a la OFAC en un ágil espía de las operaciones comerciales de Cuba y de los viajes que hacen a la Isla los ciudadanos norteamericanos y cubanos residentes en Estados Unidos, se encuentran los hermanos Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen, pertenecientes al clan mafioso anticubano del sur de la Florida.

Sin embargo, confesos terroristas que viven en Miami siguen vanagloriándose de sus crímenes contra la Isla sin que las autoridades norteamericanas levanten un dedo al respecto, mientras continúan las persecuciones a empresas que tengan algún vínculo con Cuba. ¿Acaso entre las funciones de la OFAC no entra también el castigo a quienes financian acciones terroristas, incluso desde territorio estadounidense?

La OFAC sigue castigando a empresas que violan el bloqueo. Entre las que este año cayeron en el jamo se encuentran firmas tales como Lactalis USA —filial estadounidense del gigante francés Lactalis—, MGE UPS Systems Inc —ahora conocida como American Power Conversion Corporation—, First Incentive Travel Inc, el banco australiano ANZ, y Philips Electronics of North America Corporation (PENAC).

El cerco continúa, y con su irracional política, Washington criminaliza la libertad de comercio y el derecho de un país a ser soberano.

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