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Entre la inoperancia de Marruecos y el silencio de Naciones Unidas

Entrevista a Omar Mansur, ministro para América Latina y el Caribe de la República Árabe Saharaui Democrática

Autor:

Marylín Luis Grillo

Paradójicos retazos de realidad conforman hoy al Sahara Occidental. Ubicado en el gran desierto de África Norte, es uno de los territorios más ricos de la zona al contar con el banco pesquero más importante del mundo e inmensas reservas de fosfato. Aunque fue proclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD) desde 1976,  gran parte de su población vive refugiada y una extensa zona del país es ocupada de forma ilegal por Marruecos.

Pero el pueblo, y en especial la juventud saharaui, ansían libertad plena. Así lo hizo saber a JR Omar Mansur, ministro para América Latina y el Caribe de la RASD. El titular es uno de los fundadores del Frente Polisario, grupo que lidera la República y su independencia.

«La mayor problemática es, más que de carácter humanitario, de carácter político», comenta Mansur sobre la situación en los territorios ocupados de la RASD, donde sistemáticamente se violan los derechos humanos de los saharauis por parte de Marruecos.

Sin embargo, su opinión rebasa visiones reduccionistas y aborda la raíz del conflicto.

«Porque la cuestión del Sahara Occidental no es una crisis humanitaria, sino un problema de descolonización inacabada, es un problema de la invasión de un país a otro, es la deficiencia de Naciones Unidas al no cumplir con su cometido, a saber, terminar la descolonización, es la falla del Consejo de Seguridad de la ONU al no realizar las diligencias necesarias para que se ponga en aplicación el plan de paz, cuyo objetivo es organizar un referéndum en el Sahara Occidental.

«Y esa naturaleza política de un problema no resuelto, es la que hace que se deriven problemas colaterales como crisis humanitarias, o de movilidad de refugiados, o de seguridad.

«Para nosotros el principal problema es la invasión por parte de Marruecos; es que haya una situación que dure ya 40 años y que Naciones Unidas sea incapaz de resolverla.

«Y ante esta problemática, hemos trabajado paralelamente en distintos sentidos. Por un lado, desarrollamos una acción de legítima defensa de la población saharaui, es decir, de resistencia. Por otro, trabajamos en una acción de difusión de la información del Sahara Occidental y, en una tercera vertiente, trabajamos en la proclamación del Estado saharaui, que aun en medio de la ocupación ha sido reconocido ya por más de 80 países de los que hay un gran número de latinoamericanos, entre ellos, naturalmente, Cuba».

«A lo largo de estos años hemos recibido un gran apoyo por parte de los países que reconocen a la República Saharaui, algunos de ellos en materias concretas. Desde Cuba ha habido una ayuda en materia de educación y un apoyo importante en materia de sanidad. Se encuentran grupos de médicos cubanos presentes con nosotros en los campamentos de refugiados y hay un grupo de profesores dando clases también. Además de estudiantes becarios matriculados en las universidades cubanas, como la ELAM. Ese es un apoyo importante en dos sectores fundamentales que son educación y sanidad».

—¿Dada la situación actual que existe en su país ¿considera, entonces, que este sea un momento decisivo para la RASD?

—Es, sin duda, un momento decisivo, en el que, por una parte estamos asistiendo a un aislamiento de Marruecos. El mayor logro que en este campo hayamos tenido es que hasta ahora no hay un solo Estado en el mundo que reconozca la soberanía de Marruecos sobre el territorio saharaui y que todos consideran que su ocupación de nuestros territorios es de facto y de violación de los derechos por medio de la fuerza.

«Esto se ha logrado a pesar de que Marruecos ha dedicado todos sus recursos a conseguir que alguien reconozca su soberanía sobre el territorio saharaui. Y esto incide sobre Naciones Unidas y la comunidad internacional, para que ahora, más que en cualquier otro momento, pueda ejercerse la presión necesaria, de modo que haya una solución.

«El otro aspecto que hace este momento decisivo es que la propia población saharaui ya ha esperado cuatro décadas en esta situación y no tiene más paciencia para seguir esperando. Entonces, estamos ante una disyuntiva: o Naciones Unidas hace su papel o los saharauis van a continuar con su lucha de liberación nacional con los medios que se encuentren a su alcance, inclusive el medio militar y esto hará que la región conozca una situación dramática que obligará a Marruecos a elegir la paz o seguir su camino mediante la guerra.

«Un tercer aspecto es la presencia en la zona de la amenaza del fundamentalismo islámico, que está siendo llevado por diferentes grupos, y sus manifestaciones de terrorismo e inseguridad, lo cual es un reto, incluso para la República Saharaui.

«Tal contexto, llama a la responsabilidad de los países de la región, pero también a la del Consejo de Seguridad para que resuelva de manera definitiva la situación del Sahara Occidental, y si la solución no llega, las dificultades de todo género van a llover en esa zona; y el que más lo va a lamentar es aquel que tira piedras y tiene su techo de cristal, es decir, la monarquía marroquí, que internamente tiene todo tipo de problemas e internacionalmente está aislada.

«Estamos haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener el alto al fuego, por mantener esta situación de paz para crear un clima necesario para la solución definitiva del conflicto. No lamentamos haber tenido paciencia, porque la paz bien lo vale, pero tampoco queremos que se abuse de la paciencia de los saharauis y se interprete eso como una debilidad, y entre la inoperancia de Marruecos y el silencio de Naciones Unidas pase a un segundo plano la situación del Sahara Occidental. Esto no lo vamos a permitir, y no podemos permitirlo porque la juventud saharaui está en una etapa de mucha impaciencia frente a esta situación».

—¿Cuáles serían los principales progresos del Frente Polisario y la República Saharaui en estos 40 años?

—Primero, el haber llevado a cabo nuestra lucha desde 1975 contra dos países invasores: Marruecos y Mauritania, después solo quedó Marruecos. En esta lucha de legítima defensa no hemos realizado ninguna acción contra poblaciones civiles, a pesar de que Marruecos ha bombardeado nuestra población. Tenemos una relación de fraternidad con el pueblo marroquí, al que, consideramos, se le ha impuesto, al igual que a nosotros, una guerra, contra la que deben luchar mediante su fuerza política y su opinión pública.

«El segundo hecho importante que hemos conseguido es haber logrado un reconocimiento internacional en relación con el derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación e independencia.

«El tercero, es el haber sido admitidos por la Unión de Estados Africanos como miembro con plenos derechos en un momento en que Marruecos se encuentra aislado a nivel del continente africano.

«Y por otra parte, tenemos éxitos significativos en el dominio social, que hemos alcanzado a pesar de estar en guerra; por ejemplo, una alfabetización casi plena de nuestra población, una educación en la que más del 90 por ciento de los niños saharauis pueden ir a la escuela. También, el haber impuesto a lo largo de la revolución saharaui que haya una plena igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Hoy día tenemos mayor número de chicas saharauis graduadas en las diferentes ramas universitarias que chicos, y en Medicina, en particular, representan más del 90 por ciento de los graduados, lo cual es un logro muy importante en una zona donde las mujeres tienen grandes dificultades para poder llegar a tener los mismos derechos que los hombres.

«Hemos hecho a lo largo de estos 40 años una revolución para la democracia en la que ha habido elecciones locales, parlamentarias y en los que se han creado organismos sociales para que la sociedad saharaui pueda participar tanto a nivel de juventud como a nivel de estudiantes, como a nivel de mujeres o a nivel de sindicatos.

«O sea, que la lucha saharaui, más que  una resistencia militar, ha desarrollado un gran esfuerzo para difundir las ideas de la revolución y del Frente Polisario al campo social, en el dominio de la educación, de la salud, de la igualdad, de la participación, de la educación para la democracia, y así garantizar lo que viene después de la independencia, que es lo más difícil. Aprovechamos este proceso para que no quede como un período de espera sino como un período de preparación del Estado saharaui».

—¿Siente que han vivido algún retroceso?

—Los retrocesos, muchos de ellos, son debido a dificultades y a errores que nosotros mismos hayamos cometido, los cuales se deben en gran medida a la falta de recursos para poder aplicar las decisiones que tomemos en los congresos que el Polisario ha hecho. Y esa falta de recursos es una paradoja porque nosotros somos, en términos de riqueza, uno de los mayores países de la región, pero esos recursos están siendo saqueados por un ocupante, no por nuestro pueblo, y ha hecho que para aplicar los programas tengamos que correr por todas partes para conseguir fondos.

—¿Cuáles son las proyecciones futuras para la República Árabe Saharaui Democrática una vez alcanzada la soberanía plena?

—Las perspectivas después de la solución parten de que, a lo largo de estos 40 años, hemos cosechado una experiencia de la gestión, hemos mostrado capacidad para poder resolver los problemas de nuestra población, hemos preparado un ambiente de tolerancia, de democracia y de debate interno bastante bueno que permitirá, en el plano político, enrumbar nuestro destino y aprovechar en nuestro beneficio los medios y recursos naturales del territorio.

«Por lo que, ante esa perspectiva de futuro, podemos no solo tener una situación próspera dentro del país en términos económicos, sino también podremos contribuir con nuestra capacidad, experiencia y nuestro peso específico, en la construcción de un conjunto regional en la zona del noroeste de África y dentro del marco de lo que se conoce como el Magreb.

«Este sería un bloque regional en el que haya complementariedad, democracia, respeto a los derechos de cada cual, aspectos en los que hemos conseguido un gran pragmatismo y podremos responder a los retos del futuro».

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