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Trump entre un Van Gogh y el inodoro de oro de Maurizio Cattelan

El presidente de Estados Unidos pidió prestado al Museo Guggenheim una obra de arte para sus aposentos en la Casa Blanca y esto fue lo acontecido

Autor:

Juana Carrasco Martín

El mensaje de Nancy Spector, la curadora del Museo Guggenheim de Nueva York, a la Casa Blanca era bien claro sobre la pieza… «Es un sólido inodoro de oro 18 kilates, que fue instalado en uno de nuestros cuartos de descanso públicos para que  todos puedan usarlo en un acto de maravillosa generosidad».

El mensaje lleva fecha del 15 de septiembre de 2017, y hasta ese día la obra del famoso y cotizado escultor italiano Maurizio Cattelan, que lleva por nombre «América», estuvo en exhibición durante un año. Por su peso en oro estamos hablando de más de un millón de dólares. Cattelan no ha dicho el valor de la escultura, que se inserta en el llamado readymade*.

Ahora, cuando casi estaba por finalizar el mes de enero de 2018, el diario The Washington Post tuvo acceso al ofrecimiento que le hiciera la prestigiosa institución de las artes contemporáneas al actual presidente de Estados Unidos, quien les había solicitado como préstamo una pintura de Vincent Van Gogh.

El correo electrónico ni siquiera podía considerarse una alusión o réplica a la expresión que Trump —el de «América  First»—, hiciera de países como Haití, El Salvador, Nicaragua y los del continente africano, unos cuatro meses más  tarde del ofrecimiento del Guggenheim. Recordemos la palabra «shithole» que gracias a su empleo por el mandatario estadounidense casi se ha incorporado al lenguaje internacional.

En el e-mail Nancy Spector explicó a la Oficina del Curador de la Casa Blanca  que la pintura de Van Gogh «Paisaje con nieve» —la solicitada para las habitaciones que ocupa con  su esposa Melania, en el 1600 de la Avenida Pennsylvania de Washington D.C.—, no podía serle prestada porque «tiene restricciones de viaje».

La pintura del holandés pertenece a las ejecutadas en Arlés y ésta data de 1888. Presenta a un hombre acompañado de su perro que camina  por el paisaje nevado en la planicie circundante al poblado francés.

En su lugar, el Guggenheim ofertaba la obra del italiano de obras impertinentes, quien rehace a su manera los iconos culturales.

El artista italiano

Maurizio Cattelan llevó al Salomon R. Guggenheim una retrospectiva que se tituló All (Todo) y ocupó el genial espacio durante 2011-12. En aquella amalgama estaba casi cada trabajo que había hecho y los colgó, según dijo en una entrevista, «igual que si fueran salamis» desde la bóveda al majestuoso patio de luces.

«Aclamado simultáneamente como un provocador, bromista y poeta trágico de nuestro tiempo, Maurizio Cattelan ha creado algunas de las imágenes más inolvidables en el arte contemporáneo reciente. Sus materiales de origen varían ampliamente, desde la cultura popular, la historia y la religión organizada hasta una meditación sobre uno mismo que es a la vez humorística y profunda», así se presentaba por el Museo aquella exposición antológica.

Continuaba la crítica de arte, publicada en Guggenheim.org: «Trabajando en una veta que puede describirse como hiperrealista, Cattelan crea esculturas inquietantemente verídicas que revelan contradicciones en el núcleo de la sociedad actual. Aunque audaz e irreverente, el trabajo también es mortalmente serio en su mordaz crítica de la autoridad y el abuso de poder».

Entonces, Cattelan anunció su  retiro de la vida artística, pero cinco años después  regresó con un nuevo proyecto, «América», y ese «juego de trono» lo entregó al que parece ser su Galería favorita, sin duda icónica del arte contemporáneo.

Al presentar la nueva escultura, Cattelan instó a los visitantes a «utilizar» la pieza instalada en el quinto piso del edificio, una estructura en el centro de Manhattan inaugurada en 1959, que de por sí es una de las obras maestras arquitectónicas del siglo XX, producto del ingenio de Frank Lloyd Wright.

No está de más una parrafito para el edificio situado en el Upper East Side de la isla de Manhattan, exactamente en el número 1071 de la 5ta. Avenida y la esquina 89. Su espacio interior es una rampa en espiral que techa una claraboya abovedada, lo que rompe cualquier diseño museográfico conocido anteriormente y sin duda impacta a quien lo visita por primera vez.

Confieso que me maravilló en 1972, cuando caminé esa rotonda para ver nada menos que una exposición del catalán Joan Miró, la que podía admirar en perspectiva especial desde la rampa ascendente. Disfruté uno y otras, el edificio y las pinturas, muchas de las cuales eran propiedad privada de algún que otro millonario…

La Fundación Salomon Robert Guggenheim tiene otros dos museos de arte contemporáneo, uno en Venecia —en el palacete que fue la residencia de Peggy Guggenheim y lo llenan su colección privada—, y el de Bilbao, España, majestuoso y moderno edificio obra de Frank Gehry.

Y volviendo a Cattelan, cuya obra es considerada de «incuestionable valor». Con «América» rompió un precepto del Guggenheim, donde constantemente se le advierte a los visitantes «no tocar». Esta escultura podía usarse… «Será un test de la pieza», respondía a una interrogante periodística de Caitlin Dover, y le agregaba «es parte del juego».

Esta crítica de arte apuntaba que Cattelan se había inspirado en una variedad de fuentes para hacer «América». «Él se ha sentido intrigado con los inodoros como objetos, y ha acumulado un compendio sustancial de fotos, reunidas en línea, que ilustran las "variaciones de los vasos"», apuntaba Dover, quien recordaba que en 2017 se cumplía el centenario de una obra antecedente —también famosa y transgresora—: «La Fuente», del francés domiciliado en Nueva York, Marcel Duchamp, quien en 1917 intentó exponer un urinario en una muestra organizada por la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York, en el Grand Central Palace, y que firmó como R. Mutt.

El original de «La Fuente» sencillamente se perdió, pero en 1964 la galería Tate hizo una réplica de loza vidriada y pintada para parecerse a la porcelana del original, la firma se reprodujo con pintura negra.

Según Tate «Se ha visto a Fountain como un ejemplo por excelencia, junto con Bottle Rack 1914 de Duchamp, de lo que llamó un 'readymade', un objeto manufacturado ordinario designado por el artista como una obra de arte (y, en el caso de Duchamp, interpretado de alguna manera)»

Para Nancy Specter, America de Cattelan «cierra el ciclo transgressor» iniciado por La Fuente de Duchamp.

El artista, al invitar al publico a hacer uso de manera individual y privada a una sin precedente intimidad con una obra de arte,  dice la crítica, «ofrece un guiño a los excesos del mercado del arte pero también evoca el sueño americano de la oportunidad para todos: su utilidad nos recuerda en última instancia las realidades físicas ineludibles de nuestra humanidad compartida». Estas fueron palabras q que acompañaba la oferta de la obra de arte, para que engalanara y prestigiara los aposentos presidenciales  en Washington…

No es ocioso recordar que al magnate multimillonario devenido en presidente le gusta el oro.  Repasemos esa pasión en solo dos de sus propiedades: el avión privado Boeing 757 que los periodistas bautizaron como Trump Force One, y el lujoso triplex en la Torre Trump de Manhattan, su residencia en Nueva York.

La aeronave con capacidad para 43 pasajeros, cuenta con varias excentricidades que elevan su costo aproximado a cien millones de dólares. Una exclusiva suite privada para relajarse le agrega lujo al avión donde se dice que el 90 por ciento del interior es de mármol y oro, el material predilecto de su dueño, que por supuesto está en el baño de terminaciones realizadas en oro 24 kilates. Hasta los cinturones de seguridad cierran con oro.

La residencia en Manhattan es una de las más exclusivas de Estados Unidos. Sus puertas están bañadas de oro y diamantes, y se afirma que es una oda al palacio de Versalles.  Una descripción del lugar subraya que «En la sala del desayuno hay tazas, vasos y platos de oro» y en otra se agrega: «Grifos de oro, cubertería de oro, azulejos de oro, si hasta las letrinas son de oro. Es tanto el oro que tiene que Trump debe gastarse aproximadamente 1 millón de dólares diario solo en su protección»

Aunque no ha trascendido la respuesta de la Casa Blanca trumpiana al ofrecimiento del Museo Guggenheim, podría estimarse que también seria de su complacencia poseer el inodoro de oro en mansión ejecutiva, aunque en este caso sea solo de manera temporal.

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* Readymade.— El término arte encontrado o confeccionado (en francés objet trouvé; en inglés, found art o ready-made) fue acuñado por Marcel Duchamp en 1915 para describir su arte encontrado. Duchamp ensambló su primer readymade, titulado Rueda de bicicleta en 1913, y La Fuente en 1917, el urinario que escandalizo a algunos en Nueva York. Readymade describe el arte realizado mediante el uso de objetos que normalmente no se consideran artísticos, a menudo porque tienen una función no artística, sin ocultar su origen, pero a menudo modificados.

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