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La conexión israelí de Bolsonaro

La plataforma nacionalista, ultraconservadora, reaccionaria y protofascista del presidente electo mantiene en vilo a buena parte de la sociedad brasileña

Autor:

Leonel Nodal

EL 1ro. de enero asume la presidencia de Brasil Jair Messias Bolsonaro, quien encabeza una alianza de militares y partidos evangélicos, vinculados al Pentágono y a poderosos grupos financieros sionistas.

Bolsonaro, excapitán del Ejército, al que ingresó en 1971, cuando gobernaba la dictadura militar que se extendió  hasta 1985, siguió siendo su más ardiente defensor como el régimen que puede garantizar al país «orden y progreso», como reza la enseña nacional.

Hasta hace dos años, sus colegas, la prensa y el público lo consideraban un personaje bravucón, excéntrico y provocador, que cambiaba periódicamente de partido según conviniera a sus intereses personales.

«Mito», como le dicen sus íntimos, no dudó en cambiar de casaca más de diez veces en 30 años de político profesional. Tampoco esa sería la última, al hacer su primer anuncio de que disputaría la presidencia en las elecciones de 2018 por el Partido Social Cristiano (PSC) del pastor evangélico Everaldo Días.

Cuando en abril de 2016, la Cámara de Diputados inició un proceso de destitución a la presidenta Dilma Roussef, Bolsonaro fue uno de sus más estridentes detractores.

Al comenzar 2016, el antiguo militar era un presidenciable sin equipo, sin bases y sin organización a la vista, más allá de lo que representaba el clan familiar.

En mayo, una visita de Bolsonaro a Israel, donde conversó con el primer ministro Benjamín Netanyahu y otros referentes políticos y religiosos, selló su apuesta.

Poco después, mientras la presidenta Rousseff era destituida por el Senado el 12 de mayo, Bolsonaro también abjuró de su fe católica. Vestido con túnica blanca se sumergió en las aguas del río Jordán en Israel, para cumplir el ritual del bautizo evangélico de la mano del pastor sionista cristiano Everaldo, cabeza del PSC.

El candidato Bolsonaro mostraba su compromiso con los practicantes de un culto conocido por su apoyo al Estado de Israel, que suma más de 40 millones de fieles en Brasil, destacó el diario El País, de España.

«Los evangélicos más conservadores ven a Israel como una suerte de ideal, el pueblo elegido, que debe defenderse a toda costa, sea cual sea la actitud de sus dirigentes», explicó a la agencia AFP Ronilso Pacheco, investigador en teología de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio).

«Es una lectura extremadamente literal de la Biblia, sin ninguna reflexión sobre el contexto, la historia», agrega.

Los neopentecostales brasileños siguen los preceptos del sionismo cristiano, para quienes el regreso de los judíos a Tierra Santa y la creación del Estado de Israel en 1948 cumplió una profecía bíblica que anuncia el regreso del Mesías.

A partir de entonces las arcas de las iglesias evangélicas se abrieron para el candidato que, además, había sido nombrado Mesías por su madre. En los templos, millones de fieles recibieron la orden de votar a su favor.

Según un estudio del investigador y sociólogo Javier Calderón Castillo, publicado en La Jornada, de México, los cuatro rasgos distintivos del neopentecostalismo son:

  1. Postura ultraconservadora en relación con la familia y restrictiva de las libertades sociales.
  2. Abierta defensa del neoliberalismo y la sociedad de consumo.
  3. Gran capacidad económica ligada al «aporte-convicción» de sus feligreses.
  4. Despliegue mediático a partir de sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales.

Tras anunciar su candidatura presidencial en enero de 2016, Bolsonaro, escoltado por sus hijos, aficionados como él a posar con armas automáticas de diverso calibre (de pistolas a ametralladoras, pasando por los fusiles de asalto), intensificó a viva voz su apología de la dictadura y todo su legado represivo.

Inconforme con el PSC como vehículo electoral, lo dejó. Ensayó un nuevo maquillaje con el Partido Ecológico Nacional (PEN) que se volvió el anticomunista Partido Patriota, pero lo descartó. Por fin, el 5 de enero de 2018 se afilió al Partido Social Liberal (PSL) que proclamó oficialmente su candidatura presidencial en julio.

En agosto, comunicó que su compañero de fórmula para la vicepresidencia sería Antonio Hamilton Mourao, general jubilado del Ejército, otro defensor de la dictadura y miembro del ultraderechista Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB).

Bolsonaro ya estaba consagrado como un «activo estratégico», en verdad un títere de varios intereses para reposicionar a Brasil como eje regional bajo el liderazgo geopolítico israelo-estadounidense.

En opinión de Monica Herz, profesora del Instituto de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Río, su mimetismo con Donald Trump adoptó «un nivel de alineamiento con el gobierno de EE. UU. nunca antes visto, ni siquiera bajo la dictadura militar».

El 28 de octubre resultó electo con el 55 por ciento de los votos, gracias al apoyo activo de las iglesias neopentecostales y el respaldo financiero de la conexión sionista israelí estadounidense, que fluyó abundante en su campaña.

¿Quiénes son los socios judíos-sionistas de Bolsonaro? Aquí van algunos de los más notorios. Anótelos, pronto aparecerán sus huellas y las de sus negocios en Brasil.

—Sheldon Adelson. Rey de los Casinos en EE.UU. y megadonante multimillonario. Dueño del periódico fascista Israel Hayom (primero al que Bolsonaro confió su intención de mover la embajada de Brasil a Jerusalén), gran aliado de Trump y financista del Partido Republicano en EE. UU. y del Likud de Netanyahu. Ambiciona invertir 10 000 millones de dólares en Brasil en la edificación y manejo de un hotel, resort y casino, con el apoyo de Bolsonaro para burlar la prohibición de permisos para salas de juego vigente en Brasil desde 1940.

—Gerald Brant de Stonehaven. Banquero, de LLC, sumamente interesado en cortejar al sector financiero brasileño. Organizó la visita y los contactos de Bolsonaro en Nueva York en 2017.

—Benjamín Netanyahu. Primer Ministro israelí. Figura clave de contactos con el lobby sionista de EE. UU. y la industria militar.

—Jack Terpins. Expresidente del Congreso Judío Latinoamericano (CJL), apoyó la candidatura de Bolsonaro y lo calificó de «un gran amigo de Israel».

—Royce Gracie. Leyenda mundial de las artes marciales mixtas y amigo del Estado de Israel, quien propició la cita entre Eduardo Bolsonaro, uno de los hjos de Jair, y Trump Jr. en el SHOT Show 2018, que se efectuó en Sands Expo and Convention Center, propiedad de Adelson.

—Edir Macedo. Junto a su cuñado Romildo Ribeiro Soares, fundó en 1977 la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), poderosa maquinaria de recaudar dinero que controla la segunda cadena de televisión del país, TV Record, la misma que entrevistó en exclusiva al candidato Bolsonaro y le propició eludir el último debate presidencial.

—Keith Rupert Murdoch. Empresario australiano-estadounidense, dueño de un vasto imperio mediático que incluye Fox News, los diarios The Sun y The Times, las TV Fox y Sky, así como The Wall Street Journal y el Índice Dow Jones.

—Las petroleras estadounidenses Chevron, Exxon Mobil, Devon Energy y Anadarko, con la apertura del sector de hidrocarburos que eliminó el monopolio de la petrolera estatal Petrobras, tras el derrocamiento de Dilma Rousseff.

Durante su visita a Estados Unidos, en octubre de 2017 Bolsonaro estableció vínculos con el reaccionario senador por Florida de origen cubano Marco Rubio, muy influyente en la política de Trump hacia América Latina.

Los contactos los prosiguió Valdir Ferraz, hombre de confianza de Bolsonaro, quien viajó con frecuencia a Miami para recibir financiamiento e instrucciones de Rubio.

Algunas fuentes indican que Bolsonaro tendrá, entre otras misiones, minar al grupo BRICS, que Brasil formó con Rusia, India, China y Sudáfrica. Tal vez, incluso, con su autoexclusión. Asimismo, entorpecer la influencia China en Latinoamérica, que tanto molesta a Trump, al Pentágono y a Wall Street.

El slogan electoral «Brasil por encima de todo, dios por encima de todos», visible en todos los actos donde aparece el excapitán presidente, infunde temor por su semejanza al «Alemania por sobre todo» de Hitler.

En opinión del analista Diego Pappalardo, de Parstoday, Bolsonaro no es un descuido democrático, es una vertebración doméstica con articulación decisiva internacional. Allí está la superclave.

Su plataforma nacionalista, ultraconservadora y reaccionaria, calificada de «protofascista» mantiene en vilo a buena parte de la sociedad brasileña.

La inclusión de varios militares en su gabinete despierta una alarmante visión de retorno a un nefasto pasado que parece recobrar vigencia.

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