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Ecuador: ¿podrán las presidenciales vencer la persecución?

Cuando dejó el poder, Rafael Correa anunció su despido de la política; pero el exmandatario entiende que ahora la patria le necesita

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Sorteando obstáculos de todo tipo, «el progresismo» ecuatoriano se alista para participar en los comicios del año entrante que han sido convertidos en temprana noticia gracias a la anunciada candidatura a la vicepresidencia del líder de la Revolución Ciudadana, Rafael Correa, al tiempo que este acompaña y catapulta a la primera magistratura al joven Andrés Arauz, un dirigente formado por él que ocupó diversos cargos cuando su mentor era presidente.

El secuestro de la directivo de Alianza PAÍS (AP) por el actual mandatario Lenín Moreno y, luego, la inhabilitación del Movimiento Revolución Ciudadana —fundado por Correa cuando aquel se apoderó de AP—, ha obligado al último a presentarse por otra agrupación: el Frente de la Unidad por la Esperanza (UNES), creada recientemente por partidos y movimientos progresistas en un intento de aglutinar que resulta cardinal para el triunfo.

No debe quedar dudas de que se les persigue también en este ámbito, el electoral. El partido Fuerza Compromiso Social, enclave más reciente de los seguidores del movimiento fundado por Correa y que obtuvo importantes plazas en las elecciones municipales y provinciales de marzo pasado, fue inhabilitado en julio por la Corte Nacional Electoral. Fue el más reciente traspié: los «correístas» denunciaron que el propósito era impedir la postulación de las fuerzas leales a la Revolución Ciudadana, en las elecciones presidenciales y legislativas del año entrante. 

Ya había antecedentes graves de esos manejos sucios desde el poder. El enjuiciamiento de los principales cuadros de Alianza PAIS por cortes judiciales al servicio de la vendetta política de Moreno desde que llegó al poder e, incluso, los varios procesos penales abiertos injustificadamente contra Correa para apresarlo o, en el menos malo de los casos, inhabilitarlo políticamente, explican la falta de credibilidad de Moreno entre una parte de las fuerzas que se mantuvieron, pese a todo, dentro de aquel partido.

Tal sentimiento fue graficado por la negativa del legislador José Serrano —otro político de Alianza PAIS— a la invitación que se le formuló para que concurriera a las primarias de esa agrupación como precandidato presidencial.

«Creo que es momento para iniciar un profundo proceso de reflexión interna, sobre las razones que llevaron casi a la aniquilación de este movimiento político que representó los más grandes intereses de la mayoría de ecuatorianos y ecuatorianas», reconoció Serrano en una carta que explica su posición y, de algún modo, reconoce la gestión de Rafael Correa desde Alianza PAIS (Patria Altiva y Soberana), fundada por este para presentarse a la presidencia, por primera vez, en el año 2006, y su rol desde el partido del cambio que recuperó las ganancias del petróleo, sacó a los marines de la base de Manta y potenció la educación, entre muchos derroteros que reivindicaron la soberanía.

Otros de los muchos dirigentes jóvenes preparados por la Revolución Ciudadana se apartaron cuando Moreno, en su calidad de mandatario y siendo ese el partido en el poder, se apropió de su directiva y emprendió, desde el ejecutivo, el camino que alejó a Ecuador de las posiciones regionales de integración que había mantenido con Correa mientras, a lo interno, propiciaba un acercamiento a la derecha tradicional, con concesiones que algunos consideraron entreguismo.

Al mismo ritmo comenzó la persecución política contra los dirigentes leales al exmandatario. Jorge Glas, vicepresidente del segundo mandato de Correa y del propio gabinete de Moreno, resultó la primera víctima del lawfare —como se bautiza a esta nueva forma de pretendido exterminio de la izquierda mediante la judicialización de la política—, que ha tenido en Ecuador la misma fuerza que en Brasil.

La injusta condena a Glas por presuntos actos de corrupción acaba de ser ratificada, a pesar de la falta de pruebas. Y si Correa no ha corrido la triste suerte sufrida por Lula en Brasil y se halla fuera de la cárcel es porque había decidido desde antes hacer vida familiar y académica en Bélgica, de donde procede su esposa, y adonde no lo alcanzado el brazo largo del lawfare.

Sin embargo, el denominado caso Sobornos —Correa le dice irónicamente «Bochornos» por su endeblez jurídica— involucra al expresidente y a otros 18 funcionarios de su gestión. En virtud de esa causa, pesa sobre él una condena a ocho años de prisión que aún no fue hecha firme, y se ha confirmado la pena de seis años a Glas: el primer «correísta» traicionado y castigado por Moreno.

Una cara joven, pero no tan nueva

Perseguidos y disgregados muchos de aquellos políticos de «nuevo cuño» que emergieron con la Revolución Ciudadana, Correa —un crítico de lo que llama la partidocracia en alusión a quienes hicieron un negocio de la política— da su apoyo ahora a Andrés Arauz, a quien algunos medios se refieren como «incógnita» y «perfecto desconocido», pero quien ya ha probado las tensiones de un gabinete presidencial honesto como el que integró, y mostrado cartas credenciales.

Arauz, quien se manifestó honrado por la nominación y dispuesto para «recuperar la Patria» y «el futuro», tiene 35 años y ha sido definido por Correa como «de los jóvenes más brillantes que conozco».

Igual que su mentor, tiene el fuerte de su formación académica en la economía: es licenciado en esta materia y en Matemáticas por la Universidad de Michigan, EE. UU.; tiene un máster en Economía del Desarrollo que obtuvo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y actualmente cursa un doctorado en Economía Financiera en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante los dos mandatos de Correa se desempeñó como ministro de Cultura y Patrimonio, titular de Conocimiento y Talento Humano (2015-2017), director general del Servicio Nacional de Contratación Pública; subsecretario general de Planificación para el Buen Vivir en la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo y director general bancario del Banco Central del Ecuador.

«En febrero de 2021 nos vemos en las urnas, por más vida, por más empleos, por mejores salarios, por más patria, por la unidad y la esperanza, por la libertad y la justicia», ha dicho Arauz, sobre quien pesaría la encomienda de devolver al país, en solitario, a sus raíles, si le dejan llegar, y Correa es totalmente impedido de participar y de acompañarle desde la vicepresidencia.

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