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¿Qué se espera de la falacia?

Hoy martes los estadounidenses están votando en los comicios parciales o de medio tiempo, para elegir 435 representantes, 35 senadores, 36 gobernadores y otros servidores públicos. De todo puede pasar en la lid demócratas-republicanos

 

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

¿QUIERE usted conocer una de las formas más sofisticadas y abusivas de limitar el derecho al voto y que pocos de los ciudadanos afectados comprenden la burla? La verá ejecutarse este martes 8 de noviembre en Estados Unidos.

La nación que presume de un ciudadano, un voto en su democracia y pretende e incluso dictar  normas de «libertad» y  «gobernabilidad» para el mundo, anda coja en el sistema electoral, entre otros acápites que la manchan y desacreditan.

Prácticamente, en el mundo entero quienes tienen la oportunidad por sus constituciones de acudir a las urnas para darse gobierno, lo hacen el domingo, día de asueto para la inmensa mayoría de la población, por tanto, desde el tema tiempo se les garantiza la asistencia a ejercer un derecho.

Gran diferencia con Estados Unidos, donde las elecciones presidenciales o generales y las llamadas de medio tiempo o parciales, como esta de hoy, se llevan a cabo el martes —no uno cualquiera, el primer martes después del primer lunes de noviembre cada dos años —, una decisión con motivaciones religiosas y prácticas, los granjeros blancos culminaban la cosecha en ese onceno mes, tenían sábado y domingo para sus cultos (judíos o cristianos, según el caso), el viaje en carreta hasta el centro de votación les llevaba el día lunes,  votaban el martes, y el miércoles debían estar de regreso para comerciar sus productos en el mercado.

Todo ese escenario cambió hace mucho, aunque solo a partir de 1965 la población adulta negra pudo votar en Estados Unidos y la Decimonovena Enmienda de 1920 ya había autorizado el voto femenino; pero el laborable y anacrónico martes quedó intacto en el calendario comicial. Por tanto, no son pocos los que por esa simple razón no podrán asistir al lugar de votación correspondiente.

Por supuesto, es el segmento más vulnerable de la nación, económicamente hablando, y es un empujoncito para que el paradigma de democracia se vaya al piso, aunque no es esa la única razón por la cual es relativamente bajo el porcentaje de participación electoral.

También están el descrédito de la clase política que les «representa» y la desconfianza en un sistema sustentado en el dinero (hacen falta millones para postularse), por lo que generalmente los «electos» tienen patrocinadores en empresas millonarias con intereses especiales, que luego se cobran los favores.

El grupo de investigación OpenSecrets dio a conocer que el gasto electoral federal en estas elecciones de medio tiempo aumentó en casi 2 000 millones de dólares en comparación con 2018. The Hill daba como «sorprendente», que diez megadonantes, individuos bien ricos y poderosos, invirtieron 540 millones de dólares en los súper PACs que pueden recolectar y gastar sumas sin límite en la propaganda electoral. El 62 por ciento de esas donaciones-inversiones fue para los candidatos republicanos, revirtiendo la tendencia hasta ahora de favorecer a los demócratas. De estos, tres donaron a demócratas y siete a republicanos: George Soros, Richard Uihlein, Kenneth Griffin, Jeff Yass, Timothy Mellon, Sam Bankman-Fried, Fred Eychaner,  Stephen Schwarzman, Peter Thiel y Larry Ellison. 

Además, sume a la desconfianza actual esas acusaciones de Donald Trump y sus seguidores, que no son pocos, acerca de los supuestos fraudes electorales… Así presentan al voto por correo, una modalidad que pueden utilizar, al igual que el voto adelantado y en ausencia (de los que hicieron uso en 2020 poco más de 59 millones de estadounidenses),
métodos que facilitan el acceso a los comicios.

Tampoco podemos echar a un lado otro elemento de la república federal presidencialista, donde cada uno de los 50 estados que la integran decide sobre su proceso electoral, incluido la aceptación o no de las tres formas de votar, y también determinan el conteo de los votos y su resultado.

Hay una realidad, la ausencia sigue siendo notable. Ya lo veremos cuando se den los resultados de ahora, pero solo con ver los numeritos anteriores se percibe. Aunque la vitriólica campaña de 2020 entre Joseph Biden y Donald Trump hizo subir los porcentajes, todavía más de un tercio del electorado no vota.

Según el Centro de Investigaciones Pew, más de 158 millones de personas votaron en aquella elección, el 62,8 por ciento de la población en edad (18 años). En elecciones de medio tiempo, esas cifras bajan. En 2018 el 51,8 por ciento de los ciudadanos en edad de votar acudieron a las urnas.

Predicen más votantes este 2022

Las predicciones de algunos analistas para este 2022 anuncian mayor participación. En una encuesta de Pew el 72 por ciento de los votantes registrados dicen estar «extremadamente» o «muy» motivados para votar porque para el 65 por ciento de ellos «realmente importa» cuál de los partidos toma el control del Congreso.

Ahí encontramos otro elemento, votantes registrados, requisito imprescindible, y ello implica dejar constancia oficial en un centro electoral de manera
presencial o de forma electrónica su decisión de ejercer el voto.

Ya conocemos el cuestionamiento que Trump y sus seguidores hicieron previo a las elecciones de 2020 a la seguridad del voto por correo y la votación en ausencia; consideraron que se puede hacer fraude con las máquinas electrónicas de votación y con el conteo automático de boletas, incluso con el registro por esos dos medios.

Anticipaban el desconocimiento de la victoria de Biden y era la «justificación» para el asalto del Capitolio por los trumpistas de la violenta derecha extrema, un intento de golpe de estado evidente que ha llevado a una polarización exacerbada de las posiciones ideológicas en esa nación, entre el conservadurismo y la ultra derecha por un lado y el liberalismo y el progresismo del otro, a tal punto que aumentó la violencia política, se debate todavía la posibilidad de una guerra civil y se teme el entierro de la democracia.

Como característica especial de la campaña de este 2022, se hizo evidente la picante y radicalizada presencia de Biden y de Trump, en apoyo de candidatos a legisladores o a gobernadores en los estados que podían darles ventaja o desventaja en las boletas.

¿Que está en peligro?

El pasado viernes, un popular comediante y presentador estadounidense, Bill Maher, dijo algo muy serio en su programa Real Time: «La democracia está en la boleta electoral y desafortunadamente, va a perder. Todo en Estados Unidos está a punto de cambiar de manera fundamental» después de la elección más importante de la historia».

Salvar la democracia ha sido también el llamado perentorio del presidente demócrata para intentar romper lo que ha sido reiteración en la inmensa mayoría de las elecciones, el partido del presidente al frente pierde escaños en la Cámara de Representantes, y es poca la diferencia que tendrían que remontar los republicanos.

Tema candente y divisivo en ese acápite es el derecho al aborto, negado por un Tribunal Supremo de Justicia en manos bien conservadoras y un tercio de ella nominada por Trump, y defendido por los demócratas. No se las ve bien Biden con el tema de la tenencia de armas y el creciente índice de tiroteos masivos en este 2022, otro mal que achacan a la «debilidad» de la actual administración.

Los republicanos avanzan con un factor clave a su favor: la preocupación de los estadounidenses por el estado de la economía, donde la inflación hace mella en sus bolsillos y la culpa siempre la tiene el que está al frente.

Por demás, una suma muy elevada de los contendientes republicanos, con encuestas favorecedoras y el padrinazgo de Trump, forman filas en quienes han negado la legitimidad de los resultados de 2020.

Esta elección de 2022 será la primera que tendrá lugar después de la distribución y la redistribución de distritos tras el censo de 2020, que también parece favorecer a estados republicanos, un prorrateo donde seis estados (Texas, Colorado, Florida, Montana, Carolina del Norte y Oregón) ganaron escaños en la Cámara de Representantes y siete  (California, Illinois, Michigan, Nueva York, Ohio, Pensilvania y Virginia Occidental) perdieron escaños.

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