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Más cerca del mundo multipolar

La reciente gira latinoamericana del canciller ruso Serguei Lavrov ha confirmado que su país sigue siendo, junto a China, el importante contrapeso a la prepotencia estadounidense

Autor:

Marina Menéndez Quintero

NO es solo un deseo: el orbe parece ahora más cerca de la multipolaridad.

Dos o tres acontecimientos recientes insuflan aliento a una esperanza de muchos, porque su cristalización sería un paso a favor de la justicia en el mundo. Y va de la mano con el declive de la hegemonía de Estados Unidos. Ello consolida la fe de que a ese otro mundo mejor le faltaría un poco menos.

Las confirmaciones no llegan solo desde el Sur, donde siempre ha estado latente, por necesidad, la apuesta a los cambios; esos aires también soplan desde el este.

Por un lado, la vuelta de Brasil al grupo Brics y el nombramiento de la expresidenta Dilma Rousseff como la titular de su joven Banco de Desarrollo, ha hecho reparar en las potencialidades de una institución que tiene casi tanto dinero en sus arcas como el Banco Mundial y que pudiera estar dispuesta a ayudar a las naciones altamente endeudadas, de las garras del Fondo Monetario Internacional.

Ello reviste importancia estratégica en un momento crucial, cuando la crisis económica y financiera anuncia algunos años de cinturón apretado para todos, que será como cortarles la respiración a los países con mucha deuda.

En ese contexto, la exhortación formulada por Luiz Inacio Lula da Silva a sustituir el dólar como moneda de intercambio en las relaciones comerciales y, de hecho, el uso del yuan y el real en sus nexos con Beijing, podría contar con adeptos y marcar un nuevo giro en el comercio internacional, donde ya se verifican otros ejemplos.

En contraposición, las llamadas reuniones de primavera auspiciadas por el FMI y el Banco Mundial solo anunciaron desgracias sin visos de solución, porque sus recetas no cambian, solo se matizan.

Por si fuera poco, la reciente gira latinoamericana del canciller ruso Serguei Lavrov ha confirmado que su país sigue siendo, junto a China, el importante contrapeso a la prepotencia estadounidense a pesar de las sanciones en razón del conflicto en Ucrania y de los esfuerzos anteriores de Occidente por detener, a toda costa, su emergencia política y económica. No lo han logrado.

El periplo que trajo a Lavrov por Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba, no solo ratificó lazos comerciales fuertes y cerró filas con naciones que no se han sumado al cerco contra Rusia y están, como la propia patria de Lenin, «castigadas» por las medidas punitivas de Estados Unidos. Además, se trata de países que transitan sus propios caminos pese a todas esas presiones.

En el ámbito de nuestro hemisferio, tal afán de autonomía respecto a los centros hegemónicos tiene otra expresión reciente: la llamada Cumbre contra la inflación y por la soberanía alimentaria que convocó el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y tendrá seguimiento en la cita prevista para los días 6 y 7 de mayo, en Cancún. 

Aunque todavía en ciernes, de ese proceso se espera la adopción de medidas para intercambios comerciales bilaterales o de más amplia participación basados en la complementariedad, que ayuden a paliar el alto costo de la vida. Es muy posible que, en algunos casos, el dólar estuviera ya ausente.

De un lado y de otro se constatan pasos que horadan, entre todos, el injusto orden mundial, y que no obedecen primordialmente a razones ideológicas ni políticas, sino económicas, y hasta de sobrevivencia.

Laborioso pero inexorable

El sociólogo, académico y articulista argentino Atilio Boron llama a ese nuevo orden donde no habrá «cabezas», mundo «policéntrico» al que todos asistirán como sentados en una mesa redonda; sin primacías.

En su opinión, EE. UU. conserva un erosionado pero aún innegable poder sobre las instituciones que establecen las reglas del poder financiero y económico mundial y desde el punto de vista militar, por lo cual la construcción de ese orbe policéntrico será «laboriosa», alerta; pero se trata ya de un camino inexorable e irreversible.

China es considerada una de las locomotoras para cubrir ese trayecto. Su creciente presencia en América Latina constituye otra vía de alivio a la dependencia de Washington, al tiempo que consolida la expansión económica y comercial de Beijing.

Su presencia en la región ha sido creciente, aunque todavía la mayor parte de las Inversiones Extranjeras Directas en América Latina proviniera, al cierre de 2022, de EE. UU. y  Europa, según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).

Otras fuentes afirman que el intercambio comercial entre Washington y la región asciende a unos 800 000 millones de dólares.

Sin embargo, los nexos con China tienen un valor agregado al mero comercio: se verifican con una mirada holística que prioriza la cooperación. En sentido general, ese es el espíritu que podría salvar a la humanidad junto con la complementariedad.

Durante la reciente estancia de Lula en la capital china se potenció la presencia del Gigante asiático en Latinoamérica mediante la firma de una veintena de acuerdos. Entre ellos, el que estableció que el comercio bilateral se efectuará en las respectivas monedas locales.

No pocos están preocupados con este paso encaminado a terminar con la hegemonía del dólar. Siguiendo tal vez el ejemplo chino-brasileño, India y Bangladesh acordaron también realizar una parte de sus transacciones comerciales bilaterales en sus respectivas monedas, la rupia y el taka, informó Russia Today remitiéndose al diario The Business Standard.

Precisamente, la presencia de China y Rusia en el grupo Brics, que conforman junto a Brasil, India y Sudáfrica —tan prometedor que ya una decena de otras naciones quieren sumarse— imprime dinamismo al concierto económico y financiero internacional y podría tener oportunidad de probar su fuerza en la previsible crisis de pago de la deuda externa que se anuncia provocada, entre otros motivos, por el previsto retroceso este año del PIB mundial, y la elevación de las tasas de interés con que  muchos bancos centrales han respondido a la inflación —afirman los organismos internacionales que en una decisión errónea—, lo que engrosará aún más esos débitos.

Aunque no fue creado para préstamos financieros de ese tipo, el poder del bautizado como Nuevo Banco del Brics es innegable. Se asegura que sus fondos ascienden a cien mil millones de dólares que están muy cerca de los 115 mil millones de dólares con que cuenta el Banco Mundial.

Y la asunción de Dilma como su titular en el lapso que queda a la presidencia pro tempore de Brasil hasta 2025 y sustituyendo a Marcos Troyjo, un hombre de Jair Bolsonaro, es considerada estratégica. De hecho, ella fungía como jefa de Estado brasileña cuando se fundó, y es economista de formación. De modo que la institución financiera no resultará algo desconocido para ella. Por demás, su pensamiento político es muy apegado al de Lula, con quien comparte militancia en el Partido de los Trabajadores de su país.  

El Banco fue creado en 2014 con el propósito de sufragar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible en los países fundadores, y se afirma que desde entonces ha aprobado un financiamiento de casi 33 millones de dólares para un centenar de proyectos. 

Lula, una figura con experiencia que ha crecido como estadista luego de su «resurrección», y con un liderazgo internacional ostensible, confesó uno de sus sueños durante la ceremonia de investidura de su coterránea al frente del Banco: «que el Brics pueda crear una herramienta de desarrollo fuerte y que preste dinero con la perspectiva de ayudar a los países y no de asfixiarlos».

Es apenas una iniciativa que por sí sola no va a cambiar el mundo, pero sí mostrará cómo contribuir a enderezarlo.

Evidentemente, no será de un plumazo pero, paso a paso y entre muchos, el nuevo orden internacional puede construirse.

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