Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Peretz tiene un plan!

Autor:

Luis Luque Álvarez

Los soldados ayudan al ministro de defensa israelí a subirse a un tanque. Foto: Reuters Si alguien quisiera empapelar las murallas de la ciudad vieja de Jerusalén, de seguro le bastaría con el sinnúmero de «planes de paz» y de resoluciones de la ONU sobre el conflicto entre israelíes y palestinos. Toneladas de papel sin aplicación práctica. Cuartillas y cuartillas salpicadas de sangre.

Algunos creyeron que los Acuerdos de Oslo, de 1993, llevarían a la conclusión del enfrentamiento. Las dilaciones del gobierno israelí, entonces encabezado por el «pacifista» Isaac Rabin, y el insólito fenómeno de que, en medio de un proceso «de paz», siguieron erigiéndose colonias judías en tierras palestinas, dieron al traste con el plan. En 2000, año en que estalló la Intifada de Al Aqsa, todavía no había un Estado palestino independiente, ¡lo que debía haber ocurrido dos años antes!

Más adelante, en plena temporada de masacres ordenadas por Ariel Sharon, el presidente Bush, eufórico por la «fácil victoria» en Iraq, anunciaba en 2003 una Hoja de Ruta que debía conducir al establecimiento de un Estado palestino en 2005. Y estas son las santas horas...

Al entonces príncipe Abdullah, de Arabia Saudita, se le ocurrió otro plan: la normalización de relaciones entre el mundo árabe e Israel, a cambio del fin de la ocupación de las tierras palestinas. No gustó mucho en Tel Aviv. Incluso un ex general sionista propuso una «permuta»: entregarles a los palestinos áreas en el sureño desierto del Neguev, a cambio de que cesaran las reclamaciones sobre las colonias de Cisjordania. Tampoco entusiasmó a nadie...

Ahora le toca el turno a Amir Peretz, el sindicalista «de humildes raíces obreras», que por obra y gracia de un fracaso electoral se convirtió en titular de Defensa, y que ha santificado masacres lo mismo en Gaza que en el Líbano.

Enterado de que su desteñida imagen ha decepcionado al electorado laborista, ahora quiere ser artífice de paz, y ha propuesto su particular «Hoja de Ruta», que consta de tres fases: en la primera, de seis meses, los palestinos liberarán al soldado Gilad Shalit, capturado cerca de Gaza; habrá un cese del fuego y se removerán los «asentamientos ilegales» judíos en Cisjordania, erigidos después de 2001.

En un segundo momento, comenzarán las tratativas sobre un acuerdo permanente, e Israel pondrá otros territorios bajo control de la Autoridad Nacional Palestina; mientras que en un tercero, se definirá el tratado final en todos sus detalles y comenzará su progresiva aplicación. Todo el diálogo se llevará a cabo con fuerzas palestinas «moderadas».

¿Objeciones? Se habla del soldado Shalit, sí, pero ¿qué hay de los 10 000 presos palestinos en Israel? ¿Algún olvido de Peretz? Es realmente difícil que la resistencia palestina les entregue al militar israelí sin nada a cambio.

Por otra parte, se propone desmantelar los «asentamientos ilegales» creados desde 2001. Solo que Tel Aviv llama así a los villorrios de tres o cuatro tenduchas y un tanque de agua, levantados por colonos por cuenta propia; mientras que la comunidad internacional considera que todos, absolutamente todos los enclaves israelíes en tierra palestina, son ilegales. Otro patinazo de la memoria.

Y ya que se discute de «Estado palestino», ¿de qué fronteras estamos hablando? Peretz no lo dice, no las define. Lo mismo puede ser una finquita en el desierto, que cuatro cuadras en Cisjordania. Ignoro qué interlocutor palestino se mostrará dispuesto a escucharlo.

Y es que no tiene buena audiencia ni en su propio partido. El diputado laborista Ofir Pines-Paz, le lanzó este reproche: «Antes que usted presente un nuevo plan, quizá deba implementar los viejos. Usted prometió desmantelar asentamientos (...), y no solo no ha quitado ninguno, sino que en (la colonia de) Amona se han construido otras 20 casas. ¿Quién nos comprará nuevos planes diplomáticos cuando no hemos cumplido nuestras promesas?»

Por lo visto, también el plan de Peretz servirá para empapelar Jerusalén.

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