Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Perverso naranja

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Las imágenes que debían acompañar estas letras son tan fuertes, que decidí eliminarlas. Son niños vietnamitas deformes: uno con dos cabezas, otro apenas un tronco sin extremidades; el de más allá sin ojos y el de más acá con los suyos desbordados e inmensos, casi fuera de sus cuencas.

Ni los más rebuscados efectos especiales de un fantasmagórico filme para multitudinarias taquillas, podrían superar la galería de horror que circula por Internet. Suena ridícula la pudorosa conmiseración mía con la paz de los lectores en pantuflas, ante el dolor de esas víctimas y sus familiares, con el drama a cuestas de por vida.

Los muchachitos, en su gran mayoría con severo retraso mental, algunos puramente vegetativos, son parte de los más de dos millones de vietnamitas que sufren las secuelas de los 80 millones de litros de defoliantes que el ejército norteamericano arrojó sobre las selvas de esa nación entre 1961 y 1971, en aquella larga guerra de ocupación que estremeció la vergüenza del mundo.

Aún hoy en Vietnam nacen seres con las secuelas de las indiscriminadas roceaduras del tristemente célebre «agente naranja» que los bombarderos yanquis espolvoreaban, para calcinar la tupida jungla indochina y focalizar los objetivos enemigos.

Esas criaturas maltrechas, y muchos otros vietnamitas con enfermedades congénitas incurables a consecuencia de la dioxina contenida en los defoliantes, son espectros genéticos contra la desmemoria. Ellos nos alertan hasta dónde puede llegar el destino manifiesto del complejo militar industrial que rige la omnipotente nación, más allá de presidencias.

Por estos días, cuando Vietnam celebra una jornada de solidaridad con las víctimas del agente naranja, uno no puede menos que seguir desafiando a los mismos cancerberos de siempre: los que lanzaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los que regaron el fósforo blanco en Iraq, y el uranio empobrecido en Afganistán, Serbia y Kosovo, con la misma precisión milimétrica con que los nazis convertían a seres humanos en botones y jabones.

¿Quiénes fueron los alquimistas que alimentaron sus ganancias vendiéndole agente naranja, como si fuera naranjada, al Ejército estadounidense? Fastuosas transnacionales como Monsanto y Dow Chemical, esta última proclamando hoy con eufemismo publicitario «la química de la vida», en su página web de Internet.

En el 2004, vietnamitas víctimas del agente naranja demandaron ante los Tribunales norteamericanos a la Monsanto, la Dow Chemical y otros fabricantes del engendro. La petición fue rechazada y ellos apelaron. Aún el veredicto está pendiente. La justicia estadounidense permanece ciega y sorda al reclamo. Washington no los ha indemnizado ni se ha rasgado las vestiduras. En Vietnam, la genética sigue condenando con nuevas evidencias las malformaciones sistémicas de los mercaderes de la muerte.

¿Será posible tanta impunidad? ¿Habrá que esperar al tardío tribunal de la Historia?

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