Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El único modo de ser dichoso

Autor:

Yuniel Labacena Romero

La bondad es contagiosa. Esa que algunos pierden por los desgastes de la vida, mientras otros, pese a estos, la mantienen intacta. Para nuestro Apóstol, la bondad es la flor de la fuerza, y con ella esta Isla, sometida a muchos sacrificios, ha mantenido a flote su humanismo. Habría que estudiar cuántos pueblos a los cuales se les ha impuesto tanto odio como política lo que han devuelto es amor.

En la misma medida en que nuestra tierra recibe dardos e insidias reparte entre ella misma, y con todo el mundo, dicha y bienestar. Tal vez se trata de que la Revolución nos enseñó a dar por justicia lo que antes se daba por caridad. Fidel, inspiración martianísima, defendió siempre que la solidaridad y el humanismo no es dar lo que nos sobra, sino compartir lo que se tiene.

Todo lo anterior lo ha sentido en sus cariños un pequeño artemiseño que durante más de tres años ha peleado por su vida en el hospital Comandante Pinares, de San Cristóbal. Su historia, como la de no pocos niños, es de las que se pueden inscribir en los récords mundiales de las ternuras.

Me viene a la memoria aquel día cuando una llamada aseguró que todo estaba listo, y otra vez, de la mano del doctor Wildo y del electromédico Eleuterio, Edikson fue trasladado a su sillón móvil y salió a conquistar nuevos sueños a una cita especial. Decenas de personas lo esperaban por los pasillos desde la sala donde está ubicado hasta llegar al teatro. Sentados en ese amplio reservorio de amor, estaban sus seres más queridos, otros infantes como él, la maestra, el personal médico..., esa gran familia que durante años le ha dado mucha felicidad.

Minutos después de abrirse las puertas brotaba milagrosa la fantasía; y se adueñaron del escenario los payasos Pititi y Lila, con quienes bailó hasta donde sus fuerzas le permitieron, y sonrió con los juegos, las canciones, la magia y travesuras que le regalaron. Aplausos, risas, globos, regalos, dulces, piñata... celebraban sus cinco años. Sus «huesos de cristal» parecían entonces de una reciedumbre enternecedora, como si la terapia de la ternura impidiera que se fragmentaran nuevamente.

Sí, pues como muchos ya saben, Edikson padece de una osteogénesis imperfecta (conocida como huesos de cristal) que, al unirse con hipertensión pulmonar, requiere de traqueotomía y ventilación, razones que han obligado a su hospitalización permanente. Por eso la tarde del 21 de diciembre último —día de su cumpleaños—, volvía a estar llena de mucha dulzura, entrega y energías, como ha contado en otras ocasiones a Juventud Rebelde.

Si la fiesta de cumpleaños siempre ha sido motivo de dicha, esta otra vino cargada de sueños convertidos en realidad. El más importante de todos fue saber que ya se adiestra, poco a poco, con su ventilador mecánico Carina home, para cuando todas las condiciones estén creadas regresar a su pequeño hogar de Bahía Honda. Sí, porque de los cinco equipos de ese tipo que Cuba adquirió el pasado año uno está dedicado a regalarle vida a Edikson.

Y no será solo el aparato, porque estoy seguro de que las autoridades contribuirán con otros medios necesarios, pues la bondad de este país rompe todos los límites. ¿Cómo no habría de sentirse entonces dichoso el pequeño de vivir en esta isla? A fuerza de amparo y amor aprendió a amar mucho a su Patria «por todo lo que hacen por mí». Porque allí, en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos del hospital Comandante Pinares —como sucede en otros sitios de este archipiélago—, se cuentan por cientos los que han hecho que «yo siga creciendo y con un corazón lleno de felicidad».

La ternura le viene a Cuba de la genética humanista martiana, esa que dicta que «ser bueno es el único modo de ser dichoso».

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