Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las gaviotas que nunca dejan de volar

Autor:

Yuniel Labacena Romero

«Si tus manos fueran con mis manos, mil gaviotas que al volar, se reparten sol, amor y pan, seremos mil gaviotas más que vuelan sobre el mar. Que vuelan sobre el mar».

Canción tema del 11no. Festival

Hace casi un año descubrí, leyendo con ojos de asombro tras sacudir el polvo de libros y viejas páginas en archivos, los pormenores de un acontecimiento del que siempre me hablaron mis abuelos.

Aquel hecho, tal vez hoy olvidado por muchos cubanos, marcó un momento hermoso en esta Isla. Los de mi generación todavía no habían nacido cuando tuvo lugar en 1978, pero somos herederos de su impronta, que  perdura entre nosotros.

Era también un verano —quizá con menos calor y todavía no se hablaba como hoy del llamado calentamiento global— cuando la Mayor de las Antillas se llenó de cantos, risas, abrazos, alegría y la solidaridad de 18 500 jóvenes de 145 países, que llegaron hasta aquí para vivir un Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.

La 11na. edición de esa fiesta dejaba la fría topografía europea para llegar por vez primera a los calores y colores caribeños y a una nación tercermundista y de América, el primer país socialista del hemisferio occidental.

El 28 de julio de 1978 marcharon las delegaciones por las principales avenidas de La Habana, repletas de público, hacia el Estadio Latinoamericano. Fue un recorrido de tres kilómetros para el acto inaugural, salpicado de un fugaz aguacero, que colocó una nota peculiar a un momento que tuvo como orador  al General de Ejército, Raúl Castro Ruz, quien tenía ese deber pendiente.

Raúl no pudo integrar la delegación de la Juventud Socialista cubana que asistió a la cita de Rumania, en 1953, pese a haber sido uno de sus integrantes más activos y formar parte del Comité Internacional Preparatorio. En esa fecha iba al Cuartel Moncada a un encuentro con la historia junto a Fidel y otros jóvenes de la Generación del Centenario del Apóstol.

Nada quedó fuera del programa del Festival. Se abrieron centros de discusión política, funcionó el tribunal antimperialista, los encuentros entre las delegaciones y se desarrollaron en las casas club de los  países. Especialmente en la de Cuba sus participantes pudieron conversar con Fidel, quien hizo cotidiana su presencia. También los delegados disfrutaron del arte y el deporte, conocieron nuestras playas, asistieron a un tradicional carnaval habanero y visitaron lugares de interés.

La noche del 31 de julio los delegados fueron recibidos en  cada barrio. Los capitalinos, haciendo gala de su hospitalidad, agasajaron a los nuevos vecinos con platos típicos, bebidas y bailes nacionales, así como con regalos de artesanía doméstica. Hubo fiestas hasta el amanecer… Y es que siempre aprendimos de Fidel que la solidaridad y el humanismo no es dar lo que nos sobra, sino compartir lo que se tiene.

Muchos no pudimos vivir un Festival como el de 1978, aunque de él tenemos regalos que jamás abandonaremos: durante su celebración Cuba anunció el nuevo Código de la Niñez y la Juventud, la hasta ese momento Isla de Pinos pasó a ser nombrada de la Juventud, y se inauguró la Fuente de la Juventud en el centro de la plaza homónima delimitada por las calles Paseo, 1ra. y Malecón, en el Vedado capitalino.

Cuando el 5 de agosto la Plaza de la Revolución José Martí acogía el cierre del Festival, otra vez se unían la juventud mundial y el pueblo que «comparte sus luchas, inquietudes y esperanzas». Las fotos nos devuelven una impresionante y masiva presencia, a pesar de las lluvias torrenciales caídas a minutos de comenzar el acto final.

Un breve y emocionante discurso de Fidel puso fin a la cita para asegurar que «jamás se borrarán de nuestras mentes las imágenes de estos inolvidables días junto a ustedes. Nos sentimos estimulados a ser mejores para estar a la altura de la juventud y el mundo que hemos conocido en estos días».

Por ello, 40 años después hay que recordar un foro como ese. Entre otras razones porque los sentimientos de solidaridad, paz, justicia social y de lucha contra el imperialismo que inspiraron aquel Festival tienen que pervivir en esta nueva era, para preservar el derecho a la vida y un destino mejor para todos los pueblos.

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