Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del buen hacer, la conciencia y otros mitos

Autor:

Laura Brunet Portela

Embutidos que habían caducado hace más de un mes, barras de dulce de guayaba mordidas por roedores y puestas a disposición del público, productos a la venta sin precios visibles ni invisibles, latas de sardinas escondidas o reservadas en almacén por razones que no dio tiempo a inventar, así como violaciones de las más elementales normas de higiene e inocuidad de los alimentos…

De esta fauna de infracciones y otras tantas faltas informan las inspecciones realizadas por el Consejo de la Administración Provincial en Cienfuegos (CAP). Llama la atención, y así lo precisó Fara Iglesias González, vicepresidenta del CAP, las violaciones referidas al expendio y elaboración de los alimentos, que pudieran comprometer seriamente la salud de quienes habitamos o visitan la Perla del Sur.

El Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología ha señalado la deficiente higiene en áreas de venta y almacén, el entrecruzamiento de alimentos, depósitos encostrados y la mala manipulación de productos de consumo humano, males que padecen algunas unidades de todos los municipios del territorio.

Ha encendido la alerta la falta de limpieza en varios centros del Sistema de Atención a la Familia destinados a alimentar, en su mayoría, a personas de la tercera edad. Según declaró uno de sus administrativos, «existen todas las condiciones para ofrecer un buen servicio», pero allí pululan las conductas erróneas a la hora de elaborar las comidas.

Casos como estos laceran el quehacer de unidades gastronómicas y del comercio, otras pertenecientes a la Empresa de Campismo Popular y a trabajadores por cuenta propia. Los directivos responsables de prever, ahora en posición de enjuiciadores, adoptan fuertes medidas, a modo de «cura de caballo», como algunos dicen. Pero no basta con plantar cara a la racha si después siguen las malas prácticas.

Los informes reportan las multas aplicadas a los transgresores, que suman miles de pesos, la cantidad de contravenciones, los decomisos, la paralización de negocios, los «por tanto» y «por cuanto», y que el administrador de alguno de esos centros de irrespeto al consumidor fue sancionado o separado del puesto de trabajo.

Pero lo más valioso de estas jornadas de inspección no es hacer buen uso del cifrismo; es poner en la palestra pública, para los directivos, los implicados y el pueblo —principal víctima de la desidia—, que el Gobierno cubano sí vela por que los productos y servicios sean de calidad.

Han trascendido casos tras mostradores que son increíbles, por ejemplo, el de un cochero contratado por un trabajador estatal transportó jurel entero congelado, que se vende a 15 pesos, al descubierto, junto al mismo lugar donde viajó la yerba que comería su caballo. Por suerte en este caso se detuvo a tiempo la comercialización del pescado, aunque se dejaron de ofertar al pueblo no pocos kilogramos de un producto de alta demanda.

Cuando caen a rajatabla tantas verdades en la cara, tenemos que aceptar entonces que no pocas veces somos nosotros mismos quienes nos irrespetamos tras la llamada «lucha», un término que legitima lo mal hecho, con el fin de llevar un peso al bolsillo. Otras veces no parece haber «búsqueda» alguna, solo el desinterés por trabajar y hacerlo bien.

He observado que los focos de infracciones se concentran siempre en los mismos lugares, aunque pasen sobre ellos rachas y vendavales de inspectores y controles, y que los infractores en ocasiones son reubicados en otros establecimientos donde, por costumbre, reinciden en las mismas malas prácticas que los hicieron caer una vez.

Sabemos que no se trata de buscar infracciones donde no las hay ni de cumplir un «plan» de multas, sino de volver con la certeza de que todos abogamos por el buen hacer.

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