Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Antes de volver al aula

Autor:

Liudmila Peña Herrera

El aprendizaje a través de las teleclases ha ocupado un lugar preponderante en la dinámica y el pensamiento de la familia cubana, desde que la COVID-19 comenzó a ser parte de nuestra realidad. Las opiniones acerca de la educación no han cesado, desde las que exigían el cierre de las escuelas por las lógicas inquietudes asociadas al contagio, hasta las que preferían que los alumnos estuvieran en las aulas y no desandando las calles.

El tema ha generado tanto interés y debate, que incluso los hacedores de falsas noticias (fake news) se aprovecharon de eso, a tal punto de que la propia ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, debió salirle al paso, pues circulaba en redes sociales un rumor que ubicaba el comienzo del curso en noviembre, y afirmaba que los alumnos solo irían a las escuelas a realizar pruebas. La Ministra aclaró a través de su cuenta en Twitter en esa ocasión que el reinicio de las actividades docentes en las instituciones depende de la situación epidemiológica en cada municipio del país.

Días después una información publicada en nuestro diario por la colega Margarita Barrios, en la cual informaba decisiones tomadas por el Ministerio de Educación (Mined), volvía a suscitar polémica en torno a las maneras en que el actual curso escolar terminará, y dejaba claro las mayores preocupaciones de las familias en este sentido.

La nota aseguraba que «los estudiantes no van a perder el año, o sea, no van a repetirlo porque no tengan vencidos los contenidos». Y explicaba que, si es preciso, «se alargará el período lectivo», y que no está definido aún el cómo se realizarán las evaluaciones.

A raíz de esa información, muchos fueron los criterios publicados en redes sociales y en nuestro sitio web. La mayoría apuntó hacia el desacuerdo de agilizar el curso y acortar el calendario, pues consideraron que eso iría contra la calidad de los conocimientos. Nadie duda sobre lo complejo que debe ser tomar decisiones, pues en todo el país no ha transcurrido este proceso de la misma manera.

Padres y estudiantes agradecen y reconocen el esfuerzo del Mined por facilitar los contenidos mediante las teleclases, mas no por ello dejan de expresar sus inquietudes al respecto. Hay que tener en cuenta que no todos los educandos poseen las mismas capacidades cognitivas, ni similar disposición para el aprendizaje y la sistematización. Si es así con un maestro delante del aula, imaginemos entonces con un teleprofesor al que le es imposible controlar la atención y aclarar las dudas.

A ello se suma la desigual capacidad y posibilidad de los familiares para conducir estos procesos en los hogares, por diversas razones (de tiempo, de trabajo, de comprensión de los temas). Hay quienes están acompañando a sus hijos en asuntos tan complicados como aprender a leer y a escribir, mientras otros han optado por pagar a repasadores particulares para que les «ayuden» a los muchachos con las asignaturas básicas. Por tanto, el regreso a las escuelas será totalmente atípico, con lógicas diferencias en los conocimientos de los alumnos en una misma aula.

En general, las mayores preocupaciones radican en cómo se realizará la atención a las diferencias individuales; lo trascendental de los grados terminales o de las asignaturas que tienen pruebas de ingreso, y cómo se priorizarán unos temas sobre otros; de qué forma se evitará que los «baches» que han ido quedando no afecten los grados posteriores; qué pasará con los temas especializados de las escuelas de arte que debieron impartirse durante este período; de qué forma se ajustarán los contenidos en cada una de las enseñanzas; y cómo se evaluarán los conocimientos.

Como mi colega Margarita Barrios, considero que la presencialidad es trascendental para lograr la consolidación del conocimiento, porque es bien sabido que la interacción permite expresar y resolver las dudas. Sin embargo, no creo que esté mal que se vaya pensando en cómo se afrontará el destino del curso escolar actual, aunque es pronto, en tanto no exista la certeza de cuándo volveremos a la nueva normalidad.

Cuando ocurra el regreso a las aulas será preciso valorar en qué condiciones se encuentra cada alumno, grupo, grado, escuela… y ahí decidir qué es lo mejor, pues lo más importante son los conocimientos sólidos de los educandos, y el cómo lograrlo debería ser una construcción colectiva, no solo desde el ente superior que es el Mined (en el cual depositamos total confianza), sino tomando en cuenta los criterios de maestros, estudiantes y familiares, pues como aseguró uno de los internautas que participó en los debates, es en las escuelas donde se verá la verdad.

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