Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lo que no vende ni se vende

Autor:

Marta Olga Carreras Rivery
Este es mi hijo Juany, tiene 24 años de edad. Él es uno más entre los tantísimos jóvenes cubanos que hace más de un año no visitan un teatro, un cine, ni organizan un día de playa o una fiesta entre amigos. En diciembre de 2019 se graduó de bioquímico y biólogo molecular y su estreno laboral en el Centro de Estudios Avanzados coincidió con el inicio de la pandemia de la COVID-19.
 
Cada día el amanecer lo sorprende en el camino hacia el trabajo y regresa en la noche. Como parte del equipo de investigadores, no pocas veces en el transcurso de este último año se ha visto en la necesidad de unir un día con el siguiente trabajando en el laboratorio, experimentando, ayudando a buscar de conjunto soluciones multidisciplinarias para que el país pueda enfrentar con recursos propios, el desafío de preservar la salud del pueblo -repito: DE TODO EL PUEBLO-, en medio de una crisis financiera brutal y de escasez de recursos, como consecuencia de la pandemia y del arreciamiento del Bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
 
Desde hace pocos meses ya el Centro de Estudios Avanzados comenzó a producir el diagnosticador cubano para la extracción magnética del ARN del virus Sar-Cov-2 que se utiliza en los PCR, a base de nanotecnología, lo cual está representando un ahorro importante de recursos para el país y una ayuda directa a la batalla contra la COVID-19. Es un logro concreto de esa joven institución.
 
Pero la vida de los jóvenes de ese centro ni su callada consagración al bien común no es la que la que deliberadamente interesa a los grandes medios alternativos y redes que prime como imagen de Cuba a difundir en el mundo.
 
 
Tampoco interesa la de otros jóvenes como mi sobrina Sarita, doctora, quien está diariamente en la primera línea de combate contra el virus en el hospital donde trabaja; ni la de Lilita, ingeniera hidráulica con mochila al hombro nasobucos recambiables, pomo de desinfectante y una cacharrita de comida que lleva desde la casa para «tirar el día entero» metiéndose varios metros bajo tierra examinando los pozos de las estaciones de bombeo de agua de la provincia a fin de garantizar que llegue sin interrupción el preciado líquido a la población.
 
Ni les resulta interesante a esos medios cómo están haciendo en las casas las familias para que sus hijos no se atrasen en la escuela, ni les llamaría la atención la «huelga» de sueño de mi otro sobrino Enrique por las madrugadas para aprovechar el descanso de los demás y poder concentrarse en la escritura de su Tesis a fin de graduarse de ingeniero este año.
 
No, no son ellos los que interesan porque son luz y el propósito es humillar a Cuba desde otra realidad aunque no sea la que la distinga en el esfuerzo de hoy por vencer las dificultades y salvarnos.
 
Los grandes medios al servicio de intereses espurios necesitan «vender» una imagen bien marginal y grotesca, indecente, empobrecida e inculta de Cuba y de nosotros los cubanos, que no merezca el respeto y la consideración de defender de patrañas y agresiones, para lo cual se sirven de elementos desclasados que usan durante un tiempo como fuerza de choque y después que logran sus objetivos, desecharlos; triste destino que depara a quienes ponen precio y venden el alma de su patria. Una vez más volverán a fracasar.
 
En el ADN histórico de nuestra nación está erguirse en los tiempos difíciles y en nuestro país hoy, entre escasez y espinas, nos han salido en esta hora héroes anónimos no imaginados en nuestras propias casas, tan jóvenes como los que hicieron la Revolución y mejor preparados por la obra de ella misma, que con más aciertos que errores, hemos levantado generaciones enteras.
 
¡Viva Cuba!
¡Viviremos y Venceremos!

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