Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El bloqueo (o Mallory) a los sesenta

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

Cuba sabe qué implica un plumazo de un presidente de EE.UU. Se palpa cuando en un seminternado se cocina con leña; un medicamento de última generación recorre medio mundo hasta llegar al paciente o un inversionista extranjero cede ante el chantaje extraterritorial.

Y es del conocimiento de los cubanos, en este archipiélago o allende los mares, aunque de vez en vez alguien se las dé de nativo de otros lares y juegue acorde a ese sucio dominó.

Siempre viene bien acudir a la Historia para hablar del sexagenario bloqueo, cociéndose desde el mismo 1ro. de enero de 1959, al que le subieron la llama el 3 de febrero del 62, tras la firma de la Orden Ejecutiva Presidencial 3447, con que el malogrado Kennedy pensó le daba el punto al guiso. Cuatro días después, desde las 12:01 a.m. entraba en vigor el cerco norteamericano, cuyas limitantes económicas, financieras y comerciales se esfuerzan sin éxito en estrangular la «resistencia numantina» a 90 millas.

Como inexacto término calificó al «embargo» el reconocido periodista Julio García Luis. Otros lo tildaron de eufemístico, porque su contenido rebasa cualquier significado razonable, y mediante las Leyes Torricelli (1992) y Helms Burton (1996) amuralla la vida, cual estrategia romana del año 219 antes de nuestra era.

Esas leyes, con total descaro lo equiparon de dardos contra subsidiarias y nacionalizaciones, y luego se extendió al desenfreno con el trumpismo y la sumisión demócrata en la era Biden, imitadora de la ejecutoria del magnate.

Ni una coma le cambiaron en plena pandemia, pues había que asfixiar al pueblo para incitar un 27N, un 11J en colores o un 15N, pretendiendo efectuar el tiro de gracia a lo Europa del Este. Pero esos intentos se encasquillaron, como ocurrió con sus amenazas al derrumbarse el Campo Socialista y empezar el período especial, o al desaparecer físicamente el líder histórico de la Revolución Cubana.

Han perfeccionado tanto la receta, que sancionan con nombres y apellidos, a diestra y siniestra. A veces sin efectos prácticos, pero para hacer daño, envalentonan grupúsculos y oposiciones de merengue, o sedimentar desmoronamientos y claudicaciones.

Al memorándum fascista de Lester D. Mallory, entonces vice Secretario de
Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado, se le ha hecho caso (y mucho) en las sucesivas administraciones, unas más apegadas al pie de la letra que otras, pero todas encaprichadas en despojarse del socialismo en su patio trasero. ¿O delantero?

Las medidas comprendidas en el entramado del bloqueo se rechazan en Naciones Unidas casi de manera unánime año tras año (en una oportunidad incluso hubo abstención gringa). El argumento es sólido: las pérdidas causadas por este genocidio superan ya los 147 850 millones de dólares.

Sin embargo, las resoluciones que exigen la necesidad de poner fin a la cruel política son desoídas por Washington y desvalorizadas para actualizar el ataque con desvergonzadas excusas sónicas, terroristas, de trata de personas…

Habría que preguntarse a quiénes conviene «trancar» el «embargo» y boicotear iniciativas como Puentes de Amor. ¿A quién entalla el traje odiador de rendir culto a Mallory?

Mientras, los bloqueados no saludan a la nueva Roma porque bien saben, o sabemos, que tampoco esta vez vamos a morir.

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