Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Feria de afectos

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

Demasiados ojos se encontraron. Se expandieron con la curiosidad natural ante lo nuevo. Alrededor de dos carpas se acomodaron. Dicen que hubo de todo: unos saltaron de felicidad y otros se sumergieron en un agua semisalada hasta perder un tanto la visibilidad.

A ciencia cierta no se sabe el total, solo que apostaron por romper la rutina del fin de semana y salieron para disfrutar de verdaderos pactos de amor. No quisieron saber por terceros cómo transcurrió la primera feria de adopción responsable de perros rescatados de las calles espirituanas.

Una invitación que rodó por Facebook, grupos de WhatsApp, la radio y cuanto recodo bordea el río Yayabo, dejaba claro la hora y el lugar. Y justo en una de las esquinas del popular parque La Caridad, bajo la sombra del campanario de la iglesia de igual nombre, se dieron cita.

Allí los esperó un puñado de perros —variopintos—. Alegres todos, esterilizados y desparasitados. Quizá desmemoriados de las noches a la intemperie cuando las calles fueron sus únicos refugios, gracias a los esfuerzos de Yoanne y Claudia, quienes contra todos los pronósticos mantienen el Hogar de Babalú, refugio canino en Las Yayas —a unos cuantos kilómetros de la urbe espirituana–, donde se multiplican cuidados y afectos a casi 60 de esos mamíferos.

Junto a ellas y los perros también estuvieron integrantes de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, la Asociación Cubana Para la Protección de Animales y Plantas, el Plan Maestro de la Oficina del Conservador de la Ciudad y la Universidad de Sancti Spíritus José Martí. Convocados todos por el Movimiento Animalista Espirituano (MAE), un grupo de personas unidas sin ningún fin de lucro, por el objetivo de ayudar a los perros y gatos abandonados a su suerte en la provincia.

Un colectivo que ha sido testigo del creciente número de animales que deambulan por las calles de la cuarta villa de Cuba y sus alrededores. De ahí que generar cultura del respeto a los seres vivos, según lo estipulado por el Decreto-Ley 31 De Bienestar Animal (aprobado en febrero de 2021 y publicado en la Gaceta Oficial 25 Extraordinaria) fue el mejor pretexto para sumar a varias generaciones de ciudadanos.

Sin etiquetas y con iniciativas diversas, los curiosos conocieron de cuidados, mejor alimentación y hasta de medicamentos. Supieron de cuántos espirituanos contribuyen a salvar a las víctimas de quienes creen que una mascota es un objeto para desechar por el antojo personal o colectivo. Aplaudieron cuando Pipa, la perrita con la profunda huella de un atropellamiento que le impide correr al mismo ritmo de sus semejantes, fue adoptada por alguien que no cree en discapacidades.

Escucharon a los especialistas del Departamento de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la casa de altos estudios espirituana sobre cómo la ciencia no los ha abandonado, y como mismo hace con los seres humanos dedica horas en busca de elevar la calidad de sus vidas.

Los mismos profesores donaron medicamentos a Yoanne para aliviar a la camada que permanece en su finca-refugio, en espera de estar lista para convocar en próximos meses a otra feria de adopción responsable, mucho más grande y diversa. O de quienes por voluntad decidan atravesar un pedazo de la carretera que lleva hasta la presa Zaza en busca de compartir cuidados desde el compromiso.

Fue una mañana de infinito amor. De demasiadas emociones fueron testigos los muchos ojos que aprendieron en pocas horas cómo galopa y se ensancha el alma cuando el movimiento desesperado de una cola agradece los afectos.

 

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