Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Billetera devuelta

Autor:

Osviel Castro Medel

Era un hombre de frases cortas y ademanes rápidos. Lo había visto cada día maquillando la jardinería simplona de edificios multifamiliares, pero no sabía su nombre.

Ese martes, temprano en la mañana, me lo reveló: Pablo. Andaba apurado porque había encontrado una billetera y necesitaba devolverla inmediatamente. «Está intacta», me dijo con los ojos iluminados.

Quería que, mediante la televisión local, lo ayudara a devolver la cartera, perteneciente a un joven del municipio montañoso de Guisa. Por varias razones no pude ir al telecentro, pero pensé en las redes sociales, que no solo sirven para ejercitar vanidades y petulancias.

Por la tarde le escribí al muchacho, pero sorprendentemente me respondió que ya tenía la billetera y todo lo demás (documentos de identidad, tarjeta magnética, dinero...) en su poder, pues Pablo Santos, el protagonista de esta historia, ya lo había localizado por intermedio de su hija y se habían visto en Malvango, el poblado rural donde reside el hombre que tocó a mi puerta.

«Casi se me salieron las lágrimas de la emoción, no porque apareció la billetera, sino por el gesto de devolverla y con todo dentro. Estas pérdidas ocurren con frecuencia, pero no es frecuente que alguien devuelva dinero cuando este anda por medio, sobre todo con la situación económica que vivimos en estos tiempos», me contestó Juan Manuel Hernández, el de la pérdida.

Él, médico de profesión, filosofaba agregando que ejemplos como el de Pablo demuestran que sí existen seres honestos y de buen corazón. «Pero lo bonito sería que el mundo estuviera lleno de esas
personas, como algo habitual y no con esa añoranza de tiempos pasados», remarcaba.

Si ahora deslizo la anécdota en Juventud Rebelde es por las reflexiones que nos deja, especialmente ese mensaje final, poseedor de muchas verdades que pesan y punzan. Ni se han extinguido los valores ponderados como la honradez, ni vivimos épocas en las que todos los padres hacían devolver los cinco centavos «encontrados» en el patio de un vecino.

Acaso por eso se ha vuelto «noticia» hallar algo y devolverlo incólume, como si fuera una rareza, una extravagancia, una genialidad.

Incluso, hemos visto que cuando se ha publicado el gesto de un ciudadano entregando, por ejemplo, la billetera de un turista, no han faltado las burlas, el choteo y hasta las ofensas. De modo que lo universalmente «bueno» ha intentado  convertirse en «ridículo» en la lógica de no pocos contemporáneos.

Al margen de tales discrepancias, tal vez lo más hermoso de esta historia es que Pablo, quien ni siquiera sospecha el contenido de estos párrafos, fue inmensamente feliz devolviendo la billetera. Aunque a algunos les parezca cursi, para él la felicidad no habita en tomar un dinero «perdido» en el camino y sí en andar con la frente en alto.

Creo, sinceramente, que hacen falta muchos más como él, capaces de decir de corazón «eso fue lo que me enseñaron»; y también necesitamos otros como Juan Manuel, pues también viven entre nosotros los malagradecidos que ni se mueven cuando se les devuelve un objeto extraviado.

Aunque resulte difícil, necesitamos más ciudadanos que sigan cultivando calladamente las rosas, como Pablo, y haciendo suyos los preceptos de la honradez, el «más envidiable de todos los títulos», como nos decía George Washington, uno de los virtuosos de América.

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