Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vivir el año nuevo, ¡pero vivirlo!

Autor:

Yudaisis Moreno Benítez

Al concluir 2023, nadie puede decir que ha sido fácil. Todos hemos perdido algo. Algunos, besos o abrazos; otros, instantes de intimidad, sonrisas o apretones de manos. Hay quien perdió la tranquilidad y el sosiego, la salud o la paz, y otros —diría yo que los más desdichados— perdieron la vida. Ahí sí no hay consuelo, salvo el tiempo.

Habrá quien siga esperando a mañana para ser feliz, quien guarde aún en su closet la ropa nueva, pues no llega la ocasión para estrenarla, y conserve fotos viejas en las cuales se ve más joven o más delgada, y entonces mirarse al espejo, ¡hoy, ahora! no es la preferencia.

Habrá quienes almacenen un vino intocable, para tal vez un día, o tengan añejas las cervezas en su depósito individual, en busca de la persona o la hora perfectas, en espera del quinto aniversario, la familia completa o las lunas de miel.

Habrá quienes no pueden separarse de la pantalla del móvil, pues a unas millas tienen la «felicidad», y no calculan que esa mirada directa y cercana, ese bullicio sensible y humano de gente de barrio, esa personita capaz de hacer de una jornada las mil y una noches, también se nombra felicidad.

Habrá otros, en cualquier cuarto oscuro o esquina inmóvil, creyéndose eternos, dejando de sumar a su vida, entretanto la vida resta días, porque el de ayer ya no regresará.

Se acabaron los 365 días de 2023. Y, ¿a quién diste la mano en forma de ayuda? ¿Cuántas veces reíste —a carcajadas, digo—? ¿Cuántas veces te caíste, pero también te levantaste? ¿Con quién soñaste, aunque no te atreviste a decirle? ¿A quién hiciste feliz?

Sincérate con aquella lista de finales de un diciembre 12 meses atrás: ¿qué cumpliste?, ¿qué volverás a anotar en esta?, ¿qué superaste con la compañía de tu gente, de la familia, los vecinos, los amigos, los colegas?

Ojalá hayas conocido la plenitud de vivir; de dar, como lo que más ensancha el alma; de mirar hacia adelante como el primer paso, en cualquier camino; de ser y estar como lo importante. Lo demás existe, ¡claro!, pero, queramos o no, es en segundo plano.

Se acabó el año que debía ser mejor, como todo tiempo futuro, y digamos que el destino nos jugó una mala pasada, esa que algunos lamentan a cada instante y otros asumimos para crecer y juntar, para aprender y aprehender, para hacernos más fuertes y, si es preciso, para volver a empezar.

Mira a tu lado, incluso hacia el frente, a centímetros de ti, toca la mano y detente en los ojos más cercanos: tal vez sean los de tu madre o los de papá, pueden ser los de tu hijo, o tal vez los de tu pareja, tu jefe, tu sobrina, tu colega, tu vecina o el amigo.

Lo importante es que están, y merecen bendecirse un nuevo año. Bendecir la fortaleza por vencer la compleja prueba que sabemos fue el 2023, y el año anterior, y el que le antecedió, y así el resto, en retrospectiva; años en los cuales muchos obtuvieron cinco puntos, con asteriscos o no; mientras otros registraron baja calificación; pero vencieron, aprobados al fin.

Felicidades entonces, y gracias. Alcemos cualquier copa, cualquiera capaz de hacernos brindar por la vida, por la familia —consanguínea o no, familia siempre—; por un 2024 mejor; por las fuerzas imprescindibles para saltar obstáculos, y por llegar juntos de nuevo a la mismísima meta de diciembre 31, un año después, tras darle otra vez la vuelta al Sol.

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