Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fidelidad

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

En la cumbre de la Escalinata de la Universidad de La Habana colgaba este sábado una gigantografía impetuosa de Martí, lúcida y penetrante. Parecía que el Héroe Nacional observaba, de alguna manera, en forma descendente sobre los 88 escalones, cada antorcha encendida por los jóvenes. Desde la base de la escalinata, por San Lázaro, otro joven de 92 años se volteaba recurrente y devolvía las miradas al Apóstol con una sonrisa de conformidad, o quizá, más bien, de fidelidad.

Tal vez por su mística e historia, o por el simbolismo que envuelve la figura de José Martí en todos los tiempos, es que la respuesta a la marcha de las antorchas siempre se traduce, año tras año, en convocatoria multitudinaria a la juventud. Pero también las miradas cómplices de sus mejores discípulos se repiten como esencia imperecedera de las llamaradas justas, que nunca han detenido su paso desde aquel 27 de enero de 1953.

Dicen que el sábado último estuvieron congregados en la escalinata más de 30 000 personas, la inmensa mayoría estudiantes universitarios. Y aunque las generaciones, el contexto y la vida cambian, el fuego se ha mantenido intacto, al igual que el compromiso histórico de un hombre con la marcha.

Desde que he participado en estas citas de antorchas y homenaje martiano, primero como estudiante y luego como periodista, siempre se escucha el mismo murmullo: ¿Vendrá Raúl? En realidad, la escalinata toda lo pregunta, y también lo induce, como aquella certeza difícil de revindicar. Y claro, a los pies del Alma Máter, con una universidad vibrante detrás, vuelve a estar él presente sin más gala que el traje verde olivo.

Muy bien acompañado con los Comandantes de la Revolución Ramiro y Guillermo, y el Comandante del Ejército Rebelde José Ramón Machado Ventura, llegó el General de Ejército el sábado para desandar las calles habaneras, nuevamente, desde la universidad hasta la Fragua Martiana. No hay precisión ni números exactos, pero es Raúl, me atrevo a decirlo, quien mayor cantidad de veces ha bajado San Lázaro escoltado por miles de antorchas.

En el centenario de nuestro Héroe Nacional, cuando los universitarios intentaban no dejar caer en suelo infértil sus ideas, ya el joven estudiante Raúl era uno de los protagonistas de aquella jornada auténtica. Desde entonces, puede que él no sienta suyo el término de figura protagónica, y puede, incluso, que su segundo nombre, Modesto, sea con justeza el mejor calificativo. Sin embargo, para los jóvenes que colmamos la escalinata cada año, uno de los incentivos mayores está en encontrar a escasos metros, rebelde y sonriente para marchar, a este líder de la Revolución Cubana.

Cada enero de honrar a Martí se convierte en pretexto para homenajear y alzar antorchas por nuestros héroes, como sucedió el sábado último, y de sentirnos dichosos de que aún nos acompañen parte de sus mejores discípulos. El Apóstol fue el ejemplo que los inspiró y, de algún modo, tendrá que seguir siendo quien nos impulse en los tiempos más desafiantes.

Para las nuevas generaciones, tanto Raúl como Ramiro, Guillermo y Machado son parte de la concreción del legado martiano, y también el Presidente, Díaz-Canel. Tal vez por eso, el mismo joven de hace 71 años volvió a la escalinata el sábado para decirnos con su presencia, y con esa mirada cómplice a la historia, que la fidelidad deberá ser siempre la luz que renazca entre las antorchas.

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