Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Arrimando el hombro

Autor:

Nelson García Santos

Buenas tardes, ¿va rumbo a la carretera de Camajuaní?

—Sí.

—¿Cuánto me cobra hasta el campo deportivo?

—Nada, monte.

—Gracias.

Hablamos de un recorrido de cerca de medio kilómetro, el mismito por el que la mayoría de los transportistas piden 60 pesos, y hasta más.

Nada de novedoso refleja el diálogo, solo reitera que existen muchísimos despojados de conductas de «oportudorados» y tienden la mano al prójimo.

Al bajar del vehículo, tras decirle mi nombre le repetí las gracias y, a modo de despedida, le pregunté su nombre. Julio Antonio, respondió.

En verdad, los que ayudan están por doquier, empezando por las cuadras donde unos y otros se conocen de memoria defectos y virtudes, o como dice el estimado Bobo de Hatillo, todo el mundo sabe del mal que adolece cada cual.

Arrimar el hombro se ve en los gestos más sencillos, como auxiliar a alguien para cruzar una calle o subir una acera, advertir de un peligro o depositar un billete sobre una mano extendida. O se regala un pan a quien lo mira con ojos desorbitados, sin dinero en su bolsillo para consumir.

También se suman esos vecinos de las cuadras que tocan a la puerta de alguien de peor situación para llevarle un comestible, y le regalan una camisa, o un pantalón… O simplemente se preocupan por su salud y, en lo posible, le resuelven un problema, además de darle ánimo, que tantísima falta hace en estos tiempos.

La ciencia, que anda siempre buscando respuestas, desde disímiles latitudes ha hecho énfasis en la importancia y los beneficios de esa conducta virtuosa, porque las emociones y comportamientos generosos se asocian de manera directa con un mayor bienestar propio, más salud y mejor vida. ¡Qué le parece!

Son actitudes que los más necesitados agradecen con cara genuina, y que están enraizadas en su mayoría en nuestra sociedad, aunque el bloqueo quisiera poder transmutarlas en egoísmo ante el temor de la escasez… ¡Le zumba el mango!

Lo sabemos, respetabilísimo lector: hay quienes nada más ven sombras por todos lados, o las inventan y descosen esa columna de generosidad, presente aún del otro lado del mar.  Y hay cultivadores del mal contra Cubita la bella, al compás de la contadora de los retranqueros, los de fuego graneado de dardos, los del palabreo sin principios…

Por suerte, abundan personas como Julio Antonio, nombre que invoca aquel mes donde continuó tejiéndose la libertar de la mano de Fidel, un líder que practicó la generosidad a gran escala, como pueblo, con aquella frase por delante de «Compartimos lo que tenemos, no lo que sobra», y su Revolución devino ejemplo incuestionable de cómo multiplicar esa bondad con justicia. ¡No lo olvidemos!

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