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El «vencenómetro» de Enmanuel

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Ya están de regreso a sus casas, a sus escuelas, al barrio… Pero siento que no se han ido. Sus voces angelicales siguen resonando, sin filtros —como dirían ellos—, más allá de la sala 3 del Palacio de Convenciones de La Habana, espacio que se convirtió —hace unas semanas— en un aula singular, llena de alumnos muy proactivos que no esperaron casi su turno para intervenir, para preguntar, para enseñar.

Ese es el primer sabor que deja a quienes participamos en la Asamblea Nacional Aniversario 64 de la Organización de Pioneros José Martí: la certeza de que el futuro no solo está en sus manos, sino que ya lo están construyendo.

Entre debates sobre el estudio como principal deber y el protagonismo que debe tener su organización, surgieron ocurrencias geniales, de esas que solo brotan en la mente de un niño cubano, pero también ideas profundas. Como la de Emmanuel Correa Carbonell, alumno de 6to. grado de la escuela primaria Amistad Cuba-Holanda y delegado por el municipio holguinero de Moa, quien en medio del encuentro nos regaló dos palabras que sacudieron la sala y dejaron a todos estremecidos: «vencenómetro» y «obstaculómetro». Son términos que no encontrarás en el diccionario de la Real Academia Española, pero que están grabados ya de manera muy ocurrente y profunda en el «diccionario pioneril», ese que se escribe con creatividad, optimismo y una dosis de picardía.

Los del «vencenómetro», explicó Emmanuel con la naturalidad y las poses que pueden esperarse para esta edad, son aquellos que ven soluciones donde otros ven problemas, los que enfrentan cada desafío con alegría, los que —aunque a veces no logren lo que buscan— nunca dejan de intentarlo. Los del «obstaculómetro», en cambio, son los que se quejan, los que ven barreras donde hay oportunidades, los que se rinden antes de empezar.

Ahí entonces dijo una verdad: las pioneras y pioneros son del «vencenómetro». La sala estalló en risas y aplausos. Enmanuel podía entender lo que significa su afirmación, porque él es de ese 80 por ciento de la población cubana que solo ha vivido en condiciones de bloqueo, un cerco que marca todos los escenarios de nuestras vidas, pero no ha podido «robarle su sonrisa, estudiar, jugar, debatir, crecer…».

Y hasta el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien compartió con los pioneros durante la jornada, no pudo evitar sonreír ante la rapidez y lucidez de sus reflexiones. «Ustedes hablan en ráfaga», señaló y resaltó el modo en que supieron «expresar sus ideas», esa capacidad de argumentar y de «relacionar el pensamiento con coherencia y también con firmeza», porque nuestros niños no repiten consignas: piensan, cuestionan, crean.

Pero Emmanuel no solo nos dejó una ocurrencia honda y divertida, nos dejó una lección de vida. En un país que ha vivido más de seis décadas de bloqueo recrudecido, en una Revolución que ha resistido bajo condiciones extremas, el desánimo no puede ser una opción. La vida no ha sido fácil, pero ahí está nuestra esencia: en transformar la escasez y la crisis en ingenio, la presión en fuerza, los «no se puede» en «cómo lo hacemos».

Somos hijos de una tierra que ha enfrentado huracanes, crisis y desafíos sin fin. Sin embargo, ahí está nuestra esencia: en no rendirnos, en buscar soluciones donde otros solo ven problemas. Somos herederos de una historia escrita con sacrificio y una terquedad invencible. Por eso, como bien dijo Emmanuel, no hay otra opción que vencer.

Los asistentes a la Asamblea ya están de vuelta en sus provincias, pero su mensaje sigue aquí y allá y en todos los espacios de Cuba. Porque en cada rincón del país hay niños, adolescentes, jóvenes y adultos que eligen el «vencenómetro» cada día: los que madrugan para resolver, los que inventan caminos donde no los hay, los que no se rinden. Así que, cuando la duda o el cansancio lleguen, recordemos la sabiduría pioneril: ¿«Vencenómetro» u «obstaculómetro»? La respuesta, como bien nos enseñaron, ya la sabemos.

 

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