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No son las efemérides el único modo de revivir a quienes ganaron su inmortalidad no para una fecha sino para la eternidad. En octubre otras dos figuras tendrán sus aniversarios: Mirta Aguirre y Cirilo Villaverde. Empecemos a compartir con todos los imprescindibles desde hoy

Autor:

Marilyn Bobes

En nuestro país, así como en todo el mundo, se ha hecho una costumbre recordar a las grandes figuras del patrimonio literario universal cuando se cumplen aniversarios, especialmente aquellos que solemos llamar «cerrados», bien sea de nacimientos o de muertes.

Así, cada 100 o 200 años, un escritor que debería acompañarnos como un amigo cercano en todos los momentos de nuestra vida, se vuelve casi una presencia obligatoria (y, en ocasiones, hasta abrumadora) cuando las efemérides señalan el momento de recordarlos con un sinfín de simposios, conferencias, exposiciones y reediciones de libros imposibles de encontrar sistemáticamente en nuestras librerías.

Y no estoy negando aquí la importancia de dichos homenajes. Ellos tienen la virtud de darnos a conocer con una profundidad que de otra manera se volvería más difícil, la vida y la obra de quienes merecen, por sus aportes a la cultura y a la identidad nacional, un estudio riguroso para, en última instancia, beneficiar al lector, al propiciarle una comprensión integral de los complejos factores que acompañan la realización de una obra maestra.

Solo me pregunto si no sería mejor que tanto nuestros medios como nuestras editoriales convirtieran esta práctica en un ejercicio dosificado, pero permanente, y esos Grandes que nos ayudan a entender tanto nuestro pasado como nuestro presente se hicieran visibles mucho más allá del protagonismo que a veces solo adquieren en las fechas señaladas.

Este agosto, por ejemplo, ha sido el mes del cubano Virgilio Piñera y del brasileño Jorge Amado. La compañía del primero es un hecho, después de mucho tiempo sin que sus libros fuesen reeditados y sus obras de teatro repuestas (con excepciones) en repertorios donde nunca deberían faltar.

Es triste que uno de los autores más originales y provocadores de la literatura de la Isla, tuviera que esperar cien años para que se le reconociera, en toda su merecida dimensión, el lugar que ocupa en casi todos los géneros, a los cuales dedicó sus geniales potencialidades creadoras. Pero como dice el refrán: «nunca es tarde si la dicha llega». Por eso encomiamos la labor de todas las instituciones y personas que, de manera nada formal, se han dado a la tarea de celebrar por todo lo alto este cumpleaños. Mucho más cuando sabemos que, a lo largo de toda su vida, Virgilio tuvo que sufrir la indiferencia y hasta el maltrato de quienes no comprendieron su particular manera de mirar el mundo y la literatura. Esperemos que ello sirva para tenerlo desde ahora en la cotidianidad de nuestra vida intelectual.

Por su parte, aunque en Brasil la Fundación que lleva su nombre está celebrando a quien fuera uno de los autores contemporáneos que mejor reflejó la idiosincrasia de su país, el centenario de Amado no ha convocado grandes celebraciones entre nosotros. Al contrario de Piñera, en quien el humor negro y el absurdo predominaron como recursos expresivos, el brasileño afirmó de su propia obra: «mi creación novelesca deriva de la intimidad del pueblo y de la vida. Soy un escritor, no un literato». Y las diferencias de perspectiva entre estos dos maestros no significan validar una actitud en contraposición a la otra. Ambos representan, de igual manera, el espíritu de Cuba y de América Latina. Los dos, por igual, merecen idéntica atención.

En definitiva, que los aniversarios nos ayudan. Pero, en mi opinión, no deberían convertirse en una costumbre y mucho menos en un formalismo para «quedar bien» con la memoria de quienes no pueden pasar a ser, por su vigencia y actualidad, meras figuras museables. Y en este empeño, a todos, nos toca algo que hacer.

En octubre otras dos figuras tendrán sus aniversarios: Mirta Aguirre y Cirilo Villaverde. La importancia de ambos para la cultura cubana seguramente provocará nuevos homenajes. Junto con estos, hagámonos también el propósito de mantenerlos vivos en ese íntimo proceso de frecuentarlos para no perdernos el disfrute de su diaria y enriquecedora presencia entre nosotros.

No son las efemérides el único modo de revivir a quienes ganaron su inmortalidad no para una fecha sino para la eternidad. Y nosotros que, tal vez nunca la alcancemos, solo tenemos nuestra vida para que estén todo el tiempo que nos sea posible junto a nosotros. Empecemos a compartir con todos los imprescindibles desde hoy.

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