Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Brizna, fuego… ¡amor!

Los llamados juegos sexuales constituyen, para algunos, solo un preámbulo, y para otros, una salida temporal, una simple «descarga» fuera del matrimonio

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Los hombres quieren siempre ser el primer amor de una mujer; a las mujeres les gusta ser la última aventura romántica de un hombre. Oscar Wilde

Lianet, de 19 años, se queja de la monotonía en su matrimonio. «Todo lo hermoso de los primeros tres años de noviazgo se ha perdido en estos dos últimos de vida en común», nos cuenta.

En su opinión, no tener sexo antes de casarse contribuyó a que se conocieran muy bien cuando eran aún un par de adolescentes: «Siempre jugábamos sin pasar los límites, impuestos de mutuo acuerdo. Ahora tenemos sexo casi todos los días, pero él va directo a lo que le interesa y yo no disfruto de la misma manera.

«¡Cómo extraño sus besos en la nuca, los papelitos con sugerencias eróticas, las conversaciones telefónicas en la madrugada, las caricias que llevaban al orgasmo sin quitarnos la ropa! Él dice que esos son juegos de muchachos y lo “maduro” es lo otro, pero yo creo que solo repite tal criterio porque lo escucha a otros hombres de su familia. ¿Será que no extraña todo lo bonito que teníamos antes?».

Su preocupación es tema que se reitera en mensajes electrónicos y en conversatorios a lo largo de la Isla. Los llamados juegos sexuales constituyen, para algunos, solo un preámbulo, y para otros, una salida temporal, una simple «descarga» fuera del matrimonio, nada serio. Poca gente los justiprecia como herramienta valiosa para mantener la comunicación y cultivar placer, cualquiera sea el estatus de la pareja, y mucho menos le conceden protagonismo en la satisfacción erótica, como si costara aceptar que son tan válidos y deseables como el coito, y a veces hasta más.

Vivir al límite

Jugar con el cuerpo del ser amado y con el propio en su presencia ayuda a mantener el interés, aviva la imaginación y resuelve dificultades de cualquier pareja, incluidas las diferencias de peso, tamaño, edad, o criterios alrededor del asunto, sin obviar el hecho de que algunos juegos son una vía segura para proporcionar y recibir placer, porque no implican intercambio de fluidos.

Es muy común que en las terapias de pareja se les incluya como sugerencia para enfrentar disfunciones, si es posible aderezados con una franca conversación sobre las fantasías de cada quien para vencer tabúes y ganar confianza.

En la categoría de juegos (o petting, su nombre en inglés) se incluyen las caricias por todo el cuerpo con manos, pies, senos y genitales externos, o utilizando objetos como flores, plumas, prendas de vestir, muñecos...

También cuenta frotarse desnudos o con ropa, y desvestirse cadenciosamente. Acariciarse frente a un espejo o masturbarse cara a cara puede resultar excitante para romper la rutina y garantizar el orgasmo, especialmente cuando se decide que el juego será todo por esa vez. En este caso ayudan los estímulos aromáticos, la música, velas, cortinas y otros elementos del gusto de cada quien.

Algunas parejas reportan placer intercambiando roles de género durante el acto amoroso o remedar gestos y modos de vestir, caminar o hablar del otro, lo cual puede servir, si predomina el buen humor, para saber cómo se valoran y qué defectos reconocen y aman, tal vez tanto como las virtudes.

Asimismo se considera un juego la práctica de sexo oral en todas sus variantes.

Y si por razones médicas o de cualquier índole no puedes tener sexo con tu pareja, no renuncies a crear el ambiente adecuado y hacerle saber todo lo que le harías, paso a paso, regodeándote en detalles que solo ustedes saben y hasta en los que no se han atrevido a probar.

Las palabras, no lo dudes, hacen milagros en cualquier mente sana. Si hay disposición para el placer, no hay monotonía que venza cuando las pones sabiamente de tu lado.

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