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Somos nuestra escuela del amor

La forma de vivir las relaciones afectivas desde pequeños influirá en la transferencia cultural del amor, o lo que es igual, en la manera en que decidimos amar

Autor:

Mayte María Jiménez

Aunque parezca extraño, todo lo que somos y aprendemos a ser en cuestiones de sentimiento será replicado en cada una de las formas en las que nos relacionemos. Para decirlo más claro, las formas de apego humano establecidas a lo largo de la vida determinarán nuestro estilo al amar, así como temperamento, carácter o inteligencia pautan la personalidad.

Esta manera de percibir el amor en el proceso de aprendizaje, especialmente en las personas más significativas en la infancia de cada ser humano (padres, madres, hermanos u otros adultos), definirá el destino de las expresiones sentimentales y es lo que se denomina como Teoría del Apego (TA).

La doctora Miren Larrazábal, especialista del Instituto Kaplan, de Madrid, también relaciona este comportamiento con una línea del psicoanálisis, que sostiene que el ambiente en que ocurra una relación afectiva influirá en la transferencia cultural del amor.

Dicha teoría describe tres modos fundamentales de expresarse: el seguro, el ansioso ambivalente y el evitativo o distante. No obstante, se señala que una persona puede tener rasgos de los tres, aunque a la larga uno de ellos se impondrá.

El estilo seguro es propio de individuos con mucha autonomía personal, para quienes es fácil unirse a otros y potenciar su satisfacción sexual sin grandes traumas.

Se estima que entre el 60 y el 70 por ciento de las personas encajan en este modelo, pero no todas lo demuestran en el mismo grado. Los ambivalentes suelen mostrar mucha pasión, pero son supervigilantes y creen ver rechazo o abandono en cualquier acto de sus parejas.

Los estudios destacan que estas personas necesitan la dependencia mutua y, a la vez, tienen miedo a la intimidad por el compromiso que entraña, o por el miedo a sufrir si las cosas no fluyen a su manera.

Sin embargo, las personas evasivas son independientes y poco dadas al compromiso. No significa que no amen, pero no pueden demostrarlo del modo pasional en que otros lo hacen, y muchas veces prefieren el sexo casual para bloquear sus emociones.

Enseñanzas de un bebé

Cuando el bebé comienza a gatear y caminar, utiliza las figuras de apego (personas conocidas) como una base segura para explorar más a fondo el ambiente que le rodea. La TA expone la dinámica a largo plazo de las relaciones entre los seres humanos.

Su principio declara que un recién nacido necesita desarrollar una relación con al menos un cuidador principal, para que su desarrollo social y emocional se produzca con normalidad.

Este argumento abarca los campos de las teorías psicológicas, evolutivas y etológicas. La reacción de los padres lleva al desarrollo de patrones de apego, y estos, a su vez, conducen a modelos internos de trabajo que guiarán las percepciones individuales, emociones, pensamientos y expectativas en las relaciones posteriores.

La ansiedad por la separación o dolor después de la pérdida de una figura de apego se considera una reacción normal y adaptable a un recién nacido apegado. Estos comportamientos pueden haber evolucionado, ya que aumentan la probabilidad de supervivencia del niño.

Para Larrazábal, no importa tanto si el menor se cría solo con la madre o con el padre, lo que cuenta es la calidad del afecto que reciben, no la cantidad; lo que esa figura potencia y si logra constituirse en puerto seguro para promover la autoconfianza.

En quienes tuvieron una crianza sobreprotectora, demandante, en la que cada separación temporal fue vivida con angustia (empezar la escuela, quedarse en casa de los abuelos…), es muy probable que de adultos sean personas inseguras, ambivalentes, temerosas de perder el cariño de su pareja cuando la ven entusiasmada en otras faenas que la alejan momentáneamente. Esas personas necesitan saber que el afecto de su pareja es constante.

A su vez, aquellos tratados en su infancia con muy poco afecto, por la ausencia física de alguno de sus padres, o porque los conflictos entre adultos no permitieron ver sus necesidades de guía y cariño, es posible que crezcan al cuidado de sí mismos y luego les cueste creer que alguien los ama de verdad.

Uno de los peligros de ese afecto «desapegado» es que la pasión muere a medida que se afianza la intimidad, y la pareja llega a convivir como si fueran hermanos, alertan algunos investigadores.

El sexólogo español Francisco Cabello advierte que una persona con un estilo seguro, flexible, sufre sin entender la ambivalencia o la evasión del ser que ama. Algunas se cansan de ceder y promueven la ruptura, mientras otras intentan modificar la situación con ayuda de terapeutas.

Sugiere que cuando hay amor y motivación, se puede lograr una mejoría reforzando recíprocamente lo positivo del vínculo.

Pero, insiste, eso no significa que no podamos modificar su expresión, aunque es bastante difícil cambiarla. Con ayuda profesional, una persona cuyo estilo de amar no es el más adecuado, puede hacer que sus descendientes se desprendan de esa experiencia y alcancen mayor plenitud a lo largo de la vida.

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