Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del infiel al imposible

Hoy recordemos ese sentimiento que no logra florecer porque no es correspondido, o se considera prohibido, o no pasa de tímida admiración platónica, sobre todo en la juventud

Autor:

Mileyda Menéndez

Toda la vida estaba /en tus pálidos labios...

Dulce María Loynaz

EL 14 de febrero es uno de los días internacionales más celebrados en el mundo, pero no es el único que se tiñe con esa fiebre de demostraciones amorosas. Más discretos son los cercanos 13, 15 y 16: los dos primeros para agasajarse entre amantes (ya que la fecha solemne es para la pareja oficial), y el último dedicado a los amores imposibles, esos que no serán o debieron terminar.

De las infidelidades hablaremos pronto. Hoy recordemos ese sentimiento que no logra florecer porque no es correspondido, o se considera prohibido, o no pasa de tímida admiración platónica, sobre todo en la juventud.

¿Quién no ha sentido un amor así? Disfrutarlo o padecerlo es una elección que depende mucho del amor propio. Si no puedes controlar la turbulencia que te provoca ese  imposible, aprovéchala para conocerte mejor: ¿Por qué te aferras a lo que no está a tu alcance? ¿Por qué idealizas a esa persona? ¿Qué no ves a tu alrededor, o dentro de ti? ¿Lo prohibido está en su espacio de control o en el tuyo?

Dialoga con especialistas o confidentes para hacer fluir esa emoción por cauces más tranquilos, y espera: a menos que te aferres a sufrir, ese amor pasará a otro plano donde podrás contemplarlo como bello homenaje de lo que pudo ser. De lo que no cabe dudas es del poder inspirador de estas historias. Aquí les compartimos dos que llegaron a nuestras redes a partir del concurso lanzado en enero.

Efecto mariposa

La secuencia interminable de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaba por tener consecuencias completamente impredecibles. Mi amor imposible... ¿Sienten curiosidad?, pues les cuento.

Coincidimos en el mismo grupo de WhatsApp. Siempre lo veía lejano. Interactuábamos sin imaginar lo que en algún momento pasaría. ¿El culpable? El juego de esa noche en el grupo: eso lo cambió todo.

En lo adelante ya nada fue igual. Era necesario escribirnos todos los días y nos encantaba soñar juntos en nuestras conversaciones. Todo era un motivo para compartir, hasta lo más simple, como un amanecer o un atardecer. Todo lo fotografiaba para mí, y si vi una mariposa, si floreció la orquídea de mi jardín... eso me ayudaba a crecer libre, me daba la paz para ser yo misma y contarle mis miedos, desvelos, deseos, sueños.

Quizá había encontrado algo diferente, pues a pesar de la distancia, y de ser solo una relación virtual, estaba llena de ilusiones, como en el filme El efecto mariposa. ¿Cómo imaginar que esa persona, que se había convertido en mi cómplice, mi compañero, mi motor impulsor, era casado? Sí, un día lo supe. ¿Y luego? Luego quedó en mi corazón, como un rayito de sol que calentó brevemente mi paso por este mundo. (Evelyn Santos, Manzanillo, 24 años).

Cuna de estrellas

Aprendió en El mundo en que vivimos / que la naturaleza es todo lo que nos rodea,/ así que, / pensaba él, / al perderla lo había dejado sin naturaleza.

Supuso que las historias también crecen,/ y entonces / El mundo en que vivimos / no es tan bonito como en la escuela.

Ya de grande, / aprendió de alguien que hacía poesía, / pero no era poeta, / que los amores nacieron en las estrellas, / así que dedicaba horas a mirarlas, / y cuando se fugaba alguna / deseaba volver a verla a ella.

Pero la fantasía se vuelve real / solo en vidas ajenas.

/ Los planetas se alinean en otras galaxias, / y las canciones de trasfondo musical/ con un beso en primer plano / son cosas visibles solo en telenovelas.

Los refranes de la abuela le enseñaron / que no hay mal que por bien no venga, / así que pensó que otra vendría. / Había olvidado que las abuelas también tienen margen de error/ y le tocó aprenderlo de la peor manera.

De pequeño le decían / que nada hace imposible a un amor,/ pero de grande,/ un día de estos últimos, / se dio cuenta de que las estrellas caducan, / y con ellas/ los amores que la tuvieron por cuna.

Entonces la palabra imposible / termina quedándole mejor al infinitivo olvidar, /porque hay amores que nunca se olvidan. (Anónimo)

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