D.: A pesar de la devastación producida por el huracán Ian y la falta de electricidad, pude tener unos días en familia maravillosos. Mi esposo estuvo todo el tiempo en casa; hubo momentos a solas que disfruté; conversamos y jugamos con nuestros hijos como hace mucho no hacíamos. Una vez que volvimos al trabajo, nuestra vida es tan huracanada como siempre y no sé cómo recuperarme de ese fenómeno. ¿Qué podría hacer para disfrutar más del amor de mi esposo y mis hijos?
Para disfrutar en familia sería preciso prescindir de otras satisfacciones cotidianas, como el reconocimiento por cumplir con las tareas, las redes sociales, los juegos digitales y todas las pequeñas actividades que nos separan aun estando juntos. Por otra parte, habría que planificar actividades placenteras, como comer todos alrededor de la mesa, sentarse a conversar un momento cuando llegan a casa y, de ser posible, organizar paseos familiares.
Una de las consecuencias de la vida contemporánea es la constante agitación y la segregación de los miembros al interior de las familias, como si cada cual viviera en un mundo diferente. Fue suficiente suspender las exigencias y hobbies cotidianos, en especial los teléfonos celulares y otros dispositivos, para que tuvieras un atisbo de eso. Pero no es posible congelar otras tareas que sostienen el hogar.
Disfrutar tiempo de calidad juntos requiere la creación de condiciones. No sale solo. Implica invertir energías en disponer de horarios solo para la familia, y aportar ideas u otros detalles que regocijan tu familia. Para volver a instaurar estas actividades, es preciso que resulten tan placenteras que den deseos de repetirlas y protegerlas entre tanta amenaza cotidiana de otras actividades solitarias.
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