M.P.: Quiero separarme de mi esposo porque ya no me hace sentir bien como mujer. Mi madre me dice que cuando se tienen hijos, hay que olvidarse de todo lo demás. Y yo me pregunto si tengo que marchitarme como mujer insatisfecha para que mis hijos se críen con su padre. ¿Qué debo hacer?
Los hijos disfrutan una familia vitalizada más que una infeliz y resignada. No hay que cargarlos de una responsabilidad que no les toca. Ellos logran superar las crisis familiares, pues son muchos los factores que contribuyen a su formación subjetiva. La clave está en el modo en que se interpretan y afrontan los cambios necesarios. Ellos necesitan padres presentes, capaces de explicarles los cambios y asegurarles la compañía necesaria.
La elección del curso del matrimonio debe centrarse en el deseo, posibilidades y determinación de los cónyugues. Habrá que empezar por definir qué prefieres, pues ninguna elección es fácil y siempre habrá consecuencias difíciles de asumir. La orientación desde el deseo más íntimo, más allá de los criterios ajenos, tiene el sabor de la apuesta estimulante.
Ni mantener el matrimonio ni la separación garantizan el final feliz. En ambos casos hay un proceso de cambios e inventivas hasta encontrar el equilibrio. Los desacuerdos, la incertidumbre, las decepciones son parte del proceso. Muchas veces se necesita ayuda sicológica, legal, educativa…
Se ha demostrado que padre y madre pueden encarnar sus funciones mientras disfrutan el erotismo con otros compañeros. El concepto de familia se ha diversificado y los hijos logran comprender mejor lo que hace bien a sus padres.
Mariela Rodríguez Méndez, master en sicología clínica
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