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La quinta revolución industrial está en marcha

El trepidante ritmo actual de descubrimientos astronómicos deberá conducir a mediano plazo a un vuelco tal en las ciencias básicas que el mundo dejará de ser como es. Con este espacio JR inaugura otro camino al conocimiento de las ciencias

Autor:

René Tamayo León

Hace apenas unos días, un par de asteroides flanquearon la Tierra a una distancia menor que la existente entre esta y la Luna. Son sucesos comunes, pero es infrecuente que dos de ellos lo hagan casi al unísono, aclaraba la agencia espacial estadounidense (NASA).

El Observatorio Europeo Austral (ESO), por su parte, daba a conocer su más reciente composición fotográfica de la galaxia espiral que, desde hace unos días, tras conocerse su existencia, alimenta la imaginación de los aficionados, debido a sus similitudes con la Vía Láctea.

La NGC 300 se localiza en el Grupo Escultor, un conjunto de galaxias a seis millones de años luz de distancia de la Tierra. La imagen revela en gran detalle la estructura del cuerpo celeste. Fue obtenida con el Wide Field Imager (WFI) en el Observatorio La Silla, al norte de Chile.

Se compuso a partir de varias fotografías individuales tomadas a través de diferentes filtros y con una exposición total de unas 50 horas, reportó la agencia española EFE.

Se trata de una «campaña de observación» que pretende censar las estrellas de la NGC 300 y marcar «zonas o incluso estrellas individuales que justifiquen investigaciones más profundas y focalizadas», aseguró la ESO.

Semanas atrás sus investigadores también anunciaron el hallazgo de otro hermano mellizo del Sistema Solar. Según los cálculos, podría tener al menos siete planetas que orbitan alrededor de la HD 10180, un estrella tipo Sol.

«Hemos hallado lo que probablemente sea el sistema con el mayor número de planetas descubierto hasta ahora», indicaba Christopher Lovis, líder del equipo de trabajo.

El cuerpo fue develado por el espectrógrafo HARPS, un exitoso buscador de exoplanetas. Instalado en el telescopio de 3,6 metros de ESO en La Silla, realiza un estudio a seis años de la HD 10180, situada a unos 127 años luz, en la constelación austral de Hydrus o Serpiente Marina…

A fines de agosto, la nave espacial Kepler, de la NASA, informaba algo similar: el primer sistema planetario confirmado con más de un planeta que transita o pasa frente a la misma estrella. El ingenio espacial identificó señales de dos cuerpos del tamaño de Saturno orbitando una estrella similar al Sol y bautizada como Kepler-9.

El descubrimiento fue parte de la observación de más de 156 000 estrellas durante siete meses, de una misión que está contribuyendo a la búsqueda de planetas de tamaño similar a la Tierra fuera de nuestro sistema solar.

Hace dos lunes también se conoció que el Hubble volvió a contactar con la supernova 1987A. El legendario telescopio espacial de la NASA facilitó una nueva imagen que servirá a los estudiosos para continuar el análisis de su evolución.

La revista Science recordó que la 1987A es el objeto de su tipo más cercano al planeta. Está situado en la periferia de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana —satélite de la nuestra— a unos 160 000 años luz de la Tierra.

Días después, entretanto, se ofrecieron nuevas pruebas de la fuente de rayos X ultraluminosa más extrema del Universo, la que, según se sospecha, indica la existencia de una nueva clase de agujero negro. Los datos fueron aportados por un equipo de astrónomos de Gran Bretaña, Francia y EE.UU. coordinados por la universidad británica de Leicester, según la revista Astrophysical Journal.

El Very Large Telescope (VLT) de la ESO avistó la fuente de rayos X HLX-1 —considerada el miembro más extremo de las fuentes de rayos X ultraluminosas— en la galaxia ESO 243-49, a unos 300 millones de años luz.

Los astrofísicos sospechaban de la existencia de una clase intermedia de agujeros negros con masas entre uno y varios centenares de veces la del Sol, pero no se habían detectado aún de forma fiable.

Otra información fresca da cuenta del descubrimiento por un equipo de astrónomos de señales que indican que las galaxias enanas están siendo devoradas por las galaxias espirales, más grandes y que crecen por la ingestión de sus pequeños vecinos...

Por último, en estos días crece el convencimiento de que en la presente década se descubrirán planetas como la Tierra. El armenio Garik Israelian, nacionalizado español y premio Viktor Ambartsumian por su contribución al conocimiento de la formación de los sistemas planetarios, está convencido de que eso ha de ocurrir en los próximos cinco años.

El científico cree que descubrir un planeta que sea gemelo de la Tierra es fundamental para demostrar que en el Universo hay miles de millones que son similares. El siguiente paso sería detectar en ellos biomarcadores que permitan decir si hay vida o no, aseguraba en una entrevista a la agencia EFE.

Más, más, ¿y qué hay detrás?

La lista de descubrimientos espaciales recientes y por venir es larga y prolija. Nada más pasan unas horas, y las agencias de prensa, periódicos y publicaciones científicas dan cuenta de un nuevo hallazgo.

Algo muy profundo se está moviendo detrás.

Las respuestas a tantos develamientos se encuentran, entre otras explicaciones, en el abundante instrumental aportado por las nuevas tecnologías; en el conocimiento acumulado por estas disciplinas; y, sin lugar a dudas, en una competencia entre potencias mundiales —establecidas o emergentes— por ganar la carrera en lo que será un nuevo escenario de control y hegemonía mundial.

La quinta revolución industrial o científico-técnica está en marcha. Los resultados no se obtendrán en un plazo inmediato, pero el trepidante ritmo de descubrimientos científicos en el espacio exterior lo hace sospechar.

Ciencias especiales:

La quinta revolución industrial

La primera revolución industrial se ubica entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, con la modernización de las hilanderías y el surgimiento de la máquina de vapor. La segunda, entre finales del XIX y la primera mitad del XX, con el acero, el petróleo, y luego los automóviles, la aviación y otras innovaciones.

La tercera, la actual, comenzó tras la posguerra y tiene su pináculo en la llamada revolución informática, la cual está aún en pleno apogeo y a la que se le pronostican unos 20 años más de liderazgo y desarrollo.

La cuarta revolución científico-técnica, todavía sin despegar, muchos la sitúan —incluido este redactor— en el área de la ingeniería genética y la biotecnología, la que está acumulando experiencia desde hace más de dos décadas.

Es aquí donde está el próximo salto de la humanidad. Si aún no ha logrado darlo (independientemente de las objeciones éticas —válidas en cuanto a la cautela y responsabilidad que han de mantener sus desarrolladores), se debe a las retrancas del capital, corporizado aquí en las grandes transnacionales de la farmacéutica.

Los conglomerados monopólicos de la biotecnología y el negocio de las medicinas quieren mantener a toda costa, a fin de cuidar sus exorbitantes beneficios financieros, el control exclusivo de estos revolucionarios conocimientos, lo que incluye impedir el acceso a esos mercados de los países del Tercer Mundo que han logrado desarrollar la nueva y poderosa industria, como Cuba.

Son ellos los que están demorando el despegue de la cuarta revolución científico-técnica, que solo se producirá cuando se globalizan los resultados, cuando sean de dominio y aplicación general. Y vuelve aquí a relucir la máxima marxista de que el capital es contrario al desarrollo de las fuerzas productivas —al menos cuando significa perder dinero.

Pero el hombre no se detiene. La quinta revolución industrial ya se está pariendo.

Los actuales hallazgos espaciales permitirán investigar eventos, fenómenos y procesos más universales. Los nuevos descubrimientos científicos darán a mediano plazo un vuelco rotundo a las ciencias básicas: las madres de todos los conocimientos.

La Matemática, la Física y la Química, y por último la Biología, aún tienen mucho que aportar. Los escenarios alienígenos están planteando nuevas interrogantes. Y solo serán satisfechas con fórmulas y teorías renovadoras.

Esto no significa que esté a la vista la salida del hombre al espacio lejano. Aún demora. Pero sus resultados impactarán de manera drástica en el quehacer material y espiritual de nuestra civilización, primero aquí, en el planeta; luego, en el más allá, el infinito.

La humanidad todavía tiene que descubrir en la Tierra, pero a veces se siente satisfecha. Está impelida a buscar nuevos retos. La manzana de Newton sigue cayendo a nuestros pies; esta vez, desde las estrellas.

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