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Las especies del futuro vienen en «frascos pequeños»

Un reciente estudio parece demostrar que el cambio climático está encogiendo cada vez más a los animales y plantas, como una consecuencia directa del aumento de temperatura y la escasez de agua

Autor:

Patricia Cáceres

Si comparamos al colosal Tyrannosaurus Rex, al felino Dientes de Sable o a los simpáticos mamuts, con la mayoría de las criaturas que hoy nos quedan en el inventario de la fauna mundial, se hace evidente que, con el paso del tiempo, han reducido considerablemente su «formato».

Para suerte de la humanidad, ya no se pasean libremente por nuestros bosques animales de talla XXL, como sucedía hace millones de años atrás, hasta que el desequilibrio ambiental o el impacto con un gran meteoro los borró para siempre de la Tierra.

Por el contrario, un reciente estudio publicado en la revista Nature Climate parece demostrar que el cambio climático está encogiendo cada vez más a los animales y plantas, como una consecuencia directa del aumento de temperatura y la escasez de agua. ¿Acaso algún día seremos llamados «dinosaurios» del pasado?

Según BBC Mundo, los autores de la investigación, Jennifer Sheridan y David Bockford, de la Universidad Nacional de Singapur, sugieren que muchas especies ya exhiben tamaños más pequeños como resultado del calentamiento global y muchas otras son propensas a encogerse en respuesta a las reglas fundamentales ecológicas y de metabolismo.

Esto —advirtieron— podría tener un impacto negativo, tanto en los cultivos como en las fuentes de proteínas, dígase el pescado, que son importantes para la nutrición de los seres humanos.

Al parecer, los investigadores basaron su análisis en la teoría de la evolución de la vida y en las transformaciones que experimentaron los animales prehistóricos. Y es que hace 56,3 millones de años ocurrió un fenómeno conocido como «máximo térmico del Paleoceno-Eoceno», cuando la temperatura ascendió de tres a siete grados en apenas cien años.

De acuerdo con el artículo, en los siguientes milenios muchos insectos cambiaron de forma y su tamaño se redujo del 50 al 70 por ciento. También se hicieron más pequeños algunos roedores.

El estudio sugiere que el actual calentamiento global transcurre de forma aún más acelerada que en aquellos tiempos remotos, aunque los organismos reaccionan de manera idéntica.

Los expertos hicieron un seguimiento de las especies, desde los registros fósiles hasta decenas de estudios que muestran que muchas plantas y criaturas como arañas, escarabajos, abejas, hormigas y cigarras se han encogido con el tiempo.

Por ejemplo, citaron un experimento que demuestra cómo, por cada grado centígrado de calentamiento, las plantas y frutas son entre un tres y un 17 por ciento más pequeños, se reduce entre un 0,5 y un cuatro por ciento el tamaño del cuerpo de marinos invertebrados y entre un seis y un 22 el de los peces.

«La sobrevivencia de individuos pequeños puede aumentar en temperaturas mayores, y las condiciones de sequía pueden llevar a brotes más chicos, lo que produciría en promedio tallas más pequeñas», puntualizaron.

«El impacto podría variar: desde limitadas fuentes de alimentos (menos comida producida en la misma extensión de terreno) hasta una sistemática pérdida de la biodiversidad y una eventual cascada catastrófica de servicios del ecosistema», añadieron.

Los expertos aclaran que, si bien no pueden percibirse los efectos a gran escala, en la medida en que las temperaturas aumenten estos cambios podrían ser mucho más evidentes.

Pequeños, y menos diversos

Otro estudio, del Centro de Investigaciones sobre Clima y Biodiversidad en Fráncfort, Alemania, también arroja resultados preocupantes. Este sugiere que el calentamiento global tendrá un impacto en la biodiversidad mucho mayor de lo previsto pues, además de disminuir el número de especies, se afectará gravemente la diversidad genética.

De acuerdo con Carsten Nowak, líder de la investigación, algunos científicos han previsto que si la temperatura continúa ascendiendo, de acuerdo con las tendencias actuales, podría extinguirse hasta un tercio de la flora y fauna. No obstante —aclaró—, al tener en cuenta la diversidad genética, la pérdida podría superar incluso el 80 por ciento.

En una exclusiva de Nowak a BBC Mundo, el investigador explicó que dentro de una misma especie, al igual que en los seres humanos, hay características genéticas diversas.

«Esta diversidad puede no estar distribuida en forma equitativa. Por ejemplo, si consideramos insectos, distintos linajes con características diferentes pueden haber evolucionado en distintas regiones montañosas. Si los insectos de esa cadena montañosa se extinguen, la especie como tal puede persistir, pero uno de sus linajes habrá desaparecido», señaló.

Según el especialista, en caso de que se agraven las condiciones ambientales, es posible que solo una variante genética provea las características necesarias para la adaptación al cambio climático y la supervivencia de la especie.

«Vemos esto hoy en día con los cambios en la agricultura. Los investigadores están buscando las plantas originales (por ejemplo, para encontrar genes que aporten resistencia a enfermedades) y aseguran que fue un error centrarse solo en el desarrollo de variedades genéticamente uniformes. Lo mismo sucede con la fauna y la flora silvestres. Cuanto menor sea la diversidad genética, mayor es el riesgo de que la especie se extinga», comentó a BBC.

Alimentos frente al calor

Uno de los retos más alarmantes frente al incremento de la temperatura es, sin dudas, la producción de alimentos. Así lo confirmaron expertos del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional, quienes alertaron sobre la necesidad de desarrollar variedades tolerantes a la sequía, en el caso de cultivos vulnerables como papa, frijol, yuca y plátano.

El Grupo (CGIAR, por sus siglas en inglés), que reúne 15 centros de investigación agrícola a nivel global, lanzó recientemente un portal en Internet con información explícita sobre cómo serían afectados diferentes cultivos y qué nuevas variedades deberán desarrollarse.

El nuevo sitio, titulado Red de Conocimiento sobre Adaptación y Mitigación (AMKN, por sus siglas en inglés), disponible en la dirección electrónica www.amkn.org, al parecer intenta centralizar información útil para agricultores y gobiernos de todo el orbe.

Para ello dispone de mapas interactivos hasta modelos climáticos, además de información sobre proyectos pilotos con comentarios de agricultores de distintas nacionalidades.

Una de las más novedosas iniciativas de CGIAR fue la creación de un mapa sobre la vulnerabilidad relacionada con el cambio climático y la inseguridad alimentaria en los trópicos del mundo.

En otras palabras, este indica las áreas agrícolas que sufrirán más debido al calentamiento en 2050, o «focos de riesgo» en los que el aumento de la temperatura amenazará la producción de alimentos.

Entre ellos se incluyen áreas de Asia Meridional, incluyendo casi la totalidad de la India, y partes de África subsahariana. También se señalan grandes puntos de vulnerabilidad en América Latina, como México y América Central, y el este de Brasil.

«Comparada con otras regiones, América Latina está en una mejor posición, no porque el impacto en los cultivos sea menor, sino porque hay instituciones fuertes, menores niveles de pobreza y mayor capacidad de adaptación», aseguró a BBC Andy Jarvis, experto en América Latina del Centro Internacional de Agricultura Tropical, y uno de los autores del estudio.

Pero esto —subrayó— no se aplica a partes de América Central, donde los niveles de pobreza son altos y hay una muy baja capacidad de respuesta.

Asimismo, Bruce Campbell, director del programa de investigación del CGIAR sobre Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria, advirtió que, en el caso de África, se necesitará una revolución en los sistemas agrícolas.

Otro de los autores del informe, Philip Thornton, consideró que el mensaje del estudio es claro. «El margen de tiempo para desarrollar soluciones innovadoras que puedan superar efectivamente estos desafíos es limitado. Se necesitan ahora grandes esfuerzos de adaptación si queremos evitar serios problemas de seguridad alimentaria más adelante».

Para identificar las áreas más sensibles, los científicos tuvieron en cuenta variables como pobreza o alta dependencia de la agricultura, y se apoyaron también en modelos climáticos, así como en las predicciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.

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