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¿Rocas que caminan? (+Fotos)

No tienen ruedas y no cuentan con ningún otro artilugio que les permita trasladarse; son rocas y «sin embargo… se mueven». Durante décadas el andar de estos cuerpos por el Valle de la Muerte, en Estados Unidos, ha sido un misterio

Autor:

Randy García

El Valle de la Muerte no es un lugar común. Este sitio se encuentra entre los más calurosos del orbe, con temperaturas que revientan el termómetro sobre los 50 grados Celsius. Aquí se registró la más alta de la historia, el 10 de julio de 1913, cuando el mercurio ascendió a los 56,7 grados Celsius, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Con precipitaciones anuales que raras veces superan los 50 milímetros, el Parque Nacional situado en California, Estados Unidos, debe su nombre a los exploradores que lo cruzaron en busca de oro en el oeste, a mediados del siglo XIX.

Sus características topográficas constituyen una atracción, pues su punto más bajo, conocido como la cuenca del Badwater, se ubica a 85,5 metros bajo el nivel del mar, mientras que el monte Whitney se eleva a más de 4 400 metros.

Todos los años lo visitan cerca de un millón de personas, ávidas de aventuras extremas y vistas espectaculares en el lejano oeste. Sin embargo, desde hace algunas décadas, un peculiar mito en este desierto seduce a los científicos.

Se trata de las llamadas rocas «viajeras» o «reptantes» que se desplazan cientos de metros sobre la superficie árida, dejando un surco de algunos centímetros de profundidad. Todo un misterio que por estos días la ciencia ha puesto énfasis en resolver.

Dichas rocas se hallan en el lecho de un lago seco llamado Racetrack Playa. Rodeado por una cadena montañosa, el terreno es plano, y en escasos momentos del año recibe agua de lluvia, que luego de evaporarse deja un lecho de fango agrietado.

Si bien los entendidos en geología llevan años estudiando las rocas que allí yacen, nunca nadie las ha visto moverse con sus propios ojos, pues se calcula que solo lo hacen cada dos o tres años.

Ralph Lorenz, del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, Estados Unidos, quien ha estado investigando el fenómeno en los últimos años, le dijo a la BBC que Racetrack Playa es un área remota que está protegida, por lo que no se puede acampar y hay muchas restricciones sobre los equipos que se pueden llevar. «La mayoría de los movimientos deben suceder de noche, lo que dificulta aún más que sean captados», indicó.

Por otra parte, el peso de estas piedras puede llegar hasta los 350 kilogramos. Y más extraño resulta la trayectoria de algunas, pues mediante la observación de los surcos se han confirmado algunos casos en los que las rocas cambian su dirección en ángulos pronunciados, e incluso se han dado vuelta.

Del mito a la teoría

Los primeros intentos de resolver el enigma aparecen en el siglo XIX, cuando una tribu que habitaba el valle comenzó a adjudicar el atípico comportamiento a los malos espíritus. Luego surgieron algunas hipótesis que intentaron demostrar que el movimiento era un efecto de la acción de los terremotos. No obstante, tales conjeturas quedaron descartadas por ser esta un área de baja actividad sísmica.

Algunas leyendas populares han relacionado el fenómeno con los campos de energía y al magnetismo de la Tierra, e incluso las más excéntricas han justificado la mediación de seres extraterrestres.

Las observaciones —informó BBC— comenzaron a adquirir cierto carácter científico en la década de los 40 del pasado siglo, cuando dos geólogos norteamericanos fundaron la teoría de que el desplazamiento de las piedras se debía a los vórtices de viento producidos en la zona. Si bien experimentos posteriores no confirmaron dicha teoría, las investigaciones empezaron a centrarse en un presunto responsable: el viento.

Este elemento, unido al barro resultante de la corta temporada lluviosa, y las finísimas capas de hielo que en esa época se forman durante las frías noches, están presentes en Racetrack Playa.

Se determinó entonces que cuando se congela el agua que cubre el suelo del lago tras una tormenta, el hielo sujeta a las rocas. Luego, al derretirse paulatinamente, se divide en placas de gran tamaño que logran deslizarse sobre el fango debido a la acción del viento. Así las piedras en una misma placa de hielo se moverían simultáneamente y en paralelo.

Pero esta hipótesis también fue refutada. Mediante la tecnología GPS hace algunos años se demostró que las rocas, aun estando muy cerca unas de otras, por lo general siguen trayectorias diferentes.

En la década de los 70, geólogos de la Universidad de California observaron los movimientos particulares de 30 piedras. Según el diario ABC, clavaron estacas de madera alrededor de las piedras para determinar hasta qué punto las capas de hielo eran las responsables.

Si hubiese sido cierta su «culpabilidad», el hielo hubiera congelado las estacas, e impedido que las piedras se desplazaran. Pero finalmente algunas de estas siguieron «paseándose», y a pesar de las frecuentes visitas los científicos nunca vieron tan solo un movimiento.

Cuestión de física

En 2006 un equipo a cargo del investigador Ralph Lorenz viajó al Valle de la Muerte como parte de un proyecto de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de  Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés) que tenía como objetivo analizar el clima de la región y determinar así su similitud con las condiciones meteorológicas en otros planetas del sistema solar.

Lorenz no pudo obviar las rocas viajeras, y comenzó a observarlas de manera sistemática. «Había muchas teorías sobre el fenómeno, pero poca información cuantitativa», expresó el especialista, quien le comentó además a la BBC que «hasta ese momento nadie se había preocupado de averiguar cuán a menudo se daban en la zona fuertes vientos, inundaciones o heladas, por lo que decidimos registrar esa información de manera más sistemática».

Motivados por contrastar las observaciones, el equipo indagó en otros casos que pudieran parecerse al de Racetrack Playa y, en efecto, se toparon con que en algunas playas del océano Ártico, incluso las finas capas de hielo hacen que las rocas se mantengan a flote y se dispersen por toda la costa.

Lorenz explicó que durante el invierno, alrededor de las rocas de Racetrack Playa se crea una capa de hielo de unos dos centímetros de grosor y unos cuantos centímetros de ancho, que actúa como un pequeño flotador.

«La capa de hielo les ayuda a moverse, reduciendo significativamente la fricción. Y solo se necesita una pequeña brisa para darles la aceleración del movimiento», añadió.

A pesar de lo ingenioso de su teoría, ni Lorenz ni su equipo han presenciado el suceso, por lo que decidieron demostrar los efectos del mismo mediante un experimento casero que simuló las condiciones de Racetrack Playa.

Primero colocaron una piedra en agua, de la que sobresalía una parte de esta. Después congelaron el agua, y se obtuvo un bloque de hielo con la piedra sujeta en el centro. Luego situaron el bloque sobre arena húmeda. El resto lo hizo el aire, y el hielo que sostenía la roca logró desplazarse.

«Empecé a soplar sobre la roca, que comenzó a moverse. Ese hielo permitió a la piedra deslizarse, dejando una huella profunda en la arena», relató el experto.

A pesar de que la teoría de Lorenz se aproxima como ninguna a la posible explicación del misterio de las rocas viajeras, el mismo científico sospecha que «no habría una sola causa para el movimiento independiente de cada una de las piedras».

Por esta razón, el mito todavía persiste. Mientras tanto, las «viajeras» del Valle de la Muerte prosiguen su vagar por esas tierras áridas del oeste norteamericano, suscitando la incredulidad y el asombro de los que aún no creen que la naturaleza pueda mover una roca.

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