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Peces traslúcidos que «se aburren»

Descubren en la Antártida especies que pueden vivir bajo el hielo, sin recibir la luz solar o el aire de la superficie terrestre

 

Autor:

Patricia Cáceres

Nadie imaginaría que bajo una capa de 740 metros de hielo glacial, a una temperatura de -2 grados Celsius, podría existir vida, más allá de unos cuantos microbios. Pero lo que parecía imposible fue confirmado hace unos días por un grupo de investigadores de la Universidad de California, Estados Unidos, que descubrió un ecosistema acuático en la Antártida, bajo la gruesa masa helada.

Según informó la revista Scientific American, se trata de uno de los ecosistemas mejor preservados de la Tierra, cuyos integrantes pueden vivir completamente aislados de la luz solar y del aire de la superficie terrestre; está compuesto mayormente por diferentes peces e invertebrados.

El hallazgo se hizo como parte del proyecto Wissard (Whillams Ice Stream Subglacial Access Research Drilling Project). La perforación se realizó en la barrera de hielo Ross, una masa del tamaño de Francia que cuelga fuera de la línea costera de la Antártida y que flota en el océano.

Como la superficie lunar

Los científicos tardaron ocho días para perforar la capa helada. Ello fue posible mediante un taladro de agua caliente y de un delgado robot submarino llamado Deep-Scini Rov, de 1,5 metros de largo, resistente a la presión y con un cuerpo aerodinámico.

El artefacto fue operado por control remoto y está diseñado para deslizarse por un estrecho pozo en el hielo y explorar la cavidad de agua por debajo. Tiene instaladas cámaras de zafiro blindado, un brazo, un capturador de muestras de agua y otros instrumentos.

La misión comenzó en diciembre, a 630 kilómetros del Polo Sur y a más de mil de la base más cercana. Al decir de la revista Scientific American, en la primera mirada no se observó nada.

La cámara de video encontró un fondo marino estéril «rocoso, como una superficie lunar», expresó Ross Powell, geólogo glacial de la Universidad del Norte de Illinois, que codirigió la expedición con otros dos científicos.

Incluso profundos fondos oceánicos «abismales», de tres o cuatro kilómetros de profundidad, suelen mostrar algunos signos de vida animal: las pistas de crustáceos que han desplazado sobre el barro, o montones de barro que los gusanos han expulsado de sus madrigueras.

Pero la cámara no mostró nada de eso, subrayó. Núcleos de barro que el equipo desplumó suavemente desde la parte inferior tampoco mostraron ninguna señal de que algo había sido enterrado debajo.

Y el agua de mar que subieron del fondo en unas botellas era muy clara —dijo—, lo que sugiere que estaba escasamente poblada de microbios, y ciertamente no los suficientes de estos para que los animales comieran y se sustentaran.

La sorpresa

Pero el 15 de enero llegó la sorpresa. Tras una serie de complicadas maniobras para bajar al robot, algo se movió en el campo de la luz emitida por el aparato. Se trataba de un pez traslúcido, de ojos grandes, en el que se veían con claridad sus órganos internos.

Robert Zook, el técnico que construyó el robot y lo operó, relató que el pez se acercó tranquilo a la cámara, seguramente atraído por la luz. Ese día se encontraron más de 20 peces. Eran «curiosos y dóciles. Creo que están aburridos. Estaba claro que eran una comunidad que vive allí, no solo un encuentro casual», aseveró.

Todavía se desconoce si el pez transparente forma parte de una nueva especie, pero los especialistas especulan que se trata de la suborden de los Notothenioidei.

Estos peces, también llamados blénidos antárticos, no cuentan con la compañía de muchos animales en estas heladas aguas, pues representan el 91 por ciento del total de animales por peso (o biomasa) y el 77 por ciento de las especies, según Reinhold Hanel, biólogo del Instituto Johann Heinrich von Thünen de Alemania.

Debido a la combinación de calor geotérmico y la presión y movimiento creados por las capas de hielo, estos peces viven a temperaturas constantes de unos -2 grados Celsius, por lo que han tenido que adaptarse para lograr sobrevivir, relata el sitio National Geographic.

El característico cuerpo transparente de estos peces, que viven a temperaturas constantes de unos -2 grados Celsius, probablemente sea resultado de la pérdida evolutiva de hemoglobina.

Al parecer su éxito está relacionado con el desarrollo de glicoproteínas anticongelantes, que evitan que sus fluidos corporales se congelen. En cuanto a su característico cuerpo transparente, coinciden en que probablemente sea resultado de la pérdida evolutiva de hemoglobina, la proteína que hace que la sangre sea roja.

Según los investigadores, el pez traslúcido era el más grande entre todos los encontrados bajo la masa de hielo. Pero el Deep-Scini también captó otros dos tipos más pequeños y negruzcos y otro naranja, además de docenas de crustáceos rojos «revoloteando» alrededor, así como un puñado de otros invertebrados marinos que el equipo no ha podido describir hasta el momento.

El robot captó docenas de crustáceos rojos revoloteando, así como un puñado de otros invertebrados marinos.

He trabajado en esta área durante toda mi carrera, estudiando las «barrigas» de los glaciares, donde estos fluyen hacia los océanos, expresó el geólogo Ross Powell.

Se entiende que estas áreas tienen muy poca comida, son desoladas y no albergan vida. Pero de algún modo el ecosistema logró sobrevivir increíblemente lejos de la luz del Sol, la fuente de energía para la mayoría de la vida en la Tierra, recalcó.

El descubrimiento permite reflexionar sobre qué tipo de vida compleja pero aún desconocida podría habitar las vastas áreas debajo de las barreras de hielo de la Antártida, que comprenden más de un millón de kilómetros cuadrados de fondo marino inexplorado.

El proyecto Wissard hizo historia científica y de ingeniería por primera vez a finales de enero de 2013, cuando los investigadores recogieron muestras de agua y sedimentos del lago subglacial Whillans que habían estado aislados del contacto directo con la atmósfera durante muchos miles de años.

«Debido a que la Antártida es un continente básicamente microbiano, la exploración por debajo de su gruesa capa de hielo puede ayudar a entender cómo la vida ha evolucionado para sobrevivir en la fría oscuridad.

«Espero que nuestros resultados motiven nuevas investigaciones sobre el papel de estos microorganismos extremos en el funcionamiento de nuestro planeta y otros mundos helados en el Sistema solar», declaró Jill Mikucki, investigador de la Universidad de Tennessee (UT), en Knoxville, Estados Unidos.

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