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Allí fumé

«¿Por qué hacen tan difíciles las cosas?», cuestiona la lectora Celia Mulet García, de calle 19, edificio 32-B, apartamento 3, entre 6 y 8, reparto Lenin, en la ciudad de Holguín.

La historia que relata justifica su interrogante.

Resulta que la madre de Celia reside en el apartamento 7 de la última planta de ese mismo edificio, que está sumamente afectado hace años por graves problemas en la cubierta de la azotea. Cuando llueve, es más adentro que afuera. Y el peligro mayor allí es cocinar con electricidad. El agua rueda pared abajo y gotea desde el techo, al punto de que hay que cubrir el piso con vasijas.

El 12 de diciembre pasado, Celia llamó al teléfono 46 8378 de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) para orientarse sobre qué debía hacer. Y le dijeron que eso no se atendía allí, que llamara al 42 1264. En este recibió la misma respuesta negativa, y la remitieron al 42 3687 (Vivienda municipal). En esta también la enviaron al 47 4092 (también de Vivienda Municipal). Y en este, le dieron la misma respuesta de aquí no es. Algo así como el «allí fumé» del viejo cuento de la Buena Pipa que, de vez en cuando, se entroniza como estilo del peloteo en algunas entidades cubanas.

«Llegué a la conclusión de que esas personas, donde trabajan, solo saben de lo que ellas realizan, pero no tienen conocimiento del trabajo que desempeña la entidad», manifiesta.

Celia remitió una carta contentiva del problema a distintas instancias del municipio y la provincia; y nada ha resuelto, ni siquiera la esperanza de que algún día habrá solución.

Mayra Díaz Fernández debe sentir similar frustración allá en calle D, número 156, entre Heredia y Camilo Cienfuegos, Cueto, en la provincia de Holguín.

En octubre de 2006, ella reportó su fosa desbordada en el patio, y le plantearon que había varias solicitudes antecediéndole. Como conoce las limitaciones de equipamiento para ello, esperó pacientemente.

Al fin, el carro estuvo en su localidad en noviembre de 2006. Ella llamó, y le dijeron que el mismo había salido con su reporte, y no sabían por qué no había llegado. En febrero de 2007, volvió a reclamar, y le dijeron que el carro se había atascado y por eso no había llegado hasta ella. Pero fue tan cerca de su casa, que sí pudieron limpiar la fosa de los vecinos contiguos, pero no la de ella. Y en marzo también limpiaron la fosa que queda detrás de la casa de Mayra, pero no la de ella.

Mayra se comunicó con Atención a la Población de Acueducto provincial. Allí remitieron su queja al municipio, y la funcionaria le aseguró que cuando volviera el carro, su fosa sería la primera en descargarse.

Sí, volvió el carro, pero las promesas quedaron en el aire. Llamó la afectada al Acueducto provincial y allí se comunicaron con el municipal, para al final responderle a la señora que debe seguir esperando, porque ella no constituye una prioridad.

Y Mayra se pregunta en qué consistirá ser prioridad, qué se necesita para ello. «¿Quién dice la verdad? ¿Hasta cuándo vamos a ser maltratados?», interpela, y exige una respuesta transparente, que desaparezca las turbias y malolientes aguas en su patio.

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