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¿Qué pasará ahora en calle Cuatro?

Ágiles medidas se tomaron en la terminal de ómnibus de calle Cuatro, en la ciudad de Santiago de Cuba, a raíz de las denuncias de irregularidades en su servicio, hechas aquí por el lector Rafael Ruenes, el pasado 5 de julio.

Lo anterior trasciende en la carta de Vladimir Alarcón Mena, director provincial de Transporte en ese territorio, y que responde a cada una de las críticas hechas por Ruenes.

Señala Alarcón Mena que esa terminal es un centro «bastante complejo, a partir de la alta concentración de viajeros, con un flujo superior a las 8 000 personas diarias y ser una terminal abierta; dificultades con el abasto de agua, bajo nivel de servicio de ómnibus ante la alta demanda». Y se complicó más, manifiesta, al reanimarse el servicio de ASTRO con la adición de seis rutas de ómnibus.

Consigna que se hizo un análisis con los factores correspondientes del centro y de la Organización Económica Estatal de Ómnibus Urbanos (OEEOU), «con la profundidad y el espíritu crítico correspondiente, se constató la justeza de lo planteado por Ruenes: faltó previsión, rigor y fiscalización por parte de la Dirección de Ómnibus y de la empresa para evitar la ocurrencia de esos hechos. No cabe otra cosa que la transformación de la situación».

Seguidamente, responde a cada señalamiento de Ruenes:

En cuanto al audio defectuoso, que apenas permitía a los pasajeros recibir la información correspondiente, el propio 6 de julio fue reparado, a pesar de su avanzado uso. Se le dará mantenimiento periódico, hasta que se adquiera uno nuevo. Y el volumen alto en los televisores, comenzó a ser regulado por el jefe de turno correspondiente.

Sobre la suciedad de los pisos y los baños clausurados, de inmediato se facilitó una pipa con agua, se abrieron los baños y se procedió a limpiar el local. Y se decidió garantizar una pipa en la mañana y otra al atardecer, dar una mayor prioridad a los implementos de limpieza y completar la fuerza de trabajo de esas ocupaciones.

En lo relativo a los documentos que en el cristal de la taquilla entorpecían la visión, hacia adentro y hacia afuera, e incomunicaban a empleados y clientes, informa que ocurría al no tener ASTRO como entidad una pizarra informativa propia, la cual ya se mandó a hacer. En cuanto al otro factor de incomunicación señalado, la disposición en el cristal de la taquilla de una aspillera muy pequeña y muy abajo, se acordó adicionar otra abertura.

Los desórdenes que se formaban en torno a la taquilla, según Alarcón Mena, se debían en lo fundamental a que no reunía las condiciones para el servicio de ASTRO. Se ha controlado el acceso a ella, y adicionalmente el servicio de expedición se trasladará hacia la estación ferroviaria, por lo cual se aligerará la carga de esa terminal.

La misma empleada que llamaba la lista de espera era la que vendía los boletines. Eso aletargaba y complicaba todo. Ahora, se designó otro compañero para llamar la lista de espera.

En cuanto a quienes «resolvían» boletines sin estar en la lista de espera ni en la cola, asegura el director que obedecía al propio hacinamiento, pues en la misma taquilla se expendían boletines a personas autorizadas: embarazadas, mujeres con lactantes, minusválidos y otros casos sociales. Aun así, reconoce la «desorganización y falta de atención de la administración de calle Cuatro».

Precisa que se tomaron medidas disciplinarias: «amonestación pública al director de la OEEOU, democión por seis meses al administrador, y rebaja del 25 por ciento del salario a la jefa de turno y administradora en funciones de la Terminal».

Agrega que se tomaron otras medidas organizativas, como limitar el acceso del público al andén, el chequeo diario de estos asuntos en el consejo de dirección y la designación de un cuadro de la empresa provincial para que fiscalice diariamente la terminal e informe.

Agradecerán los pasajeros de calle Cuatro las medidas adoptadas, sobre todo si traen fijador. Por las propias palabras de Alarcón Mena, es evidente que gran parte de los problemas sufridos allí tenían solución y no dependían de «crisis», «recursos» ni «bloqueos», sino de esos otros bloqueos subjetivos que tanto nos atenazan y carcomen.

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