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Necesarias distinciones

El desestímulo no siempre es material. Muchas veces la gente se extravía en la decepción cuando no se le reconocen sus aportes, ni se le hace ver que cuenta y es imprescindible. Que vale.

Quizá esa sensación hería a Orlando Martínez cuando me escribió. Su queja, publicada aquí el pasado 28 de octubre, revelaba la tristeza de un educador con 33 años de labor, aún activo en el Instituto Preuniversitario en el Campo (IPUEC) Jesús Menéndez, en el Plan Yabú de Villa Clara.

Con una fecunda «hoja de servicios» —término acuñado en la jerga emulativa—, y todavía en pie ante los desafíos del sistema educacional cubano, Orlando contaba que a pesar de su consecuencia y resultados, jamás había sido condecorado con la Distinción Rafael María de Mendive y la Medalla Pepito Tey, que se otorgan a quienes tienen una larga y relevante trayectoria en la educación cubana.

La respuesta de José Orlando Yánez, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Educación en la provincia de Villa Clara, confirma la justeza del dolor que embarga a Orlando.

Recalca José Orlando que, a raíz de lo publicado, el Sindicato provincial investigó el caso con el propio dolido, con dirigentes sindicales de su colectivo y del Sindicato municipal.

«Pudimos constatar —apunta— que al cumplir 25 años de permanencia ininterrumpida, con buena trayectoria laboral en la misma enseñanza, Orlando no fue procesado por su sección sindical». No es hasta el 2006 que se tramita y se propone al Comité Municipal del Sindicato de Educación en Santa Clara. Pero se dilata la tramitación con la comisión provincial. «Falta de agilidad, exigencia y control», así califica la causa del suceso.

Asegura que Orlando es uno de los propuestos en este curso para recibir la Distinción Rafael María de Mendive, la cual se otorgará en las próximas celebraciones por el Día del Educador. Y en cuanto a la Medalla José Tey, aclara que la dirección del centro donde labora Orlando nunca la ha solicitado. En tal sentido, se orientó al Consejo de Dirección del IPUEC que evalúe, para su posible tramitación con Educación municipal, puesto que es competencia de esa instancia de dirección.

Se hará justicia el Día del Educador, cuando Orlando reciba la Distinción Rafael María de Mendive, que no es una formalidad ni un título nobiliario para coleccionar, sino el emblema de la veneración y el respeto a quienes, por encima de contratiempos y tentaciones, han demostrado —con obras que son amores— su lealtad a la educación cubana.

Esta historia deja una lección: al sindicato no puede diluírsele en las rutinas el homenaje oportuno a quien es merecedor. No puede dejársele al trabajador la molesta misión de reclamar lo que debiera venir tácitamente. El estímulo a lo ganado en la vida no se puede estar forcejeando. El desestímulo aísla y anula. Si el sindicato no toma la iniciativa... ¿para qué quedamos?

La segunda historia la cuenta Yanelis Rodríguez, profesora de Francés de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana y residente en calle 20, edificio 27, apartamento 28, entre Segunda y Cuarta, reparto Guiteras, en el municipio capitalino de La Habana del Este.

Relata la profesora que el pasado 29 de noviembre el chofer de un auto le dio «botella». Y cuando ella se apeó, olvidó su carpeta en el carro con documentos muy valiosos. Se percató muy tarde y los dio por perdidos.

Pero esa noche, una compañera de trabajo la llamó por teléfono: el hombre del auto descubrió en los papeles el número telefónico de esa compañera, escrito por Yanelis. Así, le hizo llegar la carpeta con todo, por medio de la amiga.

Yanelis no lo ha vuelto a ver y solo sabe que se llama Eddy Capote. Quiere agradecerle por esa actitud tan generosa y desinteresada. No solo la ayudó a llegar a su destino, sino que se preocupó por hacerle llegar lo suyo. «Aún queda gente buena en este planeta», sentencia la profesora. Y yo prefiero decir que hay, sin el aún y sin el quedan. Lo que sucede es que los viles y desalmados son más altisonantes, y hacen más ruido.

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