Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Prohibida la palabra cansancio

Cada vez que muere un año y miro hacia atrás, no sé si felicitarnos por lo alcanzado dando oreja y curso a esta avalancha de reclamos y ansias insatisfechas, a tantos sentimientos encontrados y hasta alguna que otra alabanza de gratitud.

No sé si festejar logros, porque tal día de tal mes ese abandono de años fue solucionado en horas por la revelación, por la vergüenza «en pelotas».

No sé si debiéramos nadar en el triunfalismo por aquello de ganar espacios neutralizando dogmas y prejuicios y removiendo costras burocráticas.

No sé tampoco si colgarnos fatuamente la medalla de la autocomplacencia, por el mero hecho de ir labrando consenso para que nadie se sienta por encima de nadie, y se vaya alcanzando en la arena pública, en el debate y la reflexión, ese entendimiento que nos hace poderosos, esa rendición e información oportunas que cimentan en el ciudadano la sensación de que él cuenta y vale para las instituciones.

Me volteo hacia las estadísticas, y es como para no vivir tranquilos: en 2007, hasta el 24 de diciembre del lechoncito, esta columna había recibido 6 207 cartas, lo que comparado con 2006 representa un incremento del 12 por ciento. Más y más correspondencia cada año, y uno no sabe si reír o lamentarse, porque ese es el desafío: ya sea por una mayor confianza en nuestra gestión; ya sea porque otras estructuras de atención a la población no satisfacen sus requiebros, lo cierto es que la gente recala acá cada vez más. Y esta columna es solo un modesto energizador de la democracia socialista. Hace hasta donde puede, aunque no escatima perseverancia.

Pero son muchos los asuntos en el candelero, y no siempre alcanzan solución. Vivienda sigue siendo el tema más recurrente en las cartas, al punto de concentrar este año el 19 por ciento de la correspondencia. Y sin embargo es tan grave el asunto, y son tantas las necesidades acumuladas, que nos duele no poder siempre encaminar una solución para cada quien; aunque, por otra parte, no solo son quejas sobre recursos, pues se repiten en las misivas inventarios de irregularidades en la terminación de viviendas, demoras en los trámites, peloteos, desvíos de materiales, prevalencia de la ilegalidad y otros muchos asuntos subjetivos.

En cualquier tema que roce, la sección es para el observador un reflejo de la vida tal cual es, muchas veces a ultranza de las normativas y los mejores deseos. Es también un espejo donde se mira el país, para corregir defectos y torceduras, y para afianzar sus virtudes y confirmar la lucidez de muchas cosas, entre estas la suprema: su gente.

En cuanto al nivel de respuesta institucional —algo que nos ha ocupado tradicionalmente—, durante el último período analizado (mayo a octubre de 2007) el 76 por ciento de las misivas reflejadas en la columna fueron correspondidas con esclarecimientos de las entidades. El silencio que se le deparó al 24 por ciento restante evidencia que aún es ardua la batalla por destupir oídos y abrir ojos y entendederas.

Lo estratégico para Acuse de Recibo en 2008 es velar porque la calidad de las respuestas institucionales se corresponda con el momento histórico que vivimos. Continuaremos bregando porque esta columna no sea un pretexto para respuestas al paso y superficiales, ni maquillajes justificativos, como tampoco cabezas de turco ni chivos expiatorios.

A la larga, solo la autocrítica sincera y el análisis profundo de nuestras realidades, a propósito del inventario de quejas y sugerencias populares, es lo que puede elevar la eficacia de la vida en muchas instituciones. Hay que desbordar el mero asunto episódico y las medidas correspondientes, para detectar lo que en nuestros escenarios socioeconómicos genera tales tremebundas situaciones, surtidores de disgustos e inconformidades.

A nuestros lectores, que unas veces se impacientan, y otras se inquietan porque desfallezcamos, les decimos solamente que estén tranquilos: nunca les abandonaremos. Prohibida la palabra cansancio en esta columna.

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