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Rómpelo, si se rompe se compone: Marianela Ojeda lo cuenta y muchos se echan a reír, mas, para ella la historia trasunta algo muy serio. Huele a absurdo. La lectora, quien reside en calle 39 No. 4812, en el municipio capitalino de Playa, refiere que hace más de cuatro semanas se le averiaron los espejuelos a su esposo. Una de las patas casi colgaba en un hilito, pero no estaba separada del todo. El hombre fue a la óptica de 44, en ese municipio, y allí le indicaron que no hacían tales arreglos. Se dirigió a la de 12 y 23, hizo su «buena» cola, y cuando llegó su turno, el dependiente le dijo: «No se los puedo aceptar, porque no están rotos». La pata pendía de casi nada, pero de acuerdo con las orientaciones no se podían recibir. Entonces, el hombre le pidió los espejuelos al dependiente, les arrancó de un cuajo la canija pata, y le preguntó: «¿Ahora están en condiciones? El dependiente dijo: Sí, ahora sí se los puedo recibir». En cinco minutos se los arreglaron por solo cinco pesos; más la felicitación de las personas en la cola, por la iniciativa de cumplir la orientación y acabar de romper los espejuelos. «Sobran los comentarios», concluye Marianela.

Como abeja al panal: Desde Calle A No. 164, entre 4ta. y 5ta., en el Reparto California, municipio capitalino de San Miguel del Padrón, Francisco Rodríguez describe su asombro y beneplácito. A fines de diciembre pasado se le extraviaron los documentos personales y fue a las oficinas del carné de identidad de ese territorio, a hacerse de nuevo ese importante documento identificativo. Llegó a las 8:15 de la mañana. El salón estaba colmado de personas, y, por la fuerza de la costumbre y de viejas paciencias, se dijo: Aquí voy a echar el día. Pero no había transcurrido una hora, cuando el anciano salió con su nuevo carné. «La verdad es que me impresionó. Parece aquello un panal de abejas, donde cada cual hace lo suyo con rapidez, calidad y mucha amabilidad. Felicitaciones, y ojalá que sigan ese ejemplo en muchos lugares donde se atiende a la población».

«Patinando» en materia de calidad: Mario Tamayo, de La Sola 225, Santos Suárez, en la capital, alerta contra la estafa, que muchas veces comienza desde la compra en el exterior. Cuenta que el 17 de noviembre de 2007 le compró a su nieto de 7 años un par de patines en la TRD Casa Mimbre, de Monte y San Joaquín, en el Cerro. Le costaron 23.15 CUC, y el niño los estrenó el 6 de enero pasado. No más había rodado 8 o 10 metros, cuando uno de los patines soltó una rueda, pues se le había partido el soporte que las sujeta. El abuelo se pregunta si eso no es engaño al consumidor. Y alerta a quienes compran las mercancías en el exterior, para que no «patinen» en el rigor y la exigencia; porque al final son los consumidores quienes pagan los platos rotos... o, más bien, los patines rotos.

Lo que debía ser la norma: Oreniel Toledo viajó recientemente desde su casa en Cumanayagua, Cienfuegos, a Bayamo. Y quedó impresionado con la gastronomía de esta ciudad. Visitó el Café Serrano, una casa de especialidades con la aromática infusión; y degustó el buen sabor de la cordialidad, el respeto al cliente y la exquisitez, en pesos sin convertibles. «Vemos tantos establecimientos en moneda nacional con maltrato, sucios y llenos de moscas, y con sus trabajadores desdeñando al cliente, que cuando nos encontramos algo así, no lo creemos. Mi admiración por ese colectivo», subraya Oreniel, y acto seguido encadena otro relato: en el viaje de retorno a Cienfuegos, se rompió el ómnibus interprovincial e hizo traslado para otro, el No. 3309, de la base de ASTRO en Ciego de Ávila, que hacía el viaje de Santiago de Cuba a Cienfuegos. «El trato y el respeto de los dos choferes fue tan profesional que a todos nos asombró. La música tenía el nivel respetuoso, a un volumen adecuado, y fue apagada a la hora indicada. En cada Terminal donde se detuvieron, llamaron por la lista de espera (eso es extraño). Era lo que todo el pueblo espera de un chofer. Que sirva de ejemplo y crítica a quienes no honran su profesión».

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