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Medicamento contra la incertidumbre

Ezequiel A. Garriga (Avenida 31 No. 4218, Apto. 5, Playa, Ciudad de La Habana) es un padre que se levanta del dolor todos los días, para acopiar fuerzas. Su obsesión es darle paz a una hija, paciente autista.

Y la tranquilidad de Ezequiel es que, luego de más de 20 años con un cuadro clínico severo de la muchacha, en ocasiones con peligro para la vida por las constantes autoagresiones, ha mejorado considerablemente con el tratamiento de Risperidona.

Durante más de dos años ese medicamento controlado lo adquiría en la farmacia del policlínico Pedro Borrás, del municipio capitalino de Plaza. Pero a fines de julio de 2010 se le informó que no podía seguir obteniéndolo allí, pues se trata de una paciente de 26 años. Había que tramitar una nueva resolución por consulta de Psiquiatría de adultos.

Luego de los trámites pertinentes de inscripción y turno médico, entre otros, Ezequiel logró que se le hiciera un nuevo expediente a la joven en el hospital Calixto García, para facilitar mediante la Resolución 232 la adquisición de la Risperidona en la farmacia de ese centro asistencial.

Transcurrido un mes, Ezequiel se personó en la farmacia del Calixto, y le informaron que aún no había llegado el expediente; que debía llamar a la Dirección Provincial de Salud para conocer si el mismo se había aprobado ya.

El 15 de noviembre, una semana después, el padre se presentó personalmente en la Dirección Provincial de Salud. Allí le informaron que el expediente estaba, pero le faltaba la firma del Jefe de Grupo del MINSAP, y no podían situarle el medicamento hasta que no se cumpliera ese requisito.

Dos semanas más tarde, el 29 de noviembre, Ezequiel llamó de nuevo a la farmacia del Calixto García, y le dijeron que el expediente aún no había arribado. Entonces llamó por teléfono a la Dirección Provincial de Salud y le reiteraron que el expediente aún no estaba firmado, que se trata de un medicamento que se adquiere en el extranjero y requiere de rigor y tiempo en los trámites.

Preocupado por la carencia del medicamento y la reaparición en su hija de síntomas de agresividad y autoagresividad, y conocedor de que el mismo se produce en los Laboratorios Medilip de nuestro país, preguntó qué otra gestión podía hacer o adónde podía ir a encontrar una solución. Y del lado de allá de la línea le respondieron algo que lo hirió profundamente: que podía ir adonde quisiera, pero había que esperar por la firma y no se podía hacer nada.

«En el momento en que les escribo —señala Ezequiel—, han pasado ya varios días sin que la paciente haya podido tomar el medicamento, con las consecuencias negativas para su salud.

«Y me pregunto: ¿Cómo es posible que un trámite para la adquisición de un medicamento pueda llevar tanto tiempo? ¿Por qué, si un requisito para la aprobación del expediente es la firma del Jefe de Grupo del MINSAP, no se establece un mecanismo que agilice dicho trámite?

Y Ezequiel continúa: «¿Cómo es posible que traten de justificar trabas burocráticas con el argumento de su adquisición en el exterior? ¿Por qué en lugar de orientarte en tu gestión, te cierran —con un exabrupto por respuesta— las puertas de una posible solución?

El padre pregunta eso y mucho más con toda su razón. Es un medicamento producido en el país, que garantiza la paz de su hija. Y lo que entorpece su adquisición no es que esté en falta ni mucho menos. Es una dilatada firma. Pongámonos en su lugar.

Hace falta una medicina eficaz para neutralizar ese extraño virus de la desatención y la incertidumbre.

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