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Palabra incumplida

«Quienes responden a la ciudad y al país, y han posibilitado mejoras a muchos cubanos, esperan en reciprocidad que se cumpla la palabra dada a ellos», sentencié el 25 de mayo pasado, al reseñar el olvido en que se sentían Eduardo Hernández y Héctor Mantilla, microbrigadistas con 11 años de labor en el municipio capitalino de Arroyo Naranjo.

Ellos referían que, como casos sociales, con expedientes en Vivienda, esa entidad, junto al Gobierno municipal, los exhortó a integrarse a la Micro como asalariados; y después de cumplir con muchas obras sociales y económicas, podrían erigir sus propias viviendas.

Así, participaron en la reparación y reconstrucción de escuelas, hospitales, círculos infantiles, policlínicos y consultorios médicos hasta 2006, cuando los incorporaron a la campaña contra el Aedes aegypti. Luego, a instancias del Gobierno municipal, se encomendó a esa micro la ejecución de viviendas para el Plan CTC, y apoyaron otras obras. Cuando me escribieron, laboraban en la reparación de la Quinta Canaria y en la remodelación de 12 postas médicas. Pero no veían sus casas en el horizonte. Acudieron a Vivienda y a los Gobiernos municipal y provincial y nada resolvieron. Por demás, pasaron a integrar el contingente José Martí, pues la Micro Estatal desaparecía. Y les dijeron que quien no fuera idóneo, sería puesto a disposición de la Dirección Municipal de Trabajo.

«Llevamos 11 años viviendo de una esperanza, afirmaban, y de más está decir que un hombre de 60 años no tiene el mismo rendimiento laboral que uno de 30 o 40. ¿De qué nos sirvieron 11 años de duro trabajo y arduo sacrificio?».

Al respecto, aclara Sara Valdés, directora de la Vivienda en Arroyo Naranjo, que si bien se hizo una convocatoria en el municipio para la microbrigada, no fue aquella entidad la responsable. Y que ninguno consta como caso social en sus controles.

Apunta que en entrevista con Eduardo, supo que se incorporó a la Micro en 2001 por la situación constructiva de su casa. Y hoy la preocupación de él y su compañero es cómo quedarán al desaparecer la Micro y unificarse con el Contingente José Martí. A la incertidumbre se une el que aún no les hayan asignado terrenos donde construir sus casas.

Otra preocupación de Eduardo es que se le respete su condición de microbrigadista y albergado a la vez. Sara aclara que en la Dirección Municipal de Albergue consta su expediente, y por ello reside en la comunidad de tránsito Las Delicias, desde 2006, a causa de un derrumbe total de su vivienda. Su condición de albergado no desaparece.

Precisa que «deben esperar a que les corresponda la asignación por parte del Grupo Empresarial de la Construcción al que están vinculados actualmente; y en el caso de Eduardo también será valorado su expediente de albergue para la entrega de vivienda en el momento que le corresponda, por el escalafón establecido».

Agradezco la respuesta. Al margen de contradicciones entre elementos de la queja y la respuesta, y de que no se esclarece lo de Héctor; persisto en que el olvido y la incertidumbre no pueden ser el «hábitat» de dos hombres que lo dieron todo por construir para los demás, bajo la promesa de que también podrían hacer sus casas.

A todas estas, el Gobierno municipal de Arroyo Naranjo ni ha respondido, tampoco el Grupo Empresarial de la Construcción. Y ya ha transcurrido tiempo de la publicación del caso. No entiendo a los que se desentienden…

Hallazgo en Los Cocos

María Antonia Espinosa (Edificio A-53 piso 9, apto. 100, Alamar, La Habana del Este) cuenta que se sorprendió en el Coppelita Los Cocos, en ese reparto capitalino. Llegó con su hija y nieta. El joven que las recibió abría la reja de entrada, y ella le solicitó que lo hiciera con más amplitud, pues tiene problemas en una pierna, y le era difícil subir los escalones. El joven, a quien llaman Jorgito, no solo abrió y la complació, sino que, como un caballero antiguo, tomó del brazo a la señora y, con suma delicadeza, la llevó hasta una mesa, la ayudó a sentarse, y se alejó…

«Imagínese ese gesto solidario, dice, que refleja una ética profesional, la cual por lo regular ha ido alejándose del comportamiento humano. Fue realmente impactante para mi hija y para mi nieta, quien me preguntó si lo conocía.

«El local es pequeño, limpio y ordenado, con un equipo de trabajo magnífico, que integran también la camarera Susana y la administradora Isabel. Hay sentido de pertenencia, amabilidad y respeto. Con eso basta».

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